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 sábado, 18 de agosto de 2007  
Viajeros del Tiempo
Rosario, 1905/1910

Por Guillermo Zinni / La Capital

La sucia, húmeda y pestilente comisaría de Tablada. Hace algunos días, en una de nuestras excursiones suburbanas tuvimos oportunidad de llegar hasta el populoso barrio que se extiende en derredor del matadero municipal. Nos llevaba allí la averiguación de un hecho policial y, como es lógico, encaminamos nuestros pasos hacia la comisaría. Ventilado el asunto objeto del viaje, efectuamos una ligera recorrida por las instalaciones de la Tablada, llamándonos grandemente la atención de que un arrabal tan importante como aquél careciese de un edificio apropiado para la comisaría de policía. Esta está instalada en dos pequeñas piezas húmedas, sucias y pestilentes, continuamente invadidas por miríadas de moscas en razón de su proximidad al sitio donde se sacrifican las reses destinadas al abasto, causa suficiente por la que no se puede estar allí ni diez segundos seguidos. Aparte de estos inconvenientes, la comisaría no tiene calabozo ni local alguno donde alojar a los detenidos y esto hace que, cuando los hay, el comisario se vea en la obligación de hacerlos sentar en sillas delante de la puerta de su oficina, debiendo destinar uno o dos agentes, de los nueve que tiene, para vigilarlos. Se debe presuponer que los presos han de ser de índole muy pacífica, pues la privación de la libertad en esa forma constituye más bien un incentivo para escaparse. Dijimos que esa comisaría tiene nueve agentes, pues ése es el número que le acuerda el presupuesto, pero en realidad sólo tiene cuatro que prestan servicio. Y teniendo en cuenta que la jurisdicción de esa policía abarca un radio muy amplio que, además de la Tablada también incluye el Saladillo, vemos que dos de los más importantes arrabales rosarinos están poco menos que abandonados a su propia suerte, a pesar de toda la buena voluntad del comisario Gibelli. ¿No se podría dotar a esa comisaría de más agentes y trasladarla a un lugar más cómodo?

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