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 domingo, 13 de marzo de 2005  
El cazador oculto: Los pro y los contra de ser un ícono pop

Ricardo Luque / Escenario

¿Quién es esa chica? Es difícil decirlo, al menos de este lado del mundo, donde, sin un pasaporte y un pasaje de avión, todo parece lejano. Remoto. A pesar del tsunami de imágenes bobas que, dan vueltas y vueltas en la Internet y que, después de un par de horas con la nariz pegada a la pantalla, terminan licuándote el cerebro. Porque, aunque nos resulta terriblemente familiar, quién sabe, en realidad, quién es Madonna. ¿La chica material? ¿La rubia tarada? ¿La religiosa devota? Un gran misterio. El póster desplegable, la chica de tapa, el ícono pop. El sueño húmedo de los teen agers de los 80. Vende discos, libros, películas y, sobre todo, diarios, tabloides británicos ávidos de sangre, sudor y lágrimas. Su nuevo plan maestro es la cábala y la prédica con devoción. Aunque Boy George se enoje y la acuse de hipócrita. Sí, el chico lindo de Culture Club. ¿Se acuerdan? El que antes cantaba y ahora pincha discos. Está enojado porque vio un documental que dice que la Cábala considera que los homosexuales están enfermos y que se pueden curar. Pero eso no es todo. Está que arde porque Madonna coqueteó con el mundo gay en su propio beneficio. Maldita sea. ¿Le habrá clavado alfileres a la Barbie Blond Ambition, edición limitada, que durante tantos años veló su sueño desde la mesita de luz? Puede ser, el vudú no es la Cábala. Claro. Britney no piensa lo mismo. Nada que ver. Está súper agradecida de que su amiga (son unidas como las chicas de "Sex and the City") le haya franqueado las puertas de la Cábala. La ayudó a superar las energías negativas que la invadieron al separarse de Justin Timberlake. Fatal. ¿Por qué no fue al shopping? ¿No es más fácil salir a comprar que leer un libro? Por supuesto, pero ese no es el punto. La gran incógnita es quién es Madonna, la que enfada a Boy George o la que reconforta a Britney. Los chicos de "South Park" tienen la respuesta. Y los chicos nunca mienten, menos con un pie en la tumba. O mejor, Kenny nunca miente, porque está acostumbrado a morir. Y cómo será que, ni en el lecho de muerte, quiso que Madonna le diera un beso de despedida.
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