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 domingo, 13 de marzo de 2005  
Nota de tapa. La ruta del oro nazi
Crónica de los últimos días de Eichmann en la Argentina
En su libro "La conexión alemana", la periodista Gaby Weber rastrea el lavado de dinero de criminales de guerra. Aquí se reproduce un capítulo

Gaby Weber



Los alemanes guarecidos en Argentina no representan un estorbo para la Revolución Libertadora ni para el posterior gobierno de Frondizi. ¿Por qué iban a serlo? No existen presiones. En Bonn, reina el alivio por haberse quitado de encima el incómodo tema de los criminales de guerra. Y los descendientes de judíos que viven en Argentina -cientos de miles- son mayoritariamente "gente apolítica", según Alfredo Bauer, un comunista de la vieja guardia que huyó de Viena a Buenos Aires por razones políticas y de "racismo". No quieren tener nada que ver con los alemanes y no andan averiguando quién merodea en los clubes y empresas alemanas.

El mundo entero se sorprende cuando el 11 de mayo de 1960, un tal Ricardo Klement es secuestrado delante de la puerta de su casa en la calle Garibaldi, cuando regresaba de su trabajo en Mercedes Benz. En realidad, Klement es Adolf Eichmann, el encargado del traslado de judíos de toda Europa a los campos de concentración durante el Tercer Reich. El responsable administrativo del holocausto.

Después de la capitulación, este antiguo SS-Obersturmbannführer (equivalente al rango de Mayor) se mantiene oculto en Alemania y en el norte de Italia durante cinco años. Con documentos de identidad falsificados por el Vaticano, arriba al puerto de Buenos Aires el 14 de julio de 1950. En octubre la policía local le entrega un nuevo documento de identidad.

Jorge Antonio recuerda que fue él personalmente quien empleó a Adolf Eichmann en Mercedes Benz, cuando aún la fábrica no había iniciado la producción. Asevera que usaba su nombre verdadero. En aquel momento, Adolf Eichmann fue recibido por Perón, en su calidad de influyente miembro del aparato nacionalsocialista y probable integrante del futuro gobierno alemán.

Eichmann se desempeña por poco tiempo en una fábrica metalúrgica en Buenos Aires, hasta que a fines de 1950 es empleado en la firma Capri, en la provincia de Tucumán. Nunca se pudo aclarar si se firmó un contrato laboral, pero lo cierto es que no se realizaron aportes jubilatorios. Perón concede a Capri varios contratos estatales y la empresa debe modernizar la administración del agua en toda la provincia. En la nómina salarial de Capri figuran docenas de nazis y criminales de guerra. En ese momento -1950- ellos solamente pretenden un compás de espera de un par de años en Argentina, hasta que se tranquilice la situación en Alemania y puedan volver a ocupar sus antiguos puestos.

A mediados de 1952 llega a Argentina la esposa de Eichmann, Vera, con los hijos. Utilizan sus nombres verdaderos y lo acompañan a Tucumán. En el colegio alemán los niños son inscriptos con el apellido Eichmann.

Tras la muerte de Evita, el gobierno de Perón entra en crisis. Se acaban los contratos estatales de favor. Capri se declara en quiebra. En abril de 1953, Eichmann se muda a Buenos Aires y se desempeña en varios empleos, hasta que el 20 de marzo de 1959 es contratado en Mercedes Benz Argentina. Ingresa con el nombre Ricardo Klement y es registrado con el número 1.785.425 en el seguro social de ANSeS.

No es el Mossad, el servicio secreto israelí, el que rastrea el paradero de Eichmann, como afirma la leyenda. Simon Wiesenthal, el cazador de nazis, se entera ya en 1952 de la misteriosa desaparición de la señora Eichmann en Austria, donde ella aguardaba a su marido. Un año después, Wiesenthal recibe una carta de un amigo emigrado a Argentina. "He visto a ese cerdo miserable, Eichmann, vive en las cercanías de Buenos Aires y trabaja en la central de abastecimiento de aguas". Wiesenthal transmite la información al cónsul israelí en Viena, pero no sucede nada. Entonces se dirige al Congreso Mundial Judío y le responden alegando que no hay fondos disponibles para un viaje de investigación. Y que además la información es falsa, ya que Eichmann se encuentra en el Cercano Oriente.

Wiesenthal no afloja. Informa a la poderosa comunidad judía en Nueva York e intenta convencer a los políticos estadounidenses de que se ocupen del "problema Eichmann", quien jugó un papel central en la fuga de los criminales de guerra alemanes hacia América Latina. Como se supo durante el juicio en Nüremberg, escondía unas "22 cajas con oro y joyas en la montaña" que fueron utilizadas para la reconstrucción del partido nazi en el exterior. Pero los esfuerzos de Wiesenthal no fueron escuchados.

