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 domingo, 30 de septiembre de 2007  
Birmania, sin una oposición organizada para dirigir al país
Con los militares en el poder desde 1962, no existen dirigentes ni partidos estructurados

Rangún. —  La ola de rebelión en Myanmar, la ex Birmania,, que se inició hace un mes con una protesta contra el alza del combustible, no parece estar cerca de una salida. Myanmar, bajo el látigo de los militares desde 1962, carece de una oposición capaz de gobernar y de un gobierno en el exilio. Simplemente, no hay nadie que tenga un plan realista para el país del sudeste asiático. “Los mejores cerebros son buscados y encarcelados sistemáticamente por la policía militar”, narra un diplomático occidental. “Incluso si la junta dimitiera, no habría nadie que pudiera asumir la responsabilidad de gobernar” agrega.

   Pero tampoco nadie cree en una abdicación de los generales. “Todos ellos tienen enormes intereses en negocios, quieren defender sus grandes beneficios económicos y tienen mucho que perder” si dejan el poder, explica un historiador jubilado en Rangún.



Pollo sin cabeza.  Muchos analistas observan incluso al partido Liga Nacional para la Democracia de la encarcelada premio Nobel de la paz Aung San Suu Kyi con escepticismo. “Sin ella, el partido es como un pollo sin cabeza. La gente correrá en círculos sin un plan”, afirma el historiador que reserva su nombre. Suu Kyi lideró un movimiento que llevó a elecciones en 1988, en las que se impuso a los militares. Los generales, hoy encabezados por el multimillonario Than Shwe, nunca reconocieron los resultados electorales y condenaron a Suu Kyi al arresto domiciliario, en el que aún continúa.

   Pese a las actuales afirmaciones de condena de Estados Unidos y las naciones europeas, los países occidentales no tienen mucho más por hacer: “Realmente no hay más medidas que puedan tomar”, reconoció el ministro de Exteriores australiano, Alexander Downer. “Hemos tocado todas las teclas diplomáticas, tanto en la escena de la Unión Europea como en la de la ONU. No podemos enviar tanques”, agrega un diplomático.

   El poder de presión reside en los vecinos asiáticos de Birmania, pero no parece que desde allí surja alguna decisión firme contra los militares.



China, indiferente. India y China guardan silencio. Ambas compiten por ganar influencia en la región. China está bien posicionada con rutas marítimas seguras para su floreciente economía. Los principales socios comerciales de la ex Birmania son Tailandia, Singapur, China, India, Japón y Malasia. China e India están especialmente interesadas en las enormes reservas de gas de su vecino. El gas birmano cubre ya buena parte de la demanda tailandesa. Los chinos invierten en la infraestructura del país, sobre todo en carreteras, con vistas a extraer sus riquezas naturales.

   Rusia, por su parte, que se niega a votar contra la junta birmana en la ONU, le vende helicópteros y cazas.

   Mientras, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, la poderosa Asean, apenas eleva su voz, escudándose en el principio de no intervención en un Estado miembro.



La furia ciega.  Sólo queda la furia de las masas birmanas. “Creo que aquí incluso los ciudadanos saludarían una escalada que provocara un caos absoluto si ello supusiera la llegada de soldados de las Naciones Unidas”, opina el arzobispo de Rangún, Charles Bo.

   En su opinión, muchas personas están dispuestas, en su desesperación, a dar su vida. La brutalidad de los mandatarios que dan la orden de disparar a los jóvenes soldados ya no paraliza a la población. “Los birmanos son de naturaleza paciente, pero ahora ya no pueden contener su ira”, opina el arzobispo. Los próximos días y semanas serán claves en esta pulseada.
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El dictador de Myanmar, el general Than Shwe, durante una parada.

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