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 miércoles, 17 de octubre de 2007  
Asesinaron a un muchacho con un disparo en la nuca
Su cuerpo apareció desangrado en Biedma al 6200. Sospechan que fue un ajuste o un robo

El lunes a la noche, Juan Marcelo Martínez recibió un disparo calibre 9 milímetros en el cuello que lo mató en pocos minutos. Fue en Biedma al 6200, en la región sudoeste de Rosario, y según las pericias el proyectil le ingresó por la nuca, a la altura de la vértebras cervicales, y le salió por la faringe. Antes de morir, el joven luchó por salvarse. Perdiendo sangre a chorros logró arrastrarse unos 70 metros por el camino que conduce a la villa La Lagunita hasta que no pudo más y quedó tendido en el pasillo de tierra, exánime. No le robaron nada. Tenía su reloj, sus zapatillas y una gorrita blanca marca Adidas. Y a metros de su cuerpo los pesquisas hallaron una vaina servida calibre 9 milímetros y un proyectil intacto de la misma medida.

“No tengo muchas explicaciones. Nosotros estábamos con mi beba y mi esposo sentados afuera. No escuchamos ningún disparo, los perros no ladraron y tampoco escuchamos ningún gemido. Está bien que justo a esa hora (aproximadamente las 20.30 del lunes) se escuchaban en el barrio explosiones como de bombas de estruendo. Nos dimos cuenta de que algo no andaba bien cuando empezaron a llegar las patrullas”, dijo Lea, una de las personas que más cerca estuvo del lugar donde apareció muerto Juan Marcelo Martínez.

Un solo disparo.
La mujer vive a escasos 50 metros de donde cayó muerto Martínez, en Biedma entre Barra y Campbell, justo a mitad del sendero que une barrio Bolatti con la villa La Lagunita. Entre yuyales, tirado en medio de un camino de tierra fortalecido por el paso de los carros tirados a caballo y autos viejos, apareció el cuerpo boca arriba.

“Dicen que se escuchó un solo disparo a la hora del noticiero de la tele, como a las 20.30. Después pasaron unos pibes en un carro que gritaron: «Hay un pibe herido tirado ahí. Llamen una ambulancia»”, comentó una vecina del lugar con su pequeña hija en brazos. “Se ve que al pibe le pegaron el tiro cuando andaba por el vértice del paredón, donde se dobla para ir para la villa La Lagunita”, explicó la mujer. El “paredón”, no es otra cosa que el tapial perimetral de una casa para niños huérfanos tutelada por pastores evangélicos que está paralelo a calle Campbell. Un reguero de sangre de unos 70 metros sobre la tierra ayudaba a imaginar los últimos minutos de Martínez. El balazo, que fue efectuado desde corta distancia aunque sin apoyar el caño del arma contra la piel, destrozó la faringe del muchacho, que falleció desangrado.

Foráneo.
Cuando los policías de la seccional 19ª y la ambulancia llegaron al lugar, pasadas las 21, el pibe estaba muerto. “Este no es de los nuestros. No es de esta zona ni del Fonavi”, cuentan los vecinos que comentaban los más jóvenes del barrio. El cuerpo tenía dos tatuajes, pero no de los denominados “carcelarios”. Uno de esos tatuajes lo tenía en la mano derecha: es una hoja de marihuana.

Martínez permaneció 12 horas como NN en la fría camilla del Instituto Médico Legal hasta que se supo sobre sus datos filiatorios. “Algunos vecinos contaron que si bien no era del barrio lo habían visto pasar varias veces hacia La Lagunita”, comentó una fuente policial. Con las primeras luces del alba, una brigada de la Patrulla Urbana halló en el lugar una vaina servida y un proyectil intacto. Ambos de 9 milímetros.

“Todas las hipótesis están abiertas. Pudo haber sido un vuelto, un ajuste de cuentas o un robo. Hay que ver si este pibe no se movía en bicicleta y por chorearlo lo mataron”, comentó el vocero.
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El lugar donde fue fusilado Juan Marcelo Martínez, en la zona sudoeste de la ciudad. Allí quedó un gran charco de sangre.


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