Transcurren varios años antes de que el fiscal general del Estado en Hesse, Fritz Bauer -él también sobreviviente de los campos de concentración y encargado de la acusación en el proceso sobre Auschwitz de septiembre de 1957 en Francfort- reciba una carta de Lothar Hermann. Hermann, judío y socialista, había estado detenido en el campo de concentración de Dachau hasta 1936 y dos años más tarde logró huir a Argentina. A raíz de las torturas perdió la vista. Sus padres fueron asesinados por los nazis. En Buenos Aires, su hija Sylvia entabla amistad con el hijo mayor de Eichmann y le llaman la atención sus comentarios antisemitas. Hermann ya había detectado el apellido Eichmann en artículos de prensa. Convencido de que se trata de su vecino, se lo comunica al fiscal Bauer en Francfort. Consciente de que un pedido de extradición provocaría una nueva fuga de Eichmann, Bauer decide informar directamente al gobierno israelí (...).

Diez agentes del Mossad vuelan a Argentina para un operativo de comando. El 11 de mayo de 1960 atrapan a Eichmann delante de su casa en la calle Garibaldi, cuando volvía de su trabajo en la fábrica Mercedes Benz de González Catán. Diez días más tarde lo sientan, dopado, en un avión de El Al. En Israel lo juzgan por delitos de lesa humanidad. (...)

Pocos días antes del secuestro de Eichmann y a pedido de Daimler-Benz, William Mosetti se traslada a Buenos Aires. En la asamblea de accionistas del 29 de abril de 1960, en reconocimiento a sus méritos por la salvación de la Empresa, Mosetti es nombrado director general de MBA. Doce días después de su nombramiento, Eichmann es secuestrado por el Mossad. El servicio secreto israelí, siete años antes, carecía de fondos y de interés para realizar una acción semejante. ¿A qué y a quién se debe el cambio brusco en su actitud? ¿Acaso es tan grande la eficiencia de Mosetti en la Dirección de Mercedes Benz Argentina que logra solucionar, en menos de dos semanas, el problema financiero del Mossad?

Ya entonces, el experimentado oficial del servicio secreto de EE.UU. sabe que Mercedes Benz Argentina es un nido de nazis. Posiblemente sea por esta razón que seleccionó personal de dirección -en la ola de contrataciones de 1960- cuyas familias en Europa habían sido asesinadas por el nacionalsocialismo, entre ellos: David Filc, futuro director de la colectividad judía (Daia) en Buenos Aires y, más adelante, Juan Ronaldo Tasselkraut, quien sucederá a Heinrich Metz como Jefe de Producción. La selección de Mosetti resultará paradigmática: en los años de la dictadura de Jorge Videla, Filc hará excelentes negocios con los genocidas y Tasselkraut entregará a sus obreros a la represión.

En los Archivos Nacionales en Washington D.C. (Nara), en la sala de lectores, está a disposición el expediente de la CIA sobre Eichmann. O mejor dicho, lo que el servicio omnipotente dejó para que lean los mortales. Hay dos cajas enteras: memorandos de agencias, artículos de prensa e intercambio de cartas. Según el expediente, la CIA no tuvo nada que ver con el secuestro de Eichmann. Se preocupó solamente por las secuelas diplomáticas de la acción, las amenazas del gobierno argentino de llevar el asunto al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Faltan muchas páginas, nombres y frases enteras están borradas y el nombre de William Mosetti no aparece en ningún lugar. Pero, la CIA se preocupa por el daño político que causa la acción en la Guerra Fría. Alemania comunista, la República Democrática Alemana (RDA), acusa el gobierno de Konrad Adenauer, amigo de los estadounidenses y de la Otan. Hans Globke, autor de las leyes raciales de Adolf Hitler, figura como Secretario de Estado en el gobierno de Adenauer. Existe el peligro de que Eichmann, para defenderse en el juicio, admita que actuaba bajo la responsabilidad de Globke.

El director de la CIA, Allan W. Dulles, se ocupa personalmente. Si Eichmann inculpa a Globke, habría que ir contra Eichmann. En un memorando para la Agencia de Información de los EEUU, Dulles escribe sobre las "alegaciones de que Eichmann ahora es comunista": admite que a pesar de muchas averiguaciones, la CIA no encontró pruebas para esa tesis. Recomienda no seguir con esta alegación. Tampoco fue necesario, Eichmann no inculpó a Globke, muere en la horca en 1962, callado.

Ni la casa matriz en Stuttgart, ni Mercedes Benz Argentina logran explicar qué calificación tenía Eichmann para trabajar como electricista en el control de normas. Sus verdaderas "cualidades" lo especializaban en la destrucción industrial de seres humanos. Tras el espectacular secuestro, la Comisión Interna de MBA reclama infructuosamente alguna explicación por la contratación del criminal. La Empresa alega ignorar los antecedentes de Eichmann y supone que ha presentado documentos de identidad falsificados. (...)

