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 lunes, 13 de diciembre de 2004  
Reflexiones
Mercosur y Unión Europea hoy

Pablo de San Román (*)

Hace unos días, la creciente actividad evidenciada entre actores del Mercosur y sus pares de la Unión Europea llamó la atención de los analistas y produjo una cierta inquietud reflexiva de quien escribe. La idea, que fue al comienzo alentadora, fue cayendo en un lugar incómodo conforme avanzaba el análisis propuesto. Porque no hubo frutos verdaderos en esta relación en los últimos años y porque esa ajetreada actividad cobró definida forma protocolar.

Los últimos tres años (que son los que marcan un cambio en el mapa ideológico en América latina) no evidenciaron intenciones firmes de robustecer las relaciones económicas con la Unión. Sí hubo reclamos y declaraciones de interés, siempre acompañadas de frugalidades diplomáticas. Pero poco se observó en materia de reanudación de inversiones productivas y de desarrollo comercial conjunto. La Unión en realidad sigue viendo a América del Sur como un segmento de tierra y de política que debe cimentar sus bases para la economía. Encuentra, eso sí, mucha más interlocución en Chile, cuyas confluencias comerciales son más evidentes.

Habrá que decir, en medio de todo esto, que el gesto más significativo en cuanto a movilización de inversiones no provino del viejo continente, sino del más lejano Oriente, del que China y Corea del Sur son actores de evidente relevancia. El precavido entusiasmo generado por los anuncios, podría descubrir un progresivo desplazamiento del internes estratégico hacia el Este.

No obstante ello, un cambio de signo se produce ahora en Europa. Hay una variante progresista moderada que ayudaría a pensar en un acercamiento franco con el Mercosur. En una coincidencia posible. Pero todo sería nuevamente infructuoso si esta posibilidad no es acompañada de una programación específica. Es decir, si la vinculación económica no es metódica y tenaz (Finn Kidland, último premio Nobel, recibió la distinción en virtud de esta idea). El Mercosur representaría en todo esto, un marco apropiado.

Ahora bien: hace tiempo se habla de las bondades del Mercosur como un trampolín regional hacia el mercado externo, pensando en una función amortiguadora de los costos que ello implica. De su importancia estratégica como aumentador de las fuerzas de negociación y de su impacto a escala global. Pero estas aspiraciones resultan vagas cuando esta misma realización exige acuerdos intrabloque previos y estables. Es decir: los países del Mercosur no pueden salir a negociar en bloque si no cuentan con una serie de coincidencias comunes invariables. No ya de políticas comunes, sino de ciertas premisas compartidas.

Pues ello no se da en la región. El bloque no puede negociar firmemente con la Unión porque no hay ese compromiso. Y no se da porque las cuatro economías integrantes no tienen margen para la negociación. Las sensibilidades económicas son tan agudas que toda modificación en los rangos del comercio regional implica una renegociación generalizada. Y estas llevan tiempo y son cuidadosas. Cuando los dos socios mayoritarios del Mercosur negocian intercambios equilibrados, lo hacen con tantas excepciones que la regularidad común aduanera es dudosa. Y es así porque ni Brasil ni Argentina pueden ceder en casi ningún aspecto de sus intereses económicos.

Evidentemente, la Unión Europea no presenta estos matices. Su desarrollo y fortalecimiento -bajo el paraguas de un muy sólido apoyo externo- facilitó las confluencias y programó un aumento del intercambio negociado. Las competitividades internas hicieron luego que el espacio para la negociación regional fuera más amplio. Pues estas amplitudes han dado lugar en los últimos cuarenta años a una Unión efectiva que facilita el intercambio libre de bienes, servicios y personas. Existe en la Unión Europea una ecuación económica consistente que no tienen contraparte en el Mercosur.

Entonces, la realidad resulta en que es poco viable una negociación extra bloque sin que estén resueltas las cuestiones internas. Podría un indagador recurrir a algunas cifras atenuadoras (en realidad el comercio entre la Unión y América del Sur es de una media ascendente). Pero es incuestionable la dificultad estructural para combinar negocios entre una y otra región.

Los cuatro miembros del Mercosur tienen urgencias internas y sociales graves, que son prioritarias al otorgamiento de concesiones comerciales. Aunque no debería perderse de vista que es por medio de la combinación de negocios donde florecen las oportunidades. En efecto, la irregularidad de las situaciones sociales, económicas y políticas en América del Sur encontrarían una salida en la vía del comercio regional. En la vinculación troncal con Brasil y su mercado. En la coincidencia mercantil con Uruguay y Paraguay. Pero es claro que estas combinaciones son aún inestables y que una negociación con el grupo europeo es cuestionable (bajo estas condiciones).

No quiero decir aquí que la negociación debe ser abandonada. Por el contrario, la vía institucional orgánica sigue siendo un elemento clave para la confluencia. Pero evidentemente estas prácticas deben consolidarse. Es decir, debe haber un compromiso orgánico más contundente del lado americano para que haya frutos favorecedores. Ni Brasil ni Argentina comprometen sus primeras líneas diplomáticas ni técnicas a la construcción de un mercado común. Habrá sí una historia de acuerdos y referendos formales; de cumbres alentadoras y de una diplomacia presidencial animadora. Pero el cuerpo técnico es endeble en función del espíritu de esta animación presidencial.

Las conclusiones son, por lo tanto, poco animadoras. La falta de un compromiso orgánico continuado es el principal obstáculo de la región hacia el exterior. Nuestra región del sur cuenta hoy con algunas excepcionalidades en el contexto internacional: abundancia de recursos naturales, recursos humanos en formación, calificación técnica de la población e instituciones establecidas para la democracia. Estas cuatro condiciones hacen que una vez más el Mercosur sea visto como una oportunidad. Pero cada vez menos si no encuentra un mecanismo establecido para la inserción de los negocios. La clave americana está en la legalidad y en el compromiso institucional sostenido.

Estas notas fueron formuladas en Londres, Inglaterra, cuyas autoridades presidirán los órganos de la Unión Europea en los próximos tiempos. Aquí habrá lugar para la validación de la nueva Constitución y para la coordinación del ingreso de los nuevos países. Pues este mismo tiempo es el que podrán aprovechar los gobiernos del Mercosur para definir si será la estrategia regional una signo de verdadera prioridad.

(*) Licenciado en ciencia política.
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