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domingo,
23 de
septiembre de
2007 |
El día que el peronismo tembló
Mauricio Maronna / La Capital
El viernes al mediodía el justicialismo santafesino estuvo a un punto de estallar. Las declaraciones de Jorge Obeid señalando que deja una provincia mucho mejor de la que recibió fueron tomadas por Carlos Reutemann como un disparo al corazón.
Pocas veces se lo escuchó al Lole tan irritado, casi ni escuchando las preguntas que se le formulaban. “Comenzó el operativo corte de boleta”, se animó a pronosticar un estrecho colaborador reutemista, mientras los llamados entre peronistas se multiplicaban, agotaban baterías de celulares y descargaban las más pesadas de las municiones dialécticas sobre la humanidad de Jorge Obeid.
Muy pocos sabían que, a escasos minutos de los dichos del titular de la Casa Gris, éste y Reutemann habían vuelto a verse las caras, a solas, tras 4 años de no haber compartido ni siquiera un café. “Carlos, Obeid quiere reunirse en forma urgente con vos”, le dijo Alberto Hammerly al senador nacional, que miró al funcionario obeidista y ensayó una mínima resistencia. “Pero cada vez que nos juntamos con este gaucho, salimos empantanados...”, bufó el Lole, quien, al fin, aceptó encontrarse con el gobernador.
Allí, el mandatario provincial repasó con su antecesor los números de las elecciones y manifestó su sorpresa por la diferencia que Hermes Binner había sacado en algunos distritos, sobre todo, en determinados barrios rosarinos. “Escuchame, había que ser ciego para no ver lo que se venía”, cerró Reutemann quien, el sábado 1º de septiembre, a las 23, le dio a este periodista un pronóstico que, debe decirse, se cumplió casi sin margen de error.
Obeid estaba pletórico por el encuentro, al fin podría dormir una noche en paz, pero una entrevista con Radio 2 fue reproducida por uno de los partes habituales de Información Pública de la provincia (sorpresivamente desde la ciudad de Santa Fe y no desde Rosario) y publicada en La Capital. Cuando leyó el diario, Reutemann montó en cólera. “Con este tipo no quiero saber más nada, ¿cómo puede decir semejante cosa? Tiene todo el derecho del mundo a reivindicar su gestión pero no debe olvidarse que a mí me tocó gobernar en el peor de los mundos, con el desastre de (Fernando) De la Rúa-(Chacho) Alvarez y, pese a eso, pagué los sueldos, no emití monedas basura y dejé ordenadita la administración”, le escucharon decir a Lole cuando la media tarde se aprestaba a decir presente.
Los teléfonos de la Redacción ardían y los mails volaban a la velocidad de la luz, firmados por dirigentes del peronismo que rompían la prudencia mantenida con Obeid después del fatídico 2/9. “Mariscal de la derrota”, le dijo Laura Venesia; “tiene complejo de inferioridad con Reutemann”, bramó Roxana Latorre, al tiempo que el Foro Generacional (un colectivo representado por las juventudes peronistas de toda la provincia) le contaba las costillas al gobernador.
Pero lo peor eran las cosas que se decían con pedido de reserva de identidad, “Es como si Lole saliera a boquear (sic) que en el 99 hubo que adelantar las elecciones porque la provincia estaba fundida, no había plata ni para pagarles a los empleados públicos, y tuvimos que tomar 200 millones de coparticipación por adelantado. Que Obeid desmienta, pero ya tenemos el parte de la provincia”, resumieron a metros de la residencia del barrio Guadalupe.
Efectivamente, Obeid salió a acusar a este diario de haberlo sacado de contexto, cosa que jamás existió. Lo único que se hizo fue darle forma periodística a un comunicado oficial. “Dejamos una provincia en muy buenas condiciones, mucho mejor de lo que la recibimos”, fue el título con gran tipografía. “En los (sic) institucional la hemos fortalecido mucho” reprodujo el parte. ¿De quién recibió Obeid la provincia? De Reutemann. Eso fue lo editado: los nombres propios. Una regla primaria del periodismo.