La sección de personal lo da de baja en el seguro social el 12 de mayo de 1960 -once días antes de que su secuestro fuera publicado en el parlamento israelí, el Knesset-, paga 4.581,65 pesos por licencia no gozada y vuelve a llenar el cargo. Al día siguiente también es disuelta la relación laboral con Miguel Mars, camarada íntimo de Eichmann. William Mosetti, según van las cosas, no está descontento.

La mentira de que en la fábrica nadie conocía la identidad de Eichmann es refutada por David Flic, empleado en MBA desde febrero de 1960 y más adelante director de Ventas: "Prácticamente toda la plana mayor de la empresa estaba integrada por inmigrantes de la Alemania de posguerra. Entre ellos había miembros de la Wehrmacht (ejército alemán), oficiales de la SS y camaradas del Partido". Más de uno sabía que Klement en realidad era Eichmann, pero el tema era "tabú".

La contratación de Eichmann no debe haber sido un descuido. Empresas como Daimler-Benz lograron ganancias astronómicas gracias al Nsdap. Puede ser que gente como Binder, Könecke y Schleyer, nuevamente equipados con opulentas chequeras, se hayan sentido comprometidos a una suerte de nostálgica gratitud, aunque es mucho más probable que hayan comprado el silencio de Eichmann. ¿Silencio sobre qué? Tal vez sobre la distribución del oro nazi, tal como lo detallaba el protocolo de la Conferencia en Estrasburgo:

Después de la derrota los industriales alemanes tienen que financiar al partido nazi, que pasará a la clandestinidad. Por lo tanto a partir de ahora, el gobierno de Hitler pondrá grandes sumas a disposición de la industria, para poder contar después de la guerra con una sólida base en el extranjero.

¿Adónde fue a parar esa "sólida base"? Los oficiales de la SS emigrados a Sudamérica llevan una vida relativamente modesta; Eichmann y Müller viven en la pobreza. Sólo quienes hacen carrera en las empresas pueden llegar a adquirir algún bienestar. Incluso Metz, jefe de producción en MBA, vive en un pobre bloque de viviendas. Mengele, el médico de los campos de concentración, lleva una buena vida, pero no porque lo mantenga el partido nazi, sino porque su familia posee una fábrica de tractores en el sur de Alemania. ¿Quién disponía -y dispone- sobre la utilización de la "sólida base" hecha en Sudamérica con el dinero nazi?

Ateniéndonos a cualquier lógica moral y al orden jurídico, los alemanes no eran y no son propietarios del capital robado durante el nacionalsocialismo. Pero existe también otra lógica, la de los bandidos. Si dos bandidos asaltan un banco y luego uno de ellos se escapa con todo el botín, el otro se siente despojado de la parte que -subjetivamente- le corresponde a él. Quiere recuperar esa parte. En Sudamérica eso se llama "mejicanear", inspirado en una costumbre mexicana que suele terminar a los tiros.

Lamentablemente los historiadores no hacen diferencias al usar las palabras "oro nazi". No diferencian entre la fortuna del partido, robada de los bancos centrales de los países ocupados y de otros operativos secretos, y la fortuna de las empresas, robada mediante la explotación de los trabajadores forzados y de las materias primas de los territorios conquistados.

Luego de la capitulación el Nsdap es disuelto. En cambio los consorcios alemanes, casi sin excepción, sobreviven y las relaciones de propiedad permanecen intactas. No existe un sucesor legal del partido nazi. Desde 1945 hubo dos serios intentos de construcción de un partido nacionalsocialista: el Partido Socialista del Reich (fundado en 1949 y prohibido en 1952) y, en los años ochenta, la tropa en torno al neonazi de Hamburgo Michael Kühnen, un militante joven con cierto carisma. De algún modo se deben haber enterado, él y sus camaradas, de una cuenta aún sin saldar.

Oficiales de la SS han llevado considerables fondos a Sudamérica, que sólo podían administrar con agentes fiduciarios, ya que se trataba de propiedad del Nsdap que luego fue metida en fábricas, empresas y similares. Ahora estos señores han envejecido bastante y se sienten a gusto en sus fábricas, y entretanto la mayoría de ellos tiene la sensación de que el dinero le pertenece. Así que habrá que ir a convencerlos de que, lo que estamos haciendo en estos momentos, es serio.

A Kühnen no le alcanzó el tiempo para ir a Sudamérica. Murió de sida. Al hablar de los "señores", probablemente pensaba más en antiguos oficiales de la SS que en una empresa industrial concreta. En una ocasión, llegó a Alemania desde Sudamérica una donación millonaria para una campaña electoral del partido neonazi NPD. Por lo demás -según la lógica de los bandidos- el dinero "sin dueño" debe andar perdido en la Pampa. ¿Pero no será que aquella "sólida base" transita por las carreteras con una estrella sobre el radiador?
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Simon Wiesenthal tuvo un rol protagónico en la búsqueda de Eichmann.

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