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miércoles,
28 de
noviembre de
2007 |
Cuando los estudiantes se enfrentan a la residencia
Cómo es el paso del aula al consultorio. El Sanatorio de Niños, un eslabón clave
El camino que recorren los estudiantes desde la universidad hasta alcanzar la práctica profesional siempre es intenso. En el caso de los médicos ese aprendizaje que comenzó en las aulas debe continuar sí o sí más allá de la facultad porque después de años de estudio y habiendo obtenido el título, es obligatorio que continúen con el aprendizaje. El paso de los libros al encuentro real con los pacientes suele ser una experiencia fundamental para ellos, en ocasiones mucho más ardua que la de los largos años de estudio. “Lo único que explica el sacrificio que hacemos los residentes es la vocación; si no, no hay manera de tolerarlo”, explicaron Alina Gayard, de 30 años, y Marcela Rusconi, de 29, residentes de segundo y de tercer año de pediatría. Ambas hacen su experiencia en el Sanatorio de Niños, que desde hace 25 años ofrece esta posibilidad para los médicos que se deciden por dicha especialidad.
Una vez que tienen el título los recién recibidos deben hacer el medicato (seis meses de tareas en cualquier hospital de la ciudad) y recién entonces están en condiciones de comenzar la residencia (o especialidad ) que puede ser tanto en el ámbito público como en el privado. Son 3 ó 4 años de intensa preparación práctica y teórica que sin dudas dejan huella.
Más de 100 pediatras hicieron ya su residencia en el Sanatorio de Niños. “En un cuarto de siglo hemos pasado por muchas experiencias y el balance es altamente positivo. Hasta que comenzamos con las residencias, el sanatorio tenía un recorrido importante en lo que hacía a cursos de actualización pediátrica y seminarios, pero lo hacíamos en forma discontinua”, relató Eduardo Ferrari del Sel, uno de los promotores de la residencia del centro médico y pediatra desde hace más de 40 años.
“Siempre le digo a los jóvenes que inician esta especialidad que para estar seguros de lo que eligieron tienen que pensar que a un pediatra, durante una guardia, lo pueden despertar a las 3 de la mañana por una pavada o por un caso complejo. En ambas situaciones tiene que estar dispuesto a dar lo mejor, como si fueran las 10 de la mañana”, contó Ferrari del Sel.
Rusconi y Gayard relataron que cuando les toca “la guardia” lo más difícil es mantener la coherencia y el entusiasmo durante 36 horas, y luchar con el cansancio físico y mental. Los residentes deben concurrir de 7.30 a 17 de lunes a viernes y cuatro horas los sábados, pero cada tres días pasan 36 horas seguidas en el sanatorio. “Hay cientos de niños internados y además, mucho recambio. Todos los días hay altas e ingresos. Normalmente entran entre 6 y 7 chicos por día, pero hubo jornadas de 17, sobre todo en tiempos donde el frío hace sus estragos”, explicaron.
Día a día. La rutina les impone a los residentes un contacto inicial con aquellos compañeros que estuvieron de guardia. Quien trabajó durante la noche debe pasar a la mañana siguiente las novedades de cada uno de los internados. A las 2 de la tarde se hace una reunión general donde se discuten los casos de todos los sectores. Si existe algún enfermo con una situación compleja o poco habitual, los internistas (profesionales que hace años finalizaron la residencia y trabajan en el sanatorio) se quedan con los residentes hablando del caso. “Armamos como una clase especial. Es bueno que la gente sepa que siempre tenemos el apoyo y el control de un internista. Los residentes nunca estamos solos”, contaron las jóvenes profesionales.
Opciones. La residencia les da la práctica y la posibilidad incluso de pensar en la subespecialidad. “Creo que voy a dedicarme a la neonatología”, dijo Gayard. En cambio, Rusconi se ve en un consultorio lidiando con niños de todas las edades: “En tantos años de práctica intensa uno puede ir pensando hacia dónde quiere apuntar en su profesión. Hoy confirmo que atender chicos es lo que deseo, aunque en el consultorio más que con los chicos hay que luchar con los padres”, agregó con una sonrisa y afirmó que la suya es una profesión exigente y difícil de compatibilizar con el matrimonio, la maternidad y los hijos propios. “La devolución es tan grande que te hace olvidar lo complejo de esta elección”, concluyen las médicas.
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Fotos
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El pediatra Ferrari del Sel y las residentes Marcela Rusconi y Alina Gayard.
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