Quisieron robar un cajero y terminaron quemando plata

Leo Graciarena / La Capital

Pudo ser el golpe de la semana y terminó siendo un montón de plata quemada. Ocurrió ayer en uno de los cajeros automáticos que están en la garita externa de la sucursal del Banco Municipal en barrio Fisherton. Al menos dos delincuentes ingresaron al recinto, inutilizaron las cámaras de seguridad y con un soplete atacaron una de las dos máquinas en el lugar. Hicieron dos orificios tratando de abrir el aparato, pero el calor que emanaba de la herramienta de corte terminó fundiendo los cartuchos de plástico donde estaba el dinero.

   Tanta era la humareda que una dotación de bomberos debió trabajar en el lugar. Por el hecho la policía detuvo a un joven de 21 años, al que le secuestraron un rollo de cinta similar al usado en el robo. Quedó alojado en la seccional 17ª.

   La calle Eva Perón (ex Córdoba) al 8000 tiene tránsito rápido. Y más de madrugada. La sucursal del Banco Municipal en el barrio está donde durante años funcionara el cine Fisherton, sobre la vereda de los pares. A unos diez metros de la entidad, sobre la acera, dos cajeros automáticos están contenidos en una garita con vidrios blindados y esmerilados. Sólo el paso de una tarjeta de banda magnética permite acceder al interior.

   Y hasta allí llegaron los maleantes ayer de madrugada. No se conoce a qué hora empezaron su trabajo. Sí el horario de su finalización, ya que a las 5 de la mañana la sirena de la alarma y la densa humareda marcaron que algo fuera de lo habitual pasaba en el recinto.



La edad del fuego. Todo arrancó cuando los ladrones llegaron hasta la garita y de un mazazo violentaron la caja de la EPE donde están los fusibles. La idea era clara: cortar la energía del cajero para dejarlo sin alarma. Pero no contaron con que el sistema de energía de contingencia comenzaría a funcionar automáticamente.

   No se amilanaron. Ingresaron a la garita y eligieron el aparato más distante a la puerta. Metieron el soplete y un pequeño tubo. Patearon la puerta de plástico situada debajo del teclado del cajero y comenzaron a darle fuego a la chapa. Hicieron al menos dos agujeros a la altura de la cerradura.



Imprevisión. Pero se les escapó una serie de detalles. Primero, que el cajero automático es una máquina electrónica con sensores de calor y de movimientos bruscos, tales como golpes o desplazamientos. Por eso la alarma se activó. Y segundo, y tal vez el más importante, los cuatro cartuchos que contienen el dinero son de plástico.

   Fue cuestión de segundos para que el calor contenido en la chapa actuara directamente sobre los cartuchos con el dinero en billetes de 10, 20, 50 y 100 pesos. ¿Resultado? Una cantidad indeterminada de dinero fundido en una masa uniforme de plástico y papel que entró en combustión.

   “Lo que pasa es que estos choros estaban en la edad del fuego solamente”, bromeó una fuente cercana a la investigación. Atorados por la humareda, los ladrones se replegaron y huyeron. Casi en paralelo, móviles del Comando Radioeléctrico y de la Patrulla Urbana confluyeron en el lugar. Dieron aviso a bomberos y comenzaron a peinar la zona.

   Para saber cuánto dinero se quemó, habrá que esperar el recuento: será la diferencia entre lo que se ingresó en la última recarga de la máquina más los depósitos de los clientes y menos sus extracciones.

   A los pocos metros del cajero violentado, sobre la vereda de enfrente, detuvieron a Jorge Marcelo M., de 21 años. Según fuentes policiales, entre las ropas del muchacho había un rollo de cinta de embalar similar al utilizado en el cajero, donde la imagen del dinero destruido por el fuego era sencillamente angustiante. l