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 domingo, 20 de junio de 2004

Pacto fallido en las calles del barrio La Lata
Una mujer ubicó al ladrón que había asaltado a su hija, destrozando el vidrio de su auto de un barretazo, en Amenábar al 1400. Le ofreció plata por los objetos robados. Pero tuvo que huir de un nuevo intento de atraco

Los robos a automovilistas en inmediaciones la villa La Lata se reproducen con la misma modalidad delictiva, pero el último que se conoció tuvo un epílogo inusual. Protagonista de un gesto poco común, la madre de una chica asaltada regresó al sitio donde se había registrado el ilícito, ubicó al ladrón e intentó convencerlo de que le devolviera los efectos con los que se había quedado a cambio de una suma de dinero. Pero la acción persuasiva no funcionó: el joven intentó robarla a ella y a la muchacha nuevamente. Se metió como una tromba en el auto para apoderarse de la llave del vehículo, pero la mujer puso primera y se alejó con rapidez del lugar.

Ana D.L. tiene 25 años y está a punto de graduarse como arquitecta. Cerca de las 13.30 del jueves había salido del Hospital de Niños Víctor Vilela, donde trabaja ad-honorem. En su Fiat 147 enfiló por Aménabar. En la parte posterior del auto llevaba un bolso en el que guardaba planos y proyectos de trabajo, el documento de identidad, una agenda, un teléfono celular y unos diez pesos.

Ya transitaba por Aménabar entre Paraguay y Corrientes cuando un muchacho de unos 20 años, con su cara bronceada y un flequillo prolijo, cruzó la calle trastabillando. La chica apoyó su pie en el freno del auto para disminuir la velocidad y así evitar atropellarlo.

En segundos, Ana comprobó que había caído en una trampa. Como una flecha, el joven se incorporó y salió corriendo hacia el lateral derecho del Fiat. Con una barreta destrozó enseguida el cristal de la parte trasera del vehículo, recogió la cartera de la chica y se esfumó por un pasillo del asentamiento.

Desesperada, Ana recorrió algunas cuadras en el Fiat 147 y llamó por teléfono a la madre para contarle lo que había sucedido. La mujer, una docente universitaria que prefirió mantener su identidad en reserva, se subió a su auto y se encontró con su hija. Entonces creyó que el menor camino para recuperar las cosas sustraídas era regresar a La Lata y tratar de persuadir al ladrón para que los entregara.

Juntas fueron al lugar donde había ocurrido el atraco. Cuando llegaron a Aménabar al 1400 divisaron los trozos de vidrio en el pavimento. Y sobre la vereda estaba parado el muchacho vestido con un buzo gris y con una cicatriz en la nariz que había asaltado a Ana. "Estoy acostumbrada a tratar con jóvenes y adolescentes porque soy docente universitaria. Creo que si somos respetuosos con las personas responden de la misma manera. Le dije «lo que vos te llevaste no es tan valioso. Devolvémelo y yo te doy el dinero que quieras»", explicó la docente.

Convencida de que el muchacho aceptaría la propuesta, la mujer hasta pactó el lugar de encuentro para concretar el acuerdo: la puerta del Hospital de Niños. El ladrón no respondió nada. Levantó la vista, miró a alguien que caminaba detrás y se introdujo en el auto. Quiso manotear la llave del vehículo, pero no pudo. La profesora universitaria apretó el acelerador y se fue del lugar.

El viernes a la noche, sentada en un bar cercano al parque Urquiza, la mujer estaba sorprendida y le costaba entender lo que había sucedido. "Es demasiado. El no escuchaba lo que yo le decía. Le ofrecí algo que le convenía y sin embargo volvió a robar".

En ese momento creyó que el muchacho estaba "drogado o alcoholizado" y por eso no aceptó su oferta. Entonces creyó que no tenía más alternativa que denunciar el episodio. "Lo hice porque me di cuenta de que la situación era irreversible", explicó.

Fue con su hija a la seccional 5ª y realizaron una presentación por el caso. Los policías de esa comisaría concurrieron al lugar del atraco, pero no encontraron al muchacho. Después se comunicó con la empresa que le brinda el servicio de telefonía móvil y le dio de baja al celular de la hija. En ese momento se enteró de que se habían hecho dos llamadas con el aparato sustraído a Ana.

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La zona donde a Ana, alumna de arquitectura, le rompieron el auto para robar su cartera.

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