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 domingo, 27 de noviembre de 2005  
Cercaron la playa del Banquito con un alambrado
La instalación del cerco va contra un artículo del Código Civil. Los bañistas dicen que "parece Auschwitz"

Laura Vilche / La Capital

Durante el verano del 97 se abrió el parador Vladimir en el Banquito de la isla (frente a La Fluvial). Pero recién este año su dueño, Juan Carlos Della Gáspera, decidió limitar todo el sector sur de la playa con un cerco (con alambres de púa en la parte superior) que se introduce 20 metros en el agua. Della Gáspera asegura que con el alambrado quiere "detener a los caballos de los isleños que se meten en el parador y frenar las sombrillas que se les vuelan constantemente a los bañistas". Pero no son pocos los que opinan que el verdadero motivo del alambrado es impedir que el público desvíe su destino a una playa aledaña. Es que uno de sus representantes anunció que el pasaje de la lancha, ida y vuelta, costará 5 pesos y no 6, como cobra la embarcación que va a Vladimir.

La Capital recogió ayer opiniones de los bañistas que en ningún caso aprobaron la medida: "parece Auschwitz", "esto es como tomar sol en un gallinero", "el río es de todos", se quejaron algunos.

Más allá de los verdaderos motivos del cercado, lo cierto es que la estructura se contrapone a lo que estipula el Código Civil en relación al camino de sirga. En el artículo 2.639 se estipula que sobre una franja de 35 metros de ancho, paralelo a un curso de agua, no se pueden efectuar construcciones de ningún tipo porque cumple la función de calle o camino público.

A pleno sol, el día se prestó ayer para cruzar a la isla. Cinco paradores invitan a retozar: de norte a sur se ubican Punta Deseada y Punta Arenas (ambas playas aglutinan fundamentalmente a gente que concurre con sus embarcaciones), Vladimir (con lanchas del parador), Dèjá Vu y Hanglin.

Quienes cruzaron en la lancha que va a Vladimir no pudieron dejar de ver el flamante alambrado que limita el sector sur con el parador Dèjá Vu. Un cerco que se introduce en el agua, con alambres de púa en la parte superior, y un marco que deja un espacio libre como puerta.

La Capital dialogó con el titular de Vladimir, quien se refirió al cerco como a la mejor solución para "detener caballos y sombrillas".

-¿Cree que eso es legal?

-Por qué no escriben sobre lo linda que está la playa y todos los servicios que brindamos y por los que invertimos tanto. Yo soy el dueño, ¿por qué no puedo cercar? Además, por ahora la gente puede pasar de una playa a otra.

-¿Van a bloquear esa entrada?

-Por ahora no, nunca se sabe.

Las opiniones sobre la muralla de Della Gáspera fueron todas negativas y coincidentes entre el resto de los comerciantes de los paradores y bañistas.

Pablo Gesrik Azar, de Dèjá Vu (lindero a Vladimir hacia el sur), remarcó que la estructura le parece "de mal gusto" y sólo aclaró que su parador tiene previsto en breve instalar cuatro lanchas que cruzarán a un valor de 5 pesos (ida y vuelta). "Estas son las reglas del libre mercado", señaló antes de aclarar que esas embarcaciones llegarán a su propio muelle. "Nuestro embarcadero está en muy buen estado y es muy seguro: tiene barandas y rampa de ascenso de metal y el servicio será excelente", adelantó.

Uno de los dueños de Hanglin, el parador contiguo, es Claudio Martino. Allí, los amantes del río también llegan en su mayoría en embarcaciones propias y en rigor el cerco metálico no se conecta con su playa, pero también lo vio con malos ojos. "Es terrorífico", dijo.

Hacia el sur, Viviana Nogara, de la playa Punta Arenas, opinó que el alambrado le parece "mal". Para ella, "la gente debe moverse libremente por toda la isla". Y con el mismo tenor y muy escuetamente dio su versión el dueño de la playa que se levanta al norte. "La libre circulación es buena", indicó Roberto Sotomayor.


Auschwitz
Tanto quienes retozaban ayer en Vladimir como en las otras playas criticaron la decisión de Della Gáspera de levantar un alambrado en la playa.

"Estábamos hablando justamente de eso, esto parece Auschwitz, el camino paralelo a la costa no puede tener límite y más inverosímil es llevar el alambre hasta el agua, ¿qué pretenden, lastimar a alguien?", se preguntó Guillermo García.

"Acá todo el mundo hace lo que se le antoja, esto es tierra de nadie", se quejó desde abajo de su sombrilla Arturo Palma.

A pocos metros, Luciana Marrazzo tomaba sol con varias amigas. "Esto es inconstitucional y no es la primera vez que desde esta playa intentan limitar el paso libre de la gente. Asenté mis quejas varias veces en el libro del parador, pero me parece que nadie lo lee", ironizó.
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Sólo dejaron una pequeña abertura para llegar a la playa.

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