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 sábado, 14 de febrero de 2004

Reflexiones
¿Siempre triunfa la burocracia?

Juan Carlos Vennera

El 23 de octubre del año 1990, en la página 7 de La Capital salió una nota de mi autoría que se tituló: "El archivo departamental del Registro Civil, un pequeño calvario para los rosarinos". En la misma contaba la aventura que era en esa época la petición y la entrega de una partida.

El diario se hizo eco de la nota y cubrió la información con un cronista y un fotógrafo. Al otro día, con dos fotos de la realidad, titulaba: "Precaria atención en oficina pública". Debajo decía: "Quejas generalizadas por parte de los ciudadanos que concurren al archivo del Registro Civil en Tribunales. Largas colas y tramitaciones engorrosas". En ese tiempo, se atendían trescientas personas diariamente. La exigencia de partidas de nacimiento por parte de los burócratas en los colegios primarios, secundarios y facultades, es a mi juicio, un resabio de irracionalidad que raya en lo absurdo y que pone de malhumor a todos, a los peticionantes de partidas y a los empleados que atienden esos pedidos.

Me resulta incomprensible, irracional, ilógico, falto del más común de los sentidos, que en estos días, siglo veintiuno, se pidan partidas de nacimiento que nada prueban, absolutamente nada, ya que no tienen una foto, ni dígito pulgar y cualquiera puede decir que es de él.

Algún funcionario con una partida de nacimiento, pudo por ejemplo, ¿cobrar un cheque?, ¿suscribir un poder?, ¿realizar una escritura o una operación de cualquier tipo? La respuesta correcta es: no, y entonces, ¿por qué exige un papel inútil? ¿Para qué podrán querer la partida de nacimiento en un colegio o en una facultad? ¿Para qué? Ganas de juntar papeles, nada más. De cada ciudadano con estudios terciarios terminados, quedó una partida de nacimiento en el colegio primario, otra en el secundario, otra en la facultad y no me acuerdo bien, pero me parece que también quedó una en el jardín de infantes. Ni hablemos si tuvo que cambiar de colegio.

¿Para qué sirve el Documento Nacional de Identidad? ¿No están todos los datos del titular en el mismo? El burócrata pregunta al ciudadano ¿nombre?, ¿edad?, ¿sexo?, ¿dirección? y esos datos se extraen del DNI, pero además, el ciudadano le debe demostrar al burócrata que lo atiende, que ha nacido.

¿Qué función cumple una partida de nacimiento en un legajo de alguna repartición? ¿Qué importancia tiene la demostración de que el titular de un DNI, que está parado o sentado frente al burócrata, le tenga que demostrar, además, que ha nacido? ¿Qué se verifica con la partida de nacimiento? ¿Qué se acredita? ¿Qué se prueba?

¿A nadie se le ocurre pensar que no debe haber algo más ridículo que demostrar que una persona que está haciendo un trámite, ha nacido? Si a través de la tecnología, en la que siempre gastan fortunas los gobiernos para hacer alarde que la tienen, un burócrata de una repartición oficial, cualquiera sea, con el número del DNI, ingresando en el Registro Nacional de las Personas obtiene todos los datos de la misma, ¿para qué hay que demostrar que ha nacido? ¿Para qué? ¿Qué hacen en la Universidad de Rosario con dos mil, tres mil, cuatro mil o quizás más partidas de nacimientos que reciben por año? ¿Qué hacen los colegios primarios y secundarios con tantas partidas de nacimientos en su poder?

Desde octubre del año 90 pasaron las gobernaciones de Reutemann, de Obeid, otra vez Reutemann y ahora otra vez Obeid, y también pasaron más de trece años y parafraseando al poeta Olegario Víctor Andrade, puedo afirmar, que "todo está como era entonces, la casa, la calle, el archivo y el río humano haciendo cola", o mejor dicho, dos cosas han cambiado: una, la cantidad de personas que piden partidas de nacimiento, actualmente es de quinientas por día y la otra, el precio que tienen las partidas: dos pesos con veinticinco centavos las comunes y cuatro pesos con cincuenta centavos las urgentes.

Los ciudadanos seguimos siendo víctimas de trámites innecesarios que nos hacen perder horas de trabajo haciendo largas filas y aguardar con muchísima paciencia ser atendidos. Prueba de lo que afirmo, son las quinientas personas que todos los días acuden al Archivo del Registro Civil y forman una cola que sale por la puerta que por avenida Pellegrini tienen los Tribunales Provinciales de Rosario.

La burocracia sigue triunfante. Han pasado más de trece años y no hubo en ese tiempo, ni un gobernador, ni un ministro de Gobierno o de Educación, ni un decano de una facultad o un rector de la universidad que haga imperar el sentido común y dejen de exigirle a la ciudadanía papeles que no sirven para nada.

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