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 sábado, 28 de julio de 2007  
Perpetua para una maestra por matar a golpes a sus padres
Se la dictó un juez de Sentencia a Vilma Arzani por un hecho ocurrido en Chabás en 2004

“No sé donde estoy parada. Me siento perdida porque mi vida es algo confusa y soy muy contradictoria”. Con la voz entrecortada, Vilma Rosa Arzani se manifestó así ante La Capital en febrero pasado. Entonces, esta maestra soltera que nació y vivió sus 57 años en Chabás, estaba presa en la comisaría de la localidad de Los Molinos y aún procesada por el homicidio calificado por el vínculo y con alevosía de sus padres: Alfredo Arzani y Luisa Gorini. Ahora, un juez de Sentencia la condenó a cadena perpetua por ese doble crimen. El fallo fue apelado por la defensa y será la Cámara de Apelaciones en lo Penal la que defina cual es el destino de la acusada.

   Para el juez de Sentencia Carlos Carbone, no caben dudas de que fue Vilma la que mató a sus padres la noche del 8 de febrero de 2004 en la vivienda familiar de Chabás. Lo hizo mientras los ancianos dormían y con golpes en la cabeza con un palo de amasar. El magistrado dió por “destruida la presunción de inocencia” sostenida por la defensa de la maestra y acreditó su “autoría y participación” en el hecho. Además, echó por tierra con las contradicciones sustentadas por la condenada en las varias indagatorias a las que fue sometida, en dos de las cuales atribuyó lo ocurrido a la consecuencia de un asalto y en otras se asumió culpable.



Horror. La mañana del 9 de febrero de 2004, un vecino de los Arzani escuchó gemidos y pedidos de auxilio desde la vereda. Dio aviso a la comisaría y cuando los agentes llegaron hallaron un cuadro terrorífico. Las habitaciones desordenadas, libros en el piso, Vilma amordazada y atada a una silla cerca de la puerta de ingreso y sus padres, sobre su cama, con las cabezas destruidas.

   Ese mismo día Vilma quedó detenida. Y en su primera versión ante los policías dijo que habían sido víctimas de un asalto por parte de personas que habían ingresado por el fondo de la vivienda y que les exigieron dinero. Y sostuvo que le habían llevado 1.500 pesos, 3 mil dólares y dos cadenas de oro. Pero algunos días después, al ser interrogada nuevamente, la maestra se quebró: “Sí, fui yