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domingo,
23 de
septiembre de
2007 |
Las alegrías de la vida
Si al lado de su casa van a construir un edificio, no se preocupe ni haga caso de aquellos agoreros que le van a decir, y con razón, que le quitarán el aire y el sol, que le va a ser imposible usar su patio por un par de años, que lo van a volver loco con los ruidos de martillazos, sierras, amoladoras y un sinfín de máquinas para torturar oídos. Cuando su casa se empiece a llenar de grietas en pisos y paredes, cuando le comience a entrar humedad por lugares impredecibles, cuando “por un descuido” le corten los cables del teléfono o de la televisión, y cuando se canse de tratar en vano de sacar el eterno polvillo que se mete en todos los rincones de su vivienda, no se amargue y piense que usted es un privilegiado, porque de ahí en más ya no tendrá que enfrentarse a una vida rutinaria sino que vivirá de sorpresa en sorpresa. Por ejemplo, ¿sabe usted lo maravilloso que es despertarse bien temprano todas las mañanas con un estridente sapucay? ¿Ha gozado usted alguna vez del imperdible sentimiento que produce que su casa se llene todos los días del humo y el olor de un buen asado al punto de hacerla irrespirable? Y una perlita: ¿cuándo se iba usted a dar el gusto de escuchar la radio a todo volumen, desde las 7 de la mañana hasta las 5 de la tarde y sin importarle el qué dirán? Nunca, ¿verdad? Bueno, póngase contento, porque de ahora en adelante va a tener la envidiable oportunidad de disfrutar de éstas y otras muchas cosas más en las que, sin ningún lugar a dudas, encontrará las verdaderas alegrías de la vida.
DIN 12.944.367
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