|
domingo,
23 de
septiembre de
2007 |
Argentino ganó y no fue de milagro
Javier Parenti / La Capital
¿Cómo milagro? Simplemente jugó ordenado, aprovechó la chance de gol y lo defendió con esmero y determinación. Con sobresaltos, lógicos porque enfrente estuvo el líder, ese Luján al que Argentino supo ganarle por un 1 a 0, que conquistó por juego, no por ir a la Basílica a pie, ni por promesas en vano.
No fue en procesión, no viajó a apoyar a Cristina y Kirchner que anduvieron haciendo política. La visita a Luján constituyó el primer mojón de una nueva historia futbolística que va de la mano del nuevo DT: Gustavo Raggio.
Y como todo principio de camino se transitó a paso seguro, lento y sin tomar riesgos de más. A cuidar el cero mientras se podía encontrar un atajo para llegar a la estación del triunfo necesario.
Otra vez Santiago Fernández salvó los primeros escollos. Sus manos dieron seguridad al salaíto cuando Luján encontró alguna rendija en la firme trama defensiva. Lo hizo a los 10’ y repitió a los 25’, ganándole a Mendoza.
Pero sus compañeros jugaron el mismo partido. Aguantando y respondiendo. Casi sorprende Sánchez a los 15’ (un centro de Canessa que el volante no conectó con precisión) y a los 28’ (Müller la bajó en el área, Sebastián Fernández enganchó y se la dejó atrás y su remate fue atajado por el arquero).
Y de no ser porque el travesaño devolvió el primer flechazo del Indio Fagiani con la camiseta salaíta, desde 40 metros, el 1 a 0 hubiese llegado en el primer tiempo.
Ese casi gol se transformó en grito y festejo con un regalito de Luján que desenvolvió Sánchez y guardó en el arco rival Müller, el goleador que siempre está ahí. Iban 4’ de la parte final. Todavía quedaba mucho tiempo para aguantar esa ventaja.
Diez minutos pasaron cuando Santiago Fernández volvió a silenciar a esos quinientos lujaneros que apretaban a gritos desde la tribuna cuando le tapó un mano a mano de riesgo a Montagnoli.
El tiempo corría, el líder quería empatar y el salaíto no lo dejaba. La fortuna también jugó su parte en esta historia y el equipo de Raggio la tuvo en dos mediavueltas seguidas, a los 30 y 31 minutos. Una se fue alta y la otra murió en las manos del uno albo.
Ya faltaba menos, pero el reloj corría lento. Igual, Argentino no se encerró, salía y avisaba, como lo hizo Oliva cabeceando apenas alto un córner ejecutado por Magallán.
Eso sí, en los últimos cinco había que aguantar. Y en los tres de descuento ni hablar. Pero si no entró esa de los 43’, en un pimball en el área, ya nada podía empañar el final. Mejor dicho, el inicio de Carozo Raggio como entrenador salaíto. Y que nadie piense que fue el milagro de la Basílica. l
enviar nota por e-mail
|
|
|