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 domingo, 20 de junio de 2004

Osado. Un diseñador independiente sienta las bases del transporte de masas al cosmos
Una "libélula" y una "salchicha" plantean una revolución espacial
Un puñado de intrépidos aviadores privados realizará mañana el intento de lanzar un hombre al cosmos

La entrada en una nueva era de la exploración del espacio parece estar en manos de un puñado de intrépidos aviadores soñadores y de un equipo de financieros. Mañana se realizará el primer intento privado de lanzar a un hombre al espacio, en lo que esperan se convierta en el primer paso hacia el transporte espacial de masas.

El intento tendrá lugar a primera hora de la mañana (local) desde una polvorienta pista de aterrizaje en el desierto de Mojave, en el sureste de California, donde Burt Rutan, un legendario aunque rebelde diseñador de aviones lanzará el SpaceShipOne a un vuelo que podría cambiar la historia de la aviación.

El bulboso aparato será elevado primero por un avión larguirucho hasta una altura de unos 16 kilómetros. Allí, la pareja de aparatos, descrita por la revista tecnológica Wired como "una especie de encuentro entre una libélula y una salchicha alada", se separará, y el piloto del SpaceShipOne activará su cohete de propulsión durante unos 80 segundos.

Eso debe bastar para elevar al aparato, tres veces más rápido que la velocidad del sonido, hasta una altura de cien kilómetros sobre la superficie de la Tierra. Durante unos segundos el piloto, cuyo nombre aún no ha sido revelado, sentirá el silencio, la negrura y la ingravidez del espacio.

Entonces, el cohete hará su reentrada en la atmósfera terrestre, planeando hacia la superficie antes de desplegar sus alas, que lo llevarán suavemente hasta tierra, de acuerdo con el plan.

Los hombres detrás del proyecto son el diseñador Rutan, quien es sin duda alguna lo más cercano a una celebridad que tiene la aviación. Entre sus diseños figura el Voyager, el primer avión que realizó una vuelta al mundo sin paradas y sin repostar.

El proyecto está financiado por el cofundador de Microsoft, Paul Allen, que ya lleva gastados gastado 20 millones de dólares en el emprendimiento. Podría recuperar parte de su inversión en el vuelo de mañana, que si tiene éxito obtendrá el premio Ansari X Prize, dotado con diez millones de dólares. Este galardón será entregado al primer equipo que lance con éxito al espacio una aeronave tripulada con una carga de tres personas dos veces en dos semanas.

Pero el verdadero premio es mucho más que eso. Desarrollar una aeronave espacial privada con éxito permitirá a sus patrocinadores liderar el turismo espacial, donde los pasajes costarán más de 100.000 dólares por cabeza. Más significativo aún es que el éxito les pondría en una posición excelente a la hora de recibir nuevos contratos del gobierno en el marco de los planes para reformar la agencia aeroespacial estadounidense Nasa, que pretenden dar un papel mucho mayor a las empresas privadas.

La Nasa ha ostentado el monopolio absoluto de la exploración espacial durante los últimos 40 años. Pero tal como recordaba la revista Economist en un número reciente, "la agencia lo ha hecho de un modo espectacularmente caro, derrochando cientos de miles de millones de dólares en proyectos que no cumplen las expectativas que permitieron su financiación".

Las lanzaderas son terriblemente caras, muy poco fiables y, al igual que la estación espacial internacional, la ISS, a la que se supone que sirve para algo, están consideradas ampliamente superfluas respecto a las razones científicas con que algunos justifican la navegación espacial.

La burocracia de la Nasa es notoria, y cuando pasa parte de sus 15.000 millones de dólares de presupuesto a empresas privadas, el trabajo casi siempre va a sólo dos grandes empresas aeroespaciales, Boeing y Lockheed Martin. Lo que significa que los empresarios creativos apenas han tenido impacto en los avances de la carrera espacial.

Ahora, si todo va como está previsto a las 6.30 (hora local), un pequeño equipo de diseñadores, ingenieros y visionarios del espacio, lanzarán a un hombre fuera de la atmósfera terrestre a un precio que probablemente ni siquiera cubriría el presupuesto para café de la Nasa.

Rutan tiene fama de proporcionar soluciones de ingeniería brillantes y a buen precio. En el caso del SpaceShipOne, sus planes proponían unir tecnologías ya existentes en un proyecto que se convertirá en mucho más que la mera suma de sus partes. Algo que, según sus críticos, resulta ser su debilidad.


Descreimiento de especialistas
"Hay que poner las cosas en el contexto adecuado", explicó Mark Lewis, profesor de ingeniería aeroespacial en la Universidad de Maryland. "En sí mismo, no es una gran cosa. Tienen una pequeña cabina sobre un cohete. Las velocidades que están alcanzando son las que obtuvimos hace 50 años. El concepto de lanzar el aparato desde un avión transportador es bueno, pero eso ya lo hicimos en la era de la II Guerra Mundial", señaló.

Otros afirman que los esfuerzos privados en la carrera espacial fracasarán al primer obstáculo que encuentren. Respecto al SpaceShipOne, "creo que no logrará altitud" cuando se trate de logar el X Prize, afirmó Randa Milliron, de Interorbital Systems, competidora de la empresa de Rutan, Scaled Composites. "Puede que logre besar el espacio con una persona, pero, ¿con tres personas? Si lo hace, será porque tuvo muchísima suerte". (DPA)

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El turbojet White Knight (el superior, de largas alas) lleva en su panza al SpaceShipOne, más grueso y rechoncho.

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