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 miércoles, 13 de agosto de 2003

Primer capítulo judicial de un horrendo doble crimen familiar
Procesaron a un hombre que mató a su hermana y su sobrina, que era madre de sus hijas, y las sepultó en su casa

María Laura Cicerchia / La Capital

El hombre que mató a golpes a su hermana y su sobrina y luego las enterró en el patio de su casa habría asesinado primero a una de ellas y, al ser descubierto por la otra, decidió eliminarla para que no lo delatara. Esa es la hipótesis del hecho planteada por un juez penal que procesó a Alberto Albarracín, de 55 años, por el alevoso doble crimen. Lo que supone que no sólo quiso matar sino que tuvo la intención más grave de hacerlo para ocultar otro delito.

Las figuras que el juez de Instrucción Nº 4 Jorge Eldo Juárez achacó al imputado lo colocan frente a la posibilidad de ser condenado a la pena máxima: lo envió a juicio como probable autor de un homicidio agravado por la alevosía y, a la vez, acusado de causar la segunda muerte para lograr impunidad por la primera. El Código Penal dispone penas de prisión o reclusión perpetua a quien mata a una persona para ocultar otro delito.

Esa posibilidad, que ahora deberá ser confirmada por un juez de Sentencia, surge del pormenorizado y estremecedor relato de los hechos que hizo el imputado y de las marcas que quedaron en los cuerpos de las víctimas: Berta del Valle Albarracín, de 50 años, y su hija Andrea Fernanda González, de 23. La joven era sobrina y a la vez concubina del acusado, con quien tenía dos nenas de 4 y 2 años. Según las autopsias, las mujeres tenían múltiples golpes y costillas quebradas y ambas murieron por fractura de cráneo.

Los asesinatos ocurrieron una noche de enero en la casa que compartían en Ayacucho 3182 pero fueron descubiertos dos meses después. Albarracín, quien quedó al cuidado de sus hijas, brindó demasiadas señales sospechosas ante sus vecinos, a quienes dio versiones contradictorias sobre el paradero de su hermana y su sobrina y pareja. Finalmente, un vecino que lo ayudó con la limpieza de la casa encontró los documentos de las mujeres en un bolso y el dato corrió por la barriada, desde donde se llamó a la policía al intuir que las mujeres podrían haber sido ultimadas.

Cuando los investigadores lo interrogaron, Albarracín confesó sin más el doble crimen y señaló el lugar del patio donde yacían sepultados los cuerpos. Allí, debajo de un limonero, había cavado un pozo para construir un baño que finalmente se convirtió en el escondite donde sepultó los cadáveres la noche del 15 o 16 de enero.

En su confesión, que luego desmintió, dijo que la relación con Andrea se resintió cuando ella empezó a ir a un templo evangélico. "Berta le decía que no podíamos estar juntos porque el evangelio no lo permitía y Andrea le hacía caso", narró. Su concubina, entonces, empezó a ausentarse para ir al templo o al Club del Trueque y esto lo llevó a pensar que ella lo engañaba.

Albarracín relató que un día, al regresar a su casa tras vender cosas en su bicicleta, encontró a su pareja en la cama con otro hombre. Dijo que esto lo encegueció y empezó a golpearla con furia. Según su versión, la tomó de los hombros y la golpeó primero contra la pared y luego a puñetazos, hasta que se le aflojaron las piernas y la joven cayó desvanecida al piso.

En ese momento, dijo, ingresó Berta reprochándole haber asesinado a su hija. Albarracín la tomó de la solapa del saco y procedió con ella del mismo modo. "Ahí está tu hija", le dijo cuando cayó al suelo gimiendo de dolor. Retiró a las nenas de la habitación, envolvió los cadáveres en frazadas y los acomodó en el fondo del pozo, que empezó a tapar primero con las manos y luego con una pala. "Me quedé llorando toda la noche. Lo que más me preocupaban eran las bebas. Qué iba a pasar con ellas", confió cuando lo apresaron, y manifestó alivio por la "carga" que había soportado mientras calló los crímenes.

La posibilidad de que haya sufrido una emoción violenta fue rechazada por el juez, quien también descartó que hubiera encontrado a su mujer con un amante. Es que el imputado sostuvo que el desconocido escapó desnudo en un auto, pero no pudo explicar dónde llevaba las llaves. Además dijo que quemó sus ropas, pero los investigadores no hallaron rastros de foco ígneo.

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Berta y Andrea en una foto familiar.

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