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 miércoles, 12 de noviembre de 2003

Editorial
¿Vuelven las inversiones?

Más allá de las alentadoras señales de progreso en la economía argentina, su evolución en el mediano y largo plazo parece seguir estando signada por la incertidumbre. La compleja reestructuración de la agobiante deuda externa es el corsé que condiciona el futuro, pero gran parte de los problemas actuales tiene su origen en un elemento subjetivo que no podrá ser desterrado de un día para el otro: la desconfianza. De todas maneras, dos noticias difundidas en la edición de ayer de La Capital dan indicios de que se está produciendo un anhelado cambio: por un lado, el anuncio de la petrolera Repsol de que volcará en el país en los próximos cuatro años un total de 5.620 millones de dólares, y por el otro -en escala mucho más modesta, pero importante para la región- la confirmación de que Celulosa invertirá 30 millones de la moneda norteamericana en su planta de Capitán Bermúdez para aumentar la producción en un 40 por ciento.

¿Se puede hablar, entonces, de un retorno de las inversiones? No existen dudas de que ese sería el deseo de todos. Pero por ahora, resulta imposible lanzar una afirmación que posea tan elevado grado de optimismo. Sí puede aludirse, en cambio, a que ciertos aspectos de la gestión de Néstor Kirchner y también de Roberto Lavagna -presencia clave en un ministerio clave- han liberado al menos parcialmente puentes que se encontraban obstruidos.

Pese a ello, no puede dejar de observarse que existe a altos niveles de decisión en el país una tendencia a confrontar y a irritar que resulta, cuanto menos, inexplicable. Y no es que quienes conducen la Nación carezcan de derechos y atribuciones como para reafirmar su posición en torno del fracaso del modelo implementado durante la década pasada -que tuvo, claro está, sus beneficiarios-, sino que su misión principal debería consistir en diluir enfrentamientos improductivos, en lugar de provocarlos. En tal sentido, los dos encuentros de empresarios que se llevaron a cabo en los últimos días -reflejo de lecturas distintas de la realidad- dieron un preocupante síntoma de que persisten choques que deben ser desterrados si se pretende consolidar el camino de recuperación recientemente iniciado.

Ojalá que el paso del tiempo lime las asperezas innecesarias y quienes tienen la responsabilidad y el privilegio de ejercer el poder abandonen cualquier viso de sectarismo para impulsar, desde el pragmatismo que requieren los tiempos presentes, cada proyecto que contribuya a motorizar la economía.

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