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 miércoles, 20 de agosto de 2003

Vieira de Mello: un hombre que defendía los derechos de los iraquíes

Nueva York. - Hace pocos días el enviado especial de la ONU Sergio Vieira de Mello había subrayado una vez más lo mucho que se identificaba con su papel de defensor de los intereses del pueblo iraquí. En una entrevista con el periódico brasileño O Estado de Sao Paulo, Vieira de Mello consideró que la ocupación de Irak representa una situación "humillante" y "traumática" para los iraquíes. "¿A quién le gustaría ver a su país ocupado? A mí no me gustaría ver tanques extranjeros en Copacabana", enfatizó.

Vieira de Mello explicó que había ido a Irak a ayudar a la gente a construir una nueva vida, pero terroristas inescrupulosos se cobraron la suya en un atentado explosivo contra la sede de la ONU en Bagdad. "¿Por qué nosotros? ¿Por qué Naciones Unidas?", se preguntaban en la sede de la ONU en Nueva York los empleados de la organización internacional. Tristeza y rabia reinaban en los corredores frente al East River neoyorquino, como entre los cientos de trabajadores de las Naciones Unidas en Irak.

Vieira de Mello había asumido el cargo de enviado especial de la ONU en Irak por solamente cuatro meses. El diplomático brasileño estaba demasiado comprometido con su puesto de Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, que había asumido recién el año pasado y que, a largo plazo, consideraba más importante que su papel como enviado especial a Bagdad. Es por eso que ansiaba regresar cuanto antes a trabajar con los derechos humanos, cuya concreción en Irak también fue una de las principales metas de su gestión en Bagdad.

El secretario general de la ONU, Kofi Annan, le encomendó una difícil tarea en Bagdad no sólo por su experiencia de décadas en la ONU y en diversos escenarios de crisis, sino también porque Vieira de Mello era considerado un realista y un funcionario de cabeza fría muy comprometido con su trabajo. "Las Naciones Unidas no pueden resolver todos los problemas del mundo, pero al menos deben intentarlo", solía decir el diplomático.

En Irak, Vieira de Mello trabajó desde el comienzo para que la ONU asumiera mayor protagonismo en la reconstrucción del país, a la vez que exigió al Consejo de Seguridad que diera pasos claros hacia la reinstauración de la soberanía en el país. Sin un gobierno estable y representativo en Bagdad, sin un acuerdo sobre una Constitución democrática y el llamado a elecciones libres, la situación continuaría agravándose, había advertido.

Además de asegurar la distribución de ayuda humanitaria, otra de sus prioridades era normalizar el sistema de justicia y la policía, así como preparar al país para elecciones. Al igual que Annan, Vieira de Mello impulsaba un cronograma claro para el traspaso del poder a un gobierno iraquí soberano, en el que la ONU estaba llamada a jugar un rol central.

Sin embargo, hasta ahora Estados Unidos solamente les otorgó a la ONU un rol "significativo" en el país, en el que la última palabra sigue siendo de Washington y en menor medida de Londres, que según el Consejo de Seguridad de la ONU debían encargarse de proteger el cuartel del organismo en Bagdad. A pesar de que Vieira de Mello mantenía buenos contactos tanto con los aliados y con grupos iraquíes, sus declaraciones públicas no siempre cayeron bien en Washington.

El gobierno estadounidense tiene que dejar en claro que la ocupación de Irak es transitoria y resolver los problemas cotidianos de los iraquíes, como la falta de agua y de servicios sanitarios, había demandado abiertamente el diplomático. Solamente de esta forma se podría poner fin a las tensiones y los ataques contra las fuerzas de ocupación, dijo.


Carioca humanitario
Vieira de Mello, nacido en Río de Janeiro, había trabajado durante 35 años para la ONU, donde comenzó como editor de publicaciones para el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) en 1969 en Ginebra. Las situaciones de peligro o de reconstrucción de países destrozados por las guerras no eran desconocidas para él, que además era hijo de un diplomático.

Durante las dos décadas siguientes sirvió como funcionario en la devastada Bangladesh tras su guerra separatista de Pakistán, y estuvo en zonas civiles durante las guerra en Sudán, Mozambique y Líbano. También dirigió el programa de desactivación de las minas terrestres en Camboya. Ascendió en las filas de la Acnur, y dirigió operaciones de ayuda humanitaria desde Ginebra durante gran parte de la década del 80, como las destinadas a la crisis de los Grandes Lagos en el centro de Africa y el éxodo de albaneses tras el colapso del comunismo en ese país en 1991.

En 1993 fue enviado a Bosnia cuando estalló la guerra entre serbios, croatas y musulmanes, y se hizo cargo de los asuntos civiles para la Fuerza de Protección de la ONU. En 1996 se convirtió en Asistente del Alto Comisionado para los Refugiados. Dos años más tarde, Annan lo llevó a Nueva York para convertirlo en Subsecretario General de Asuntos Humanitarios y luego lo envió brevemente a la provincia serbia de Kosovo, antes de darle su tarea más importante: ayudar en la construcción de una nueva nación asiática, Timor Oriental.

El diplomático tuvo una fuerte presencia en el país, golpeado económica y socialmente por la violencia que acompañó a la retirada de Indonesia, y desempeñó un papel vital en llevar a Timor Oriental a su plena independencia en el 2002. (DPA y Reuters)

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El diplomático brasileño asesinado.

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