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 domingo, 05 de junio de 2005  
Contrasentidos, curiosidades y un repaso de la historia

Varias voces se alzaron planteando un contrasentido respecto al Obispado Castrense: si bien está equiparado a una diócesis, forma parte de la estructura estatal, por lo que sus representantes cobran un sueldo como cualquier empleado público.

Otros aprovechan que la polémica detonada entre el gobierno y la Iglesia sigue fresca y recuerdan que no todos los integrantes de las Fuerzas Armadas son católicos.

Lo cierto es que en 35 países la Iglesia Católica tiene, por acuerdo con el Vaticano, un Obispado Castrense. Además de la Argentina, figuran -entre otros Estados- Italia, Francia, Alemania, Polonia, Gran Bretaña, Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Kenya y Filipinas. También Indonesia, pese a la mayoría musulmana.

Pero hay otro dato curioso: mientras la curia castrense depende de la Presidencia de la Nación, los capellanes lo hacen de los ministerios de Defensa (Fuerzas Armadas) o del Interior (Gendarmería, Prefectura, Policía Federal y Servicio Penitenciario).

Un fugaz repaso histórico trae al presente el texto papal que, en 1736, encomendó una asistencia espiritual especial a aquellos hombres de armas en el Río de la Plata. Años después la corona española resaltó la acción de los capellanes militares durante las invasiones inglesas.

En 1815, el general José de San Martín hizo notar la falta de un vicario castrense con el objetivo de que el Ejército "se halle mejor atendido en sus ocurrencias espirituales y religiosas". Otro general, Manuel Belgrano, destacó la labor de los capellanes militares en plena batalla.

El primer vicario castrense fue el entonces arzobispo de Córdoba y administrador apostólico "sede plena" de la arquidiócesis de Buenos Aires, monseñor Fermín Emilio Lafitte, nombrado por el Papa Pío XII el 8 de julio de 1957.

El cuarto fue monseñor José Miguel Medina, designado por Juan Pablo II el 30 de marzo de 1982. Merced a la Constitución Apostólica Spirituali Militum Curae, el Vicariato Castrense pasó a ser Ordinariato, equiparado a los obispados.

Medina se convirtió, entonces, en el primer obispo castrense de la Argentina. El tercero fue monseñor Antonio Baseotto, a quien Juan Pablo II lo trasladó de la diócesis de Añatuya (Santiago del Estero) en el 2002.
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