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 domingo, 31 de julio de 2005  
Una ciudad, un motivo
Invitación a Varsovia

Daniel Molini

"Bienvenidos a Varsovia, una ciudad para ser conocida a fondo, que posee su propia atmósfera y en la que vale la pena pasar varios días", recibe el Ministerio de Turismo de Polonia, a través de sus publicaciones.

En el aeropuerto, sus mostradores y aledaños, la campaña continúa: "Varsovia es única. Situada en el centro de Europa, en el cruce de las rutas de transporte que recorren el continente de este a oeste y de norte a sur, encanta al visitante con su carácter lleno de contrastes, donde coexisten monumentos históricos con una moderna arquitectura en la que palacios, edificios y complejos arquitectónicos del pasado destruidos durante la guerra fueron reconstruidos con tal fidelidad que es imposible saber cuál es auténtico y cuál no..."

Toca a los recién llegados constatar cuánta verdad encierran estos anuncios, los mismos que ponderan a una capital de casi dos millones de habitantes y que, a la luz de los mapas puede ser recorrida sin problemas con los medios convencionales: uno derecho y otro izquierdo, ambos calzados.

No habla el gobierno, por innecesario, de la temperatura: 14 grados bajo cero en invierno, ni de la noche que llega pronto, ni de las calles desiertas de gentes y repletas de sal para evitar patinazos congelados, ni de las bandadas de aves que migran -en formación desordenada- de parque en parque buscando donde guarecerse.

Tampoco dice nada -aunque uno lo descubre pronto- de la amabilidad de la gente, sus ganas por integrarse definitivamente a una Europa multicultural; ni de su forma de hablar rotunda, cortante, como si estuviesen enfadados.

Cuesta creer que con esa gramática hecha idioma se haya construido un patrimonio literario tan maravilloso. Aniuska, nuestra guía, lo refrenda: es posible.

Aniuska habla un buen español y la escuchamos con atención: "Los primeros documentos que nombran a Varsovia son muy antiguos, del siglo XIII. Más tarde la ciudad se transforma en capital del ducado de Mazovia, incorporándose en 1526 al reino polaco. A finales del siglo XIV, concretamente en 1596, se incendia el castillo de Wawel en Cracovia -donde estaba instalada la corte- y el rey traslada su residencia a Varsovia".

Avanzando dinastías, derrotas e invasiones Aniuska llega al trágico año de 1943, fecha en que los nazis arrasan íntegramente la Varsovia histórica y el 80 por ciento de su periferia.

El orgullo polaco hizo posible la epopeya de la reconstrucción, siguiendo las líneas de planos, pinturas y grabados que se salvaron de la devastación. Entusiasmados con la charla llegamos, sin darnos cuenta, al parque Lazienki, residencia de verano del último rey polaco: Estanislao Augusto Poniatowski.

Muy cerca del Palacio sobre el Agua y el Teatro de la Isla se alza una escultura hermosa, homenaje a Chopin. La vemos blanca de nieve por todos lados, pero cuando lleguen los calores y el verde transforme Polonia, la plaza se hará concierto y el espacio quedará convertido en un gran auditorio.

Pero estamos en invierno y los árboles simulan espectros negros, dibujando formas caprichosas que son visitadas por cientos de pájaros. Todo es libertad: cuervos, ardillas, palomas, pavos reales, patos, todos cercanos, todos apretaditos, como si fuesen una sola especie enfrentada a la intemperie.

El bronce que glorifica a Chopin muestra un sauce llorón, remedando a una sabina de las que crecen en la isla de El Hierro. Debajo aguarda el artista, como si estuviese vigilando la llegada de una musa inspiradora. Cuando uno circunda la obra y la observa de perfil, el árbol se transforma en una mano mágica, dispuesta a ejecutar, en un teclado imaginario, un acorde prodigioso. Haciéndole requiebros a un río medio congelado, el Vístula, existen dos calles emblemáticas que conforman el trazado real: Nowy Swiat y Krakowskie Przedmiescie.

En Krakowskie Przedmiescie está casi todo lo que hay que ver: universidad, iglesias, palacios, bibliotecas, gente, vida. En la iglesia de la de Santa Cruz, que tiene en el frontis una imagen de Jesús derrotado por el peso de la cruz, se llevan a cabo las celebraciones importantes de la universidad. En una de sus columnas interiores está el corazón de Chopin, único resto del artista que se conserva en su tierra natal.

Nowy Swiat ofrece menos historia a los visitantes, pero a cambio les regala tiendas y el Café Blickle, un establecimiento a la altura del Tortoni de Buenos Aires, del Greco de Roma, o del Florian de Venecia, con enjundia hasta en la máquina de preparar expresos.

A pesar de la temperatura Varsovia es cálida, incluso en los recuerdos como los que se custodian en la casa donde vivió Madame Curie, cuando se llamaba Marja Sklodowska y no imaginaba que aportaría dos nuevos elementos a la tabla periódica: el polonio y el radio.
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La capital de Polonia encanta al visitante con su carácter lleno de contrastes.

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