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 domingo, 23 de septiembre de 2007  
Un ritual milenario que aún disfruta de excelente salud
Hoy es la última jornada del Festival Internacional de Teatro

Rodolfo Bella / Escenario

El Festival Internacional de Teatro deja su rastro. El debut de las jornadas en 2006 marcó el camino que un año después llevó nuevamente a los rosarinos a acercarse a las salas. Como en toda ocasión en la que desfilan día tras día, durante una semana, tres o más trabajos —se trate de películas, videos o teatro— no todo puede convencer a todos. Y todos, para este festival rosarino, es un número que merece consideraciones.

Sólo en la primera jornada fueron más de mil los tickets vendidos entre las tres salas, y al promediar la semana la cifra se triplicó. Esa cantidad de personas fue más o menos constante, aun en una semana laboral y, finalmente, los espectadores no necesariamente estaban ligados al teatro, sino que hubo de todo: médicos, estudiantes de otras carreras, empleados de comercio que repetían la experiencia, todo lo cual se traduce en una especie de fidelización hacia una propuesta cultural plural.

La diversidad de estéticas también es una señal de identidad y se pudo comprobar desde la apertura del festival. con “Teatro para pájaros”, una mirada amable, pero al mismo tiempo impiadosa hacia el proceso creativo teatral y los misterios del éxito y el público.

Entre los asistentes al festival, pasada la euforia de la función inicial que reunió a las puertas de la sala Lavardén a una mayoría de directores, docentes, actores y alumnos de teatro rosarinos, el panorama también se diversificó.

Personas que no tenían nada que ver con la actividad se sumaron de a poco a las funciones. Fueron los casos de Carina, de 36 años, y Armando, de 44, ambos médicos. Espectadores habituales de teatro, tanto en Rosario como en Buenos Aires, coincidieron en la organización “excelente” del festival y valoraron la sorpresa que aun pueden reservarle al espectador textos clásicos como “Fausto”. ¿Y por qué van tanto al teatro?. Simple: porque les gusta y porque es una pausa saludable para las “tensiones” que les genera su profesión.

Flavia, de 24 años, empleada de comercio, fue habitué del festival de 2006 durante el año anterior. Como tal, en esta edición se lamentó que no se reiterasen algunas funciones: “No siempre me dan los horarios, pero trato de arreglar para ver lo que puedo”, dijo. A Manuel, 27 años, estudiante de quinto año de Bellas Artes y “nada que ver con el teatro”, lo llevó su novia. Se dejó entusiasmar y allí estaba: “Quiero aprender y conocer”, aseguró. Y si se puede juzgar por los aplausos que recibieron no todas, pero sí la mayoría de las obras, el ritual milenario sigue vivo.
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El grupo Malayerba fue uno de los que arrancó aplausos.

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