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 miércoles, 05 de noviembre de 2003

¿Abuelas esclavas e infartadas?

Me preocupa cierta línea investigativa que se aleja de la función placentaria de una sociedad que debe encontrar la manera de que los niños crezcan, con la experiencia de ser amados para ser "humanizados". Decía Gottfried Leibniz que "el presente está siempre grávido del porvenir" y justamente es en el territorio de los vínculos gestados entre abuelos y nietos donde se encuentran los bulbos del amor para un mañana mejor. Primero, me llamó la atención la repercusión que tuvo en el ámbito médico-psicológico, el libro del premiado profesor doctor Antonio Guijarro Morales de la Universidad de Granada: "El síndrome de la abuela esclava". Lo plantea como "pandemia del siglo XXI", una especie de suicidio con más morbimortalidad que el Alzheimer, Parkinson y otras patologías... En el "Mundo Salud" del 31 de octubre de este 2003, aparece como noticia los resultados de la investigación llevada a cabo en la Universidad de Harvard, publicados en el American Journal of Public Health, donde se enuncia que las abuelas cuidadoras de nietos, más de 9 horas semanales, son 55% más vulnerables de sufrir infartos que las dedicadas a otras profesiones o a "sí mismas"... También refieren que el compromiso emocional es menor cuando se cuidan hijos, aumentando la tolerancia a 21 horas por semana. Este último dato rompería el mito de que con los nietos hay menos compromiso y responsabilidad que con los hijos. Hay tanto para argumentar sobre la pasión que despiertan los nietos, el repertorio de pensamientos y gestos y todo lo que eso inspira, que sería difícil una síntesis de pocas líneas. Por eso me referiré a una maravillosa experiencia que compartí con alumnos del Colegio Español, el 24 de octubre, que valdría la pena replicarla en otras escuelas. Convocados por la docente del taller literario, un grupo de niños y sus abuelos realizaron un productivo encuentro. A partir de la lectura: "Una bisabuela venida de España" (del libro "Una escuela para creer y saber crecer") se gestaron preguntas, ideas, dudas, risas, intercambio de relatos, recuerdos y explicaciones que tomaron el formato de maravillosos escritos espontáneos, redactados por los niños. Entre el ayer recordado y el mañana imaginado en proyectos constructivos, transita el mundo de los sueños y la realidad de que los niños deberán transitar. Nada mejor que los abuelos para transmitir lo que vale la pena fecundar para construir un mundo que impida la caída en abismos absurdos.

Mirta Guelman de Javkin



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