Alejandro Cachari
Malo con ganas hasta después de los 30' del primer tiempo. Una ráfaga de Riquelme en los últimos 10' de la primera mitad que le alcanzó y le sobró a Román para transformarse en el jugador con mayor incidencia en el desarrollo del juego y por ende en la figura de la cancha: abrió el marcador cuando Central empezaba a insinuar cierta superioridad en el juego. Intenso y desordenado -como siempre- en el complemento. Emotivo de a ratos. Caliente casi siempre. El devaluado clásico que jugaron ayer Central y Boca en el Gigante quedó para los de Bianchi por 2 a 1 como si fuera una ratificación de la tortura que persigue al ciclo Bauza ante los xeneizes: cinco derrotas y un empate en seis partidos. Primera diferencia: Riquelme consumó a los 40' lo que De Bruno no pudo estampar en la red de Abbondancieri cuatro minutos antes. Segunda distinción: Pizzi, el jugador más importante de Central por ascendiente y capacidad goleadora (y en definitiva único delantero auriazul de profesión en cancha) se hizo expulsar infantilmente a los 7' del complemento. Tercera apreciación: Charles Pérez pudo hacer el trabajo que no realizó Cuberas, pero a pesar de que empató el partido su ingreso fue tardío. Al menos a juzgar por las diferencias de actitud y protagonismo que mostró Central con el misionero y con Arriola -reemplazó a De Bruno apenas comenzado el segundo tiempo- entre los diez jugadores que quedaban en el campo de juego. Cuarto ítem: fue muy rescatable la resistencia física de Central para bancar el partido con el resultado adverso y con inferioridad numérica a pesar de haber jugado un cotejo trascendente por la Libertadores apenas 72 horas antes. Aunque es probable que la falta de reacción de la defensa en el gol de Delgado se deba al lógico desgaste de la cabalgata de partidos. Quinta instancia: Central se olvidó de su arco y salió a buscar el empate que consiguió Charles Pérez. Después siguió buscando, no se conformó con la igualdad y a pesar de que se comió dos contras en los caños apostó a más cuando la lógica, o el conformismo, sugerían que había que cuidar lo que había costado tanto conseguir. Fue, ni más ni menos, que una muestra de la forma en la que se debe asumir un partido clásico; salvo excepciones. Conclusión: por resto y por variedad de recursos -a pesar de la ausencia de Riquelme en el complemento- Boca fue mejor y sobre el final ratificó en la red de Tombolini todas las insinuaciones que lo habían transformado en el más peligroso de los dos, a pesar de tener mucho menos tiempo la pelota en su poder. Tercera derrota consecutiva de Central en el Gigante por el Clausura. Tercera caída en casa de un equipo con una exasperante doble personalidad.
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