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 sábado, 25 de agosto de 2007  
Un ataque esperado pese a los éxitos antiterroristas

Sara Banderas / DPA

Madrid. — El “peor de los augurios” que ya había vaticinado el gobierno español se cumplió ayer: casi tres meses después del anuncio del final de una tregua decretada en marzo de 2006, la organización separatista vasca ETA reapareció con un coche-bomba en el País Vasco. España ha pasado un verano pendiente de cuándo volvería ETA a atentar, convencida de que si el grupo armado vasco no lo había hecho ya era porque no podía, no porque no quisiera.

A lo largo de estos casi tres meses, ETA intentó atentar. Pero la pericia de las fuerzas de seguridad, la casualidad —y también la falta de destreza de los propios terroristas— lo habían impedido hasta ahora.

Desde que ETA aseguró el 5 de junio que ponía fin a la tregua rota de facto con el atentado del 30 de diciembre que mató a dos ecuatorianos en el aeropuerto de Madrid, el grupo sufrió numerosos e importantes golpes: La cifra de detenidos se elevó a 81 desde enero y a 320 desde el inicio de la actual legislatura, en 2004.

A esto hay que sumar que desde el anuncio del fin de la tregua, ETA perdió una importante cantidad de material para perpetrar atentados.

La policía española halló en junio un coche con 130 kilos de explosivos cerca de la frontera con Portugal, con el que ETA previsiblemente pretendía llevar a cabo una “campaña de verano” en las costas andaluzas, es decir, atacar intereses turísticos costeros. En julio, Francia detuvo a tres etarras que pretendían entrar en España con un vehículo cargado con 165 kilos de explosivos. Este mes, un gran arsenal fue decomisado por la policía francesa en Biarritz



Errático. En estos meses de evidentes golpes contra el grupo vasco, determinadas circunstancias en torno a la actuación de sus miembros han extrañado en España. Por ejemplo, la huida de uno en julio en Castellón, cuando viajaba en un taxi: salió corriendo del vehículo al divisar un control policial, abandonando material explosivo.

Días antes, el nerviosismo de otro presunto terrorista alertó a las fuerzas de seguridad, que lo detuvieron en la estación de colectivos de Santander previo a un atentado. Y el hecho de que tres etarras, entre ellos el presunto jefe de la logística, alquilaran un piso en Francia a un gendarme, desconociendo que lo era, es otra de las actuaciones que sorprenden. François Fillon, el premier de Francia —país cuya cooperación resultó decisiva en los éxitos contra el grupo armado— apuntaba en julio a una merma “tal vez en la calidad de la organización”, cuya infraestructura además “se ha reducido mucho”. Parece que la nueva ETA poco tiene que ver con la vieja. Las fuerzas de seguridad coinciden en que su “calidad ha bajado mucho”, con terroristas jóvenes procedentes de la «kale borroka», la lucha callejera, con “muy poca preparación”. De hecho, en agosto se conoció que el máximo jefe, Josu Ternera, hizo regresar de Latinoamérica a históricos y expertos etarras para conformar un consejo máximo.
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