En un día agitado, el gobernador recibió a este diario mate en mano en su despacho, y pidió hacer las aclaraciones del caso, que, con toda lógica se le concedió. Allí reivindicó la “honestidad, transparencia y austeridad” de las gestiones de Reutemann y alabó los 16 años en los que compartieron el poder. Increíblemente nadie tenía allí el parte oficial, enviado a este medio el 20 de septiembre a las 12.30.
No cuesta demasiado buscar interpretaciones sobre los fundamentos del episodio: apenas constituye el blanqueo mediático de lo que está pasando puertas adentro del peronismo santafesino, sumergido en la peor crisis de la historia tras el binnerazo del 2/9.
El gobernador deberá salir a buscar los sufragios del aparato político justicialista que, quedó claro, está en manos de los senadores que tienen la legitimidad de los votos y el “poder real” dentro del PJ. Queda poco tiempo para intentar cerrar heridas que se abrieron desde hace demasiado tiempo, más precisamente desde 2004, impreso en el calendario junto al certificado de defunción del peronismo local: en ese tiempo se derogó la ley de lemas. El que avisa no es traidor.
La larguísima discusión en la Legislatura (particularmente en el Senado) del proyecto de Obeid para cambiar el sistema electoral dejó rencores eternos y, para algunos, la venganza es un plato que se come frío.
El anuncio de las visitas de Cristina Fernández de Kirchner a la provincia en tres oportunidades futuras solo logró conmover a Obeid, Rafael Bielsa, Agustín Rossi y Omar Perotti, la delegación santafesina que fue a la Casa Rosada y se encontró con que, en vez del presidente de la Nación, los atendía el abúlico candidato radical K a vicepresidente, Julio Cobos, y el secretario Oscar Parrilli, sindicado por el peronismo como “el abrepuertas” de Binner y de Miguel Lifschitz en Balcarce 50.
“¿Cristina viene tres veces a la provincia? Qué me importa...”, fue la respuesta de un calificado senador electo que, tras el arqueo de hombros, dejó una frase inquietante: “Que tenga suerte”. Un ejemplo de los idus del 2 de septiembre.
A la Casa Gris, el socialismo le está cascoteando sus estructuras. Desde aquí se anticipó largamente que la intención del PS si ganaba los comicios era aprovechar la transición para poner un “ejército de abogados” dispuesto a revisar cada decreto o nombramiento. El aumento de los montos de los subsidios a senadores resultó funcional para que el futuro oficialismo aumentase la presión sobre los beneficios de la unicameralidad. Si la ley de lemas fue la lápida para que el PJ pudiera saborear la victoria en los comicios pasados, la eliminación de la bicameralidad augurará décadas de gobierno monocolor. Y con el símbolo de la rosa.
Se hizo la cumbre. La semana pasada se preguntó desde estas páginas si estaba en marcha una reunión entre altas referencias socialistas y Reutemann. Tanto el Lole como los principales dirigentes del PS se esmeraron en negar que ese encuentro se haya realizado. La Capital está en condiciones de asegurar que la reunión sí se hizo: tuvo lugar días pasados en Santa Fe, y los protagonistas se juramentaron no darla a conocer a la prensa.
El Frente Progresista necesita un interlocutor a la hora de negociar los proyectos de ley que envíe a la Legislatura, dominada en el Senado por el PJ, y por dirigentes que responden políticamente al Lole. “Los votos, la legitimidad de la victoria es de Binner. Al justicialismo le esperan años muy complicados y tenemos que ser medidos, con los socialistas no se jode: son orgánicos y tienen los medios de prensa a favor. Entendí el mensaje de las urnas y no voy a poner palos en la rueda. Hasta ahora, a nosotros (por el peronismo) nos asesoró el diablo”, dicen que dijo Reutemann, dispuesto a no poner trabas en la gobernabilidad futura pero también a que la reforma no incluya la unicameralidad. El futuro para el justicialismo asoma tan negro como el viernes que le tocó vivir.
Si de los laberintos se sale por arriba, los peronistas ya deberían empezar a pensar en cómo escalar en vez de seguir descendiendo hasta el subsuelo.
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