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 sábado, 19 de junio de 2004

candi
-Los sucesos que alientan a la humanidad, las buenas noticias, no siempre son debidamente difundidas. La charla de hoy deseo comenzarla con una cita simple pero tan profunda de Sófocles: "La obra humana más bella es la de ser útil al prójimo". Y esta ha sido la obra de un médico rosarino al que hoy rendimos homenaje, Jorge Slullitel, quien fue designado anteayer ciudadano ilustre post mórtem por el Concejo Municipal de Rosario. Ciertamente un reconocimiento harto merecido para quien hizo de la medicina no sólo la pasión de su vida, sino el gran vehículo, el sublime medio para aliviar el dolor de la humanidad.

-Jorge Slullitel fue un gran traumatólogo de nuestra ciudad que honró al país y al mundo incluso, pero como bien dice otro colega suyo y reconocido profesional también, el doctor Rubén Bercovich, fue un hombre que asistió "con amor y dedicación plena a tantos niños dolientes, constituyéndose en un himno al trabajo médico". Slullitel tuvo un profundo amor por la cultura, la música, la pintura y el arte en general, pero nos quedamos con la frase más hermosa de Bercovich que en nuestra opinión califica de manera absoluta a este médico hoy homenajeado por la ciudad y, humildemente, por nosotros: "Fue un idealista, un humanista. Alivió el dolor de sus semejantes. Ejemplo de ética y moral para las jóvenes generaciones".

-Es necesario recordar algunos, sólo algunos, de los cargos ocupados por Jorge Slullitel y apenas unas pocas de las tantas actividades por él desarrolladas: profesor adjunto, ad honórem, de la segunda cátedra de Ortopedia y Traumatología de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Rosario; profesor titular, dedicación semiexclusiva, de la especialidad de ortopedia y traumatología. Escribió 142 publicaciones, obras y comunicaciones y fue miembro de 18 sociedades científicas nacionales e internacionales. Desde luego, incansable médico de los hospitales rosarinos, entre ellos el Hospital de Niños Víctor J. Vilela y el Clemente Alvarez.

-Slullitel fue muchas cosas, pero sobre todo fue un gran hombre y así lo recordó durante su discurso en el Concejo Municipal el doctor Bercovich: "Ejerció en esta ciudad el noble oficio del arte de curar y a medida que pasa el tiempo, adquiere la fama de médico ilustrado, logrando muchos éxitos profesionales. Sus aspiraciones no terminaban en tener una clientela selecta y numerosa, necesitaba algo más para saciar esa sed de saber, que no se logra sólo con una nutrida biblioteca, ni con colecciones de revistas extranjeras, sino en el diario y hermoso trabajo en el hospital, campo de enseñanzas e investigación, donde uno se acerca más al dolor y aprende a respetarlo y se impone a su vez el deber de evitarlo. Es de este contacto, con el dolor y el afán de excluirlo que nace, además del ser médico, el ser humanitario. Largos años de asistir a chicos con problemas óseos de tumores, por el paso del hospital. Entre sus enfermos se sentía feliz y a ellos se daba, sin reservas, tratándolos con suavidad y bondad. Su trabajo en la sala no se limitaba a pasar visita solamente, sino que examinaba cada caso cuidadosamente y ocupándose personalmente de cada paciente que se operaba, con profunda obsesión. Su cariño por el trabajo lo hacía infatigable y no perdonaba ni los domingos ni días de fiesta para controlar a sus pacientes. Por todos los enfermos mostraba el mismo interés, ya fueran casos sencillos o difíciles, y en los casos graves se desvivía sin cansancio hasta su posible solución. Sufría por cada paciente incurable".

-A menudo nos preguntamos: ¿cuál es la gran razón, el aspecto trascendente de la existencia humana? Buscamos las respuestas para este gran arcano en planos efímeros e insustanciales. La razón de la existencia es el servicio, que es una de las formas más puras del amor. Ese amor que prodigó Slullitel al prójimo. El discurso de Bercovich tiene un final muy hermoso que tiene que ver con la figura del padre que fue Jorge Slullitel, un padre comprometido, como tantos, con el futuro de sus hijos. Un padre que bregó por infundir "fe, confianza, horizonte, sentido, valores, exigencias y deberes", porque como evoca Bercovich: "Los jóvenes sin sueños son como flores que se marchitan".

Candi II

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