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 domingo, 27 de noviembre de 2005  
Historias de la noche. Los patovicas revelan sus anécdotas
"Hay que bancarse las escupidas"
Dicen estar estigmatizados como agresivos, pero soportan toda clase de agravios de la gente que "cada vez está peor"

Pablo R. Procopio / La Capital

"El tipo que no se aguanta una piña, no puede ser patovica". La frase suena como una máxima entre los encargados de la seguridad y el control de los boliches: muchachos corpulentos que desmienten ser agresivos y, por el contrario, se sienten víctimas de la violencia de la gente que "cada vez está peor", remarcan. "Obviamente que, como en todos lados, hay muchos que no hacen bien su trabajo", justifican. Y confirman que para cumplir con esta tarea es necesario tener buena espalda.

Fernando Suárez (39) se desempeña en el métier desde 1991. Trabaja en Década, pero no sólo hace eso; también es controlador aéreo en el Aeropuerto Internacional Rosario. Como sus colegas que accedieron a hablar con La Capital, se inició en esta actividad por razones económicas y, si bien la noche no le da descanso, sigue en esa función porque "no viene mal tener dos trabajos".

Alto y fortachón (1,89 metro y 99 kilos) asegura no haberle pegado nunca a nadie, aunque sí fue "agredido millones de veces", exagera.

Los patovicas rosarinos son conscientes de que no están bien vistos. "Si quedaste en medio de un tumulto te apuntan como si lo hubieras armado vos", expresan. En efecto, se trata de personajes estigmatizados a quienes les cuesta mucho zafar de ese karma.

De todos modos, razones hay y argumentos también. "Lo que pasa es que está lleno de empresarios inescrupulosos que contratan gente que no es profesional, que no tiene capacidad", asegura Gustavo Carrizo (38), más conocido como El Bocón, un especialista con años de trayectoria que hoy arma la ingeniería de seguridad en estadios de fútbol y acontecimientos especiales, como recitales y giras presidenciales.

Carrizo recuerda sus inicios en el complejo Ku de Pinamar mientras, en pleno diálogo con este diario, se prepara para custodiar la fiesta electrónica Camel que se realizó esta madrugada. Rugbier de toda la vida, reconoce incluso que sus pares "son los más quilomberos, por eso siempre es bueno que algún referente de ese deporte actúe como custodio". Es que, según Carrizo, los amantes de la ovalada son tan corporativos que sólo respetan a uno de ellos.

Gabriel Ríos (36), repostero y uno de los rostros de Satchmo, se inició en estas lides a los 23 años. A la hora de responder a los mitos sobre el comportamiento de sus colegas, contesta taxativo: "A veces estoy obligado a evitar que alguien ingrese al boliche y me responden de la peor manera". Así, de inmediato, tira una frase habitual: "Nergro de m..., laburás por 40 mangos y no sabés con quién te estás metiendo". Es que, a su juicio, muchos de los jóvenes de alto poder adquisitivo suelen ser sumamente agraviantes. "Te comés insultos y escupidas; cosas que no salen en los diarios", subraya.

En este sentido, Suárez va más allá: "El público no es el mismo de antes, los pibes vienen alcoholizados y pretenden entrar al boliche; ahí actuamos nosotros y, como no les gusta, te dicen de todo. No le tienen respeto a nadie".

Así y todo, se siguen registrando situaciones de discriminación que, afortunadamente, son denunciadas en los organismos pertinentes. En rigor, la función de los patovicas pasa por hacer cumplir ciertas órdenes que reciben de sus jefes. Y, a veces, resultan altamente hirientes para la clientela.
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