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miércoles,
28 de
noviembre de
2007 |
Serrat y Sabina demostraron que juntos son mucho más que dinamita
El catalán y el andaluz abrieron anoche la gira argentina con su show en Rosario. El espectáculo “Dos pájaros de un tiro” incluyó un emotivo homenaje al Negro Fontanarrosa
Pedro Squillaci / La Capital
Los dos de pie frente al escenario echan por tierra cualquier preconcepto. Sus canciones son eternas, atraviesan décadas, modas, crisis políticas, amorosas. Son Serrat y Sabina, qué más. En el debut de su gira argentina, unas 22 mil almas se emocionaron en el Gigante de Arroyito con sus melodías sin tiempo. Los dos españoles todavía la están disfrutando, como si fuese una nueva travesura musical.
“Ocupen su localidad” y “Hoy puede ser un gran día” abrió el show en un combo a todo ritmo. La algarabía del público era incesante. Encima, la noche al lado del río era inmejorable, parecía que hasta las estrellas se habían puesto de acuerdo para iluminar este momento como nunca antes.
El homenaje esperado no tardaría en llegar. “Hasta a la barra leprosa se le escapó un lagrimón/cuando falló el corazón del Negro Fontanarrosa” rezaron a dúo el andaluz y el catalán. Y la ovación fue conmovedora.
“Tu nombre me sabe a hierba”, con arreglo mariachi, y “Algo personal”, en tiempo de foxtrot, comenzó a desandar un show de más de dos horas y media, en el que convivieron clásicos de ambos artistas.
Sabina apareció como el más convocante, el que atrajo al público más joven, y Serrat el que mandó entre los veteranos. La combinación resultó un cocktail explosivo. Se plantaron como dos seductores irrecuperables, tuvieron pinceladas de buen humor y hasta se atrevieron a protagonizar pasos de comedia. Sobre todo para darle aire a la ajetreada garganta del Nano, quien no llega a aquellos tonos agudos con los que deleitaba a todos en la década del 70.
Serrat cantó canciones de Sabina y éste algunas del catalán, y se prodigaron elogios que causaron complicidad en el público. Claro está, la alusión a la ciudad se coló en letras gloriosas como en “Con la frente marchita” y el efecto rebote fue inmediato.
“Si vos te hacés el Fito Páez, yo soy el Negro Olmedo” lo retó Sabina a Serrat en medio de una payada que versaba sobre musas y putas, un terreno donde ambos nadan como peces en el agua. Y trascartón llegó “No hago otra cosa que pensar en tí”, con letras cambiadas y autorreferenciales, que evocaron el pasado reciente de ambos con problemas de salud.
“No estamos muertos, estamos de parranda” cantaron en “El muerto vivo” en una estructura de tablado, con guitarras flamencas al tono. La alegoría a la parca fue festejada en un guiño inequívoco.
“Mediterráneo” con un Serrat que casi susurraba al oído y “Poema de amor” con un Sabina a gusto, cantando el tema que quiso cantar toda su vida le iba dando el broche de oro a un show que ya se convertiría en inolvidable.
El final llegó con un mix que incluyó a “Fiesta”, “Cantares”, “Y nos dieron las diez”, y la inolvidable “Esos locos bajitos” para saltar un puente que los llevó hacia la “Calle melancolía”. Y desde allí, en el momento más alto del show, se despidieron con otro himno: “Para la libertad”. De hecho, los miles de corazones presentes estuvieron más libres que nunca anoche en el Gigante.
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Fotos
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Dos pájaron geniales. El Nano Serrat cantó temas de Sabina y viceversa, y el público estalló en aplausos y gritos.
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