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 lunes, 13 de diciembre de 2004  
Vestigios. Espuelas de gallos y esqueletos sin cráneo muestran la raigambreafricana de la isla
La Habana devela poco a poco su pasado de fuerte sincretismo religioso
Arqueólogos que excavan en el casco viejo de la capital cubana están entusiasmados por los hallazgos

Los arqueólogos cubanos aún no salen de su asombro: primero los llamaron para estudiar cuerpos enterrados en una iglesia colonial y cuando abrieron las tumbas encontraron testimonios de lo que podrían ser muestras de cultos africanos asociados al cristianismo, desde tiempos tan lejanos como el siglo XVIII.

Instalados en la parte trasera de un templo franciscano inaugurado en 1760 en el centro histórico y luego confiscado por decreto de la corona española en 1842, los especialistas comenzaron un trabajo minucioso a punta de minúsculas palas y pincel.

Junto a los cadáveres enterrados según el rito católico encontraron espuelas de gallos (tarsos y metatarsos), cuentas de cerámicas y algunos esqueletos sin sus cráneos, explica Roger Arrazcaeta, jefe del Gabinete de Arqueología de la ciudad.

"¡Este es un caso bien interesante y poco usual!", exclama el especialista, quien en sus muchos años de experiencia no había visto nada igual en una iglesia.

Las preguntas y las hipótesis tocan a su puerta: si las tumbas no fueron saqueadas y las órdenes religiosas no permitían las prácticas que asociaban con barbarie, ¿qué significado tienen estos objetos? ¿Magia, brujería?

Para Arrazcaeta y su equipo la respuesta podría ser el origen mismo de la cubanía, una mezcla de las tradiciones europeas católicas con las de los africanos, cuyas culturas se "colaron" pese a la resistencia de los colonos blancos. "Lo que llamamos sincretismo", explica.

La sospecha de los investigadores recayó sobre los enterradores y sepultureros de la iglesia, por lo general libertos o esclavos, quienes habrían aportado a los fallecidos usuarios de las criptas católicas sus propios amuletos tribales para el más allá.

"Está claro que no tiene nada que ver con una práctica católica, sino africana", indica el experto, al recordar que las aves y en especial el gallo tienen una fuerte presencia en la santería cubana, como se llama ahora a la religión resultante del sincretismo.

Recubierta de adoquines y muros gruesos, de frente a la bahía en un lugar estratégico para el comercio, la Habana Vieja guarda secretos y sorpresas que los arqueólogos develan poco a poco.

La iglesia del Convento de la Orden Tercera de San Francisco yacía abandonada desde hace años cuando la Oficina del Historiador decidió a comienzos de año usarla para instalar un teatro infantil. Esa oficina que ocupa Eusebio Leal, con el cargo de historiador de la ciudad, tiene entre otras funciones la potestad de coordinar el rescate y restauración de La Habana Vieja. La inventiva de Leal lo ha llevado entre otras cosas a convertir una casona vieja que perteneció a un conde en un hostal "sólo para fumadores" con una casa de tabaco donde se venden los mejores puros de La Habana.

"Los constructores estaban haciendo una cisterna y empezaron a cavar. Aparecieron tres tumbas -son una treintena en total- y ahí comenzamos a trabajar", relata aún con sorpresa el joven Ernesto Cuña.

"Luego descubrimos la escalera de la cripta", comenta emocionado el arqueólogo. "Inicialmente aparecieron huesos dispersos", señala Cuña, para quien hay aquí más de un centenar de cadáveres, pues las tumbas contienen varios cuerpos cada una.

Además, aparecieron piezas de lino de las mortajas, crucifijos de oro y algunas medallas religiosas, todo de escaso valor material -los terciarios hacían votos de pobreza-, pero incalculables para descubrir cómo vivían y morían los ancestros.

Los restos de niños, mujeres y hombres descansan allí.


El misterio de las criptas
Un olor espeso de tierra húmeda se siente al llegar a la cripta donde trabajan los especialistas, mientras algunos esqueletos sobresalen de las tumbas de unos 90 centímetros hechas en ladrillo y rústicamente enyesadas.

Aunque faltan varias etapas investigativas (se está en la parte excavatoria) y horas de laboratorio para finalmente hacer un informe científico, las primeras deducciones salieron ya a la luz.

"Estas personas tenían malísimos hábitos de higiene, sus dientes están llenos de caries y acumulación de sarro, muestran flemones que podrían haberles acarreado la muerte", manifiesta Cuña.

Según explica este arqueólogo y luego ratifica Arrazcaeta, aunque los cuerpos se encontraron en un subsuelo de la parte posterior al espacio ocupado entonces por el altar mayor, todo el templo sirvió como cementerio.

Sin embargo en el área delantera del templo, donde se excavó hace algunos años, no habían hallado cadáveres sino escombros y probablemente aquéllos fueron removidos por familiares cuando en 1806 el obispo de Espada prohibió los enterramientos en iglesias y fundó el primer cementerio público de La Habana.

Pese a haber participado en muchos sitios arqueológicos de la ciudad vieja, Arrazcaeta no deja de sentir un cosquilleo ante los trabajos de este templo, según confiesa.

"Es que los huesos hablan", dice el experto quien con sus estudios puede llevarnos a un viaje a un destino nada turístico, pero colmado de aventuras: el del pasado. (AP)
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El centro histórico de La Habana guarda huellas del pasado reciente.

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