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 sábado, 06 de septiembre de 2003

"Es algo que se lleva en el corazón"

María del Carmen D'Alleva (en foto de tapa) es profesora de enseñanza primaria en los 4º y 5º años de la EGB de la Escuela Nº 227 Bernardino Rivadavia, de Pujato. Tiene diecisiete años de docencia y asegura que desde chica le llamaba la atención servir a los demás. "Es algo que no se puede explicar, algo que se lleva en el corazón y te hace actuar". Dada su historia familiar, estudió becada en el Colegio Nuestra Señora de Misericordia de Casilda.

"No porque te gusten los chicos vas a ser una buena docente. Como dice Fontanarrosa: 10% es de inspiración y 90 % de transpiración", aclara. Para ella, un elemento esencial para acompañar esa vocación es la formación.

"Mis primeros diez años en la profesión los trabajé en la Escuela Nº 856 de Pérez. Fueron mis primeros formadores y a los que debo agradecerles mis mejores recuerdos. Me dieron herramientas para ser abierta, leer, perfeccionarme, estudiar, estar siempre en movimiento. También enseñé en la Escuela Sarmiento de Coronel Arnold y fue una experiencia importante".

Según consideró, "no se necesita dinero para hacer cursos, sino leer, que hay muchos materiales que siempre son de gran ayuda". En ese sentido, reconoce que en la actualidad existe cierta desvalorización del rol docente aunque advierte dos puntas en el fenómeno: "En parte fue nuestra responsabilidad, nos olvidamos de ser profesionales, tenemos que crecer, investigar. Antes el maestro era el gran saber. En cambio, ahora se tiene que tomar de otras cosas y muchas veces son los padres los que nos desvalorizan, porque se desdibujan los valores y se generan muchas contradicciones entre los docentes y la familia".

También resaltó que hay mucha gente que elige la docencia porque es una salida laboral que tiene a mano, sin embargo recalcó que sino existe el placer no se puede sostener este trabajo. "No siempre es un bálsamo, sino hay vocación, no hay compromiso, no se puede hacer".

Sabe que en los tiempos que corren el asistencialismo es "un mal necesario", porque salvo la educativa que está siempre salvando los platos rotos, las instituciones ya sea el Estado o las asociaciones intermedias, no están cumpliendo los roles que les corresponden.

"Mi función es educar e incluir. Cuando estoy delante de un grupo, mi función es ayudarlos a crecer y ser personas, conocer qué necesitan. Cuando uno termina una clase y salió espantosa es porque no se pudo descubrir lo que se necesitaba", sintetizó.

Entre sus mayores satisfacciones figura la de encontrarse por la calles con alumnos, que ya adultos, se cruzan de vereda para saludarla con un "Hola, seño" o por ejemplo, haber encontrado en su agenda una nota de agradecimiento de una alumna que tenía dificultades para escribir. "Eso quiere decir que se ha dejado una marca,lo cual es sumamente gratificante".

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