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 domingo, 13 de marzo de 2005  
El radicalismo santafesino intentará recuperarse de las debacles electorales
La UCR quiere liderar un frente cívico
Los convencionales designarán a un grupo de dirigentes para que negocien con otras fuerzas

Jorge Sansó de la Madrid / La Capital

Después de años de perplejidad, en los que sintió haber tocado fondo, la jerarquía radical de la provincia tomará una determinación que todavía parece osada: encabezar la articulación de un Frente Cívico y Social santafesino, a imagen de los que les han permitido sobrevivir a la catástrofe partidaria nacional en seis de las siete provincias del país en donde hoy gobierna el centenario partido.

El 29 de marzo, los sesenta convencionales radicales que se reunirán en la ciudad de Santa Fe designarán al presidente de ese cuerpo, Raúl Molinas; al del Foro Municipal de Intendentes Radicales, Jorge Placenzotti y al titular del comité provincial, Felipe Michlig, como las únicas voces institucionalmente autorizadas a explorar la posibilidad de un frente.

La tríada dirigencial estará colmada de prerrogativas suficientes para abrir de inmediato un diálogo con el ARI, el PDP, el PS, entidades sociales, gremiales y empresariales interesadas en formular un programa de gobierno conjunto que pueda dar sustento a un Frente Cívico y Social como el que en Catamarca les ha permitido a los radicales desalojar del poder a los Saadi y en Santiago de Estero acabar con el reinado juarista (ver Panorama político, página 25).

Para los últimos días de este mes y los primeros de abril Molinas, Placenzotti y Michlig deberán anunciar a sus correligionarios la suerte de sus gestiones y si éstas alumbrarán finalmente el frente en torno a su fuerza política. De lo contrario, no habrá más que hablar y la UCR se presentará en las internas de la primera quincena de agosto y las generales del 23 de octubre en soledad y con candidatos propios.

Paradójicamente, ésta última variante, por la que se han pronunciado mayoritariamente intendentes, presidentes comunales y legisladores, es la seguridad en la que se pararan los dirigentes para emprender la negociaciones con otras fuerzas políticas: ya no tienen miedo de ir a elecciones solos, aun a riesgo de resultar perdidosos pero, sobre todo, sabiendo que sin su concurso las chances de éxito de desplazar del triunfo al PJ en la provincia se ven sensiblemente menguados para cualquier otro partido o coalición opositora.

Los dirigentes radicales dicen querer desalojar al PJ del poder pero no al riesgo de su cuasi desaparición partidaria en beneficio de algún otro partido por lo que harán todos los esfuerzos por construir una coalición (la palabra alianza las produce escozor y la han borrado de su vocabulario) y si no lo logran tampoco permitirán, aseguran, que se les recrimine favorecer a los intereses del peronismo. Pero el dato más comentado entre las propias paredes (y seguramente el más desmentido fuera de ellas por los propios dirigentes radicales) es que el nuevo estado de ánimo comenzó a perfilarse cuando el Partido Socialista lanzó en Rosario su foro social, al que habían sido convocados.

En ese entonces y en base a una resolución, tampoco revelada públicamente, por la que la iniciativa socialista fue evaluada en el comité santafesino como un convite exclusivamente destinado a solucionar la situación política de un dirigente (en alusión a Hermes Binner) necesitado de sortear el 2005 para llegar más o menos bien posicionado al 2007, se resolvió institucionalmente no asistir al cónclave en Rosario.

Posteriormente, los muy pocos dirigentes radicales que concurrieron serían antemizados por el comité que en uno de sus documentos llegó a citarlos como empleados de la Municipalidad de Rosario. Esta inusual dureza tuvo por finalidad la de resaltar que las presencias radicales en el llamado a la coalición socialista fue más escasa que los dedos de una mano y, consecuentemente, la ausencia adquiría una densidad parecida a una desaire.

El comité provincial radical se había jugado su autoridad en la orden de no asistir y los socialistas habían apostado a una masiva desobediencia que, en los hechos, dejaría de lado la instancia institucional de la UCR y habilitaría de inmediato negociaciones personalizadas o sectoriales permitiendo casi el nacimiento mismo de una nueva coalición en el acto.

Aún así, dentro del radicalismo hubo quienes dudaron de que se estuviera haciendo una lectura correcta de los hechos hasta que otro episodio terminó de inclinar la balanza y fortalecer el discurso de sus dirigentes sobre la necesidad de recuperar y fortalecer la identidad partidaria propia para, recién entonces, negociar cualquier acuerdo con los demás partidos desde una postura menos débil.

Este escenario que terminó de configurarse a comienzos de febrero, animó a las autoridades radicales a abrir una amplia consulta interna con intendentes, presidentes comunales, concejales y legisladores a fin de sondear la opinión que en ellos prevalece respecto de una nueva coalición con los socialistas. El resultado que terminó plebiscitando la postura del comité arrojó un abrumadora mayoría inclinada a optar por el afianzamiento partidario a cualquier costo o por un frente articulado en torno a la UCR, como segunda opción.

La exploración de esta salida es la que el martes 29 habilitará la convención partidaria, ordenando a sus comisionados hacer valer, como nunca antes, una estructura que les permite tener afiliados en cada rincón de provincia y con ella disponer de un mecanismo autónomo de distribución de votos, fiscales en mesas de votación, diálogo directo y contención de posibles votantes y candidatos propios.

En la primera quincena de abril dirán cómo les fue y si la UCR articulará un Frente Cívico y Social o no: "Se trata de mirar el 2005 sin perder de vista el 2007", aseguran los radicales.
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Michlig (izq.) mantiene contactos con dirigentes radicales.

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