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sábado,
22 de
septiembre de
2007 |
“El Chino”, un reto difícil para Alan García
Gonzalo Ruiz Tovar / DPA
Lima. — Hay quienes aseguran que el presidente del Perú, Alan García, no veía con buenos ojos que la Justicia chilena extraditara a Fujimori, porque la presencia del ex mandatario podría “desordenarle” el país.
Y es que Fujimori se convertirá de inmediato en el reo de más peso en Perú. Con una legión de seguidores que los expertos calculan en entre un 15 y un 20% de la población electoral, con un sector que conserva alguna capacidad de movilización y con ideas radicalizadas que suelen tener gran acogida en Perú, “El Chino” (como lo llaman sus partidarios) no será un preso cualquiera.
El reto es para el gobierno, para la Justicia y para la sociedad. El primero tendrá que estar atento a dar todas las garantías, para que por un lado no lo acuse de persecución y para que en el otro no se insista en la denuncia de que es aliado del fujimorismo. La segunda tendrá que disipar sospechas de corrupción y negligencia que la rodean, y la tercera tendrá que vigilar a los dos primeros para que cumplan con sus obligaciones. Desde que García llegó al poder, se habla de una tácita alianza suya con el oficialismo. Esa comunión es notoria en el accionar del Congreso, donde el Partido Aprista y la Alianza por el Futuro caminan juntos.
Analistas no creen en tal alianza. Para ellos, lo que se da es una comunión de intereses o de ideas que se manifiesta en puntos específicos entre las metas conservadoras del actual gobierno y el pensamiento ultraderechista del fujimorismo.
El gobierno está así entre dos fuegos. De un lado, es posible que se le acuse de favorecer a Fujimori. De otro, que lo culpen de maniobrar contra el ex mandatario, lo que entre otras cosas le podría significar al oficialismo la pérdida de un aliado que por cuestión aritmética (votos) es fundamental en el Congreso.
En la mira. La Justicia, entretanto, tendrá que convertir en pruebas contundentes los cargos contra Fujimori. Una Justicia lenta y siempre rodeada de sospechas, que no ha sido capaz aún de resolver casos menos complejos, estará en la mira, pues se descuenta que al menos una de las partes quedará insatisfecha con sus fallos.
Sobre el futuro político de Fujimori es difícil hacer pronósticos. Con 69 años, las cosas no parecen sonreirle. Pero el fujimorismo puede soñar con un espacio en un país donde las propuestas autoritarias despiertan simpatías y en donde permanecen latentes amenazas como el populismo izquierdista de Ollanta Humala y el resurgir de la violencia. En ese contexto, los fujimoristas pueden aguardar ahí agazapados a la espera de que los electores los vuelvan a llamar.
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