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 martes, 28 de agosto de 2007  
La aldea global y eléctrica de cuatro neoyorquinos

José L. Cavazza / La Capital

Living Colour sube al escenario, toma los instrumentos, saluda en español al público y recién después empieza a tocar. Esto, que parece lo más natural del mundo, no es habitual en un concierto de rock. El cuarteto neoyorquino no necesita impresionar a nadie desde su aparición en escena porque sabe muy bien lo que puede entregar desde el instante en que Corey Glover abra la boca, Vernon Reid y Doug Wimbish rocen las cuerdas y pongan sus pies en las pedaleras, y Will Calhoun haga caer sus palillos sobre los parches. A partir de ese segundo casi milagroso, el tiempo —las dos horas de show en Willie Dixon— pasará a ser propiedad exclusiva de esa maquinaria adrenalínica llamada Living Colour, sin temas nuevos pero con viejas canciones transformadas en nuevas. El viejo sonido también parece nuevo, gracias a la nueva tecnología y también a la experiencia. “Cult of Personality” y “Elvis is Dead” , con más 15 años (sin olvidar la versión de “Sunshine...” de Cream) parecen tan vigentes como “Flying”, de 2003. Y siempre suenan a Living Colour, ese mestizaje entre el hard rock, las raíces negras

—sobre todo el funk— y, ahora, la electrónica. Incluso suenan con ese sello personal haciendo un cover de The Clash, “Should I Stay Or Should I Go” en el cierre del recital (increíble, pero en El Círculo y casi a la misma hora, Paralamas cerraba el show también con este tema) o aquel “Memories Can’t Wait” de Talking Head. Nada es casual: todos grupos marcados por el cruce de influencias, el sonido mestizo y el concepto de aldea global preconizado por Marshall McLuhan. La potencia y la ductilidad de Living Colour sigue intacta por eso de intentar siempre ir más allá del inmovilista rock duro y seguir apostando a que el futuro del rock pasa por la constante mezcla entre sus más diversos elementos. Un gran show.
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