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 domingo, 23 de septiembre de 2007  
Orientacion vocacional
La búsqueda de un camino propio
Desmotivación y desinterés acompañan a los jóvenes en la elección de la carrera

Hace unos años ya que quienes trabajamos en orientación vocacional ocupacional como también en psicoterapia encontramos en las consultas una serie de “síntomas” que según la licenciada Claudia Messing conforman las llamadas nuevas sintomatologías en orientación vocacional ocupacional, caracterizadas por estado de apatía, desmotivación y desinterés general, con dificultades para entusiasmarse, para apasionarse y entregarse sostenidamente a un objetivo; conductas fóbicas que obstaculizan el compromiso con una carrera; hiperexigencia y miedo al fracaso; deseos de seguir estudiando pero, en realidad, sin lograr interesarse o sentirse atraídos en forma consistente hacia ninguna carrera o campo ocupacional; ansiedades exacerbadas con problemas de atención, inhibiciones frente a los exámenes, trastornos del sueño, mal humor, desorganización en los tiempos, hábitos de soledad, aislamiento.

Los padres o quienes están a cargo de los jóvenes (recordemos que hoy coexisten varios tipos de familias) se angustian y entran en crisis dado que se sienten impotentes respecto de cómo resolver estas cuestiones: sienten que fallan en las estrategias para lograr la conexión del o de la joven con un proyecto sostenido y ejecutado con convicción.

Antes los jóvenes requerían orientación vocacional “por dudas o conflictos entre carreras” o por la carencia de información adecuada (cuestión que hoy persiste por falta de políticas que informen de las necesidades en las distintas regiones).

¿Que produce la aparición de estos fenómenos? Son producto del impacto de las profundas transformaciones del contexto social, histórico, cultural, laboral y educativo, y de las gravísimas dificultades que tienen los padres para construir modelos de contención. La pérdida de la seguridad en la condición salarial en el marco de un Estado debilitado en su función reguladora arrastra al conjunto de sus instituciones y muy particularmente a la familia y a la escuela.

Si bien ha habido y se ha avanzado en la proximidad del vínculo entre padres e hijos no se ha podido acompañar con la construcción de buenos modelos de contención y diferenciación. Los padres establecen con sus hijos vínculos cercanos y afectuosos, pero a la vez simétricos e indiscriminados. Los padres transmiten inconscientemente una posición de paridad, de igualdad con sus hijos, que genera en la interacción con el medio externo múltiples sintomatologías.

Se hace de todas formas muy difícil sostener la autoridad de los padres o padrastros o madrastras y muchas veces se libran verdaderas batallas en el seno de las familias y en los vínculos. Es mucho más difícil de sostener esta autoridad en un mundo en el que la incertidumbre se ha intensificado (lo cual es fuente de ansiedad), la inseguridad social y laboral, la falta de garantías y certezas y el estrés permanente.

Los únicos apoyos son los propios valores y la propia percepción. Los límites, según señala la licenciada Messing, “ya no se pueden establecer autoritariamente, por decreto, sino que tienen que ser reconocidos y aceptados para ser internalizados, lo cual implica un arduo trabajo de coherencia y consistencia por parte de los adultos que deben aprender a trabajar en conjunto”.

La gran pregunta tiene que ver con si hay posiblidades de revertir estos fenómenos y lograr aquella conexión emocional tan anhelada por padres e hijos.

Si logramos que se reconozca la simetría instalada en los vínculos familiares actuales se hará menos difícil la construcción de nuevos modelos de contención y autoridad dentro de las familias. El restablecimiento del contacto comunicativo y la expresión de los afectos permite salir de la desconexión emocional. El ejercicio del respeto y la renuncia al maltrato y la violencia en la comunicación hacen que los jóvenes recuperen el respeto por sus propios intereses vocacionales. La reincorporación de los padres como figuras protectoras permite la salida de las situaciones fóbicas que la situación de aprendizaje y el compromiso con una carrera, trabajo o hobbie despiertan.

Protección bien entendida significa estimular y luego dar sostén emocional. Si este sostén está ausente, si prima la indiferencia o el rechazo o se interfiere en la capacidad de exploración del niño o joven, si las comunicaciones son ambiguas, indirectas y culpabilizantes, se contribuirá a la perpetuación de estos fenómenos.

La recuperación de la jerarquía grande-chico permite establecer jerarquías y elegir entre los propios intereses para llegar a una decisión. El aprendizaje de una posición activa en la comunicación a través del ejercicio de la insistencia, el pedido y la expresión de las propias emociones sin sometimiento ni desubicación, prepara a los jóvenes para vencer los obstáculos de la vida universitaria y laboral. Son varios los profesionales e instituciones que se preocupan por estos fenómenos e intentan brindar respuestas desde la prevención y la atención.

Alejandro Litmanovich

Psicoanalista

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