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 miércoles, 28 de noviembre de 2007  
Andar sin casco es la mayor infracción entre las motos
El 43 % de los conductores no lo lleva y el 71 % de las heridas mortales son por golpes de cabeza

Silvina Dezorzi / La Capital

La falta de conciencia sobre el uso del casco entre los motociclistas sigue siendo un problema en Rosario. Así lo revela el dato de que sobre 498 motos controladas desde septiembre pasado por la Dirección de Tránsito municipal, 333 fueron remitidas al corralón sólo por esa causa y, tanto o más grave, el 30 por ciento por carecer incluso de licencia. Lo nuevo es que ahora, para poder recuperar el rodado, sus dueños no sólo deben pagar la multa, sino participar de un taller de concientización de dos jornadas.

Nunca se dirá lo suficiente sobre la importancia de llevar puesto el casco al circular en moto, pero dos números ayudan a calcularla: siete de cada diez muertes por accidentes de tránsito se producen a bordo de esos vehículos y el 71 por ciento de las lesiones mortales son golpes en la cabeza.

Pese a eso, basta pararse en cualquier esquina de la ciudad para advertir cuán lejos se está en Rosario (y en general en la Argentina) de lo que ocurre en otros países. No sólo los europeos, donde el uso de casco es generalizado, sino de los vecinos Chile o Brasil.

   “A pesar de que a los brasileños siempre les atribuimos una cultura transgresora, con sólo cruzar la frontera se ve que allí los motociclistas pueden andar en cuero o con ojotas, pero jamás sin casco”, dice Daniel Carloni, director de Vértigo SA, firma local que fabrica esos elementos de seguridad.

El empresario admite que los motociclistas de Rosario van tomando “lentamente” conciencia sobre el uso del casco, aunque cree que sin controles y sanciones aún más severas será difícil que se universalice, tal como indica la ley.

De hecho, las estadísticas de Tránsito muestran que las multas por conducción de moto sin casco vienen disminuyendo en forma progresiva. En 2004, por ejemplo, se labraron 2.466 actas por ese motivo, en 2005 fueron 1.924, en 2006 bajaron a 1.712 y en la primera mitad de este año llegaron a 1.067. Habrá que ver qué ocurre hasta diciembre.

Aun así, de las casi 500 motos requisadas en operativos de Tránsito desde septiembre pasado, 333 fueron directamente a parar al corralón. De ellas, 213 estaban sin casco, 148 sin licencia, 136 sin seguro y 46 sin patente, entre otras faltas. En muchos casos, los conductores sumaron varias de esas infracciones.

“Hay que entender que el casco no es algo voluntario, sino estrictamente obligatorio. Así lo establece la ley nacional Nº 24.449, a la que adhirió la provincia”, dice Carloni.

Sin embargo, aunque los comerciantes admiten que la demanda de cascos registra algún aumento en Rosario, no alcanza el ritmo de la venta de motos, cuyo parque ya llega a 88.500 rodados.

Para hacerse una idea: según detalla la coordinadora de Educación Vial de Tránsito, Lía Latorre, a fin de año se habrán vendido en todo el país casi 600 mil de esas unidades cero kilómetro. En cambio, apenas se llegará a 280 mil cascos. “Un dato elocuente”, reflexiona la funcionaria, “cuando en realidad el casco debería ser tan importante como la rueda”.

La pregunta inevitable es por qué sigue habiendo reticencia para usarlo. “Se debe a una falta de cultura de la seguridad y de conciencia”, afirma Carloni, convencido de que lo demás es “pura excusa”.

¿Cuáles? Por ejemplo, que produce calor o restringe la visión y la audición. Para cada uno de esos motivos, el empresario opone un contraargumento. “Un casco como el que fabricamos, homologado según las normas Iram, tiene en cuenta todos esos factores”, dice, convencido de que esas excusas encubren, sobre todo entre los muy jóvenes, algo más profundo: “Ver a la muerte como algo muy lejano”.

Taller.
Por eso ahora, para sacar una moto del corralón, hay que presentar no sólo la verificación técnica, sino también un turno para el taller que desde fines de octubre dicta Educación Vial y al que ya asistieron 148 personas, incluidos menores que iban manejando motos (obviamente sin licencia) acompañados por sus padres.

El taller se desarrolla en dos jornadas de dos horas cada una, con temas de accidentología, psicología del tránsito y charlas de sensibilización con familiares de víctimas.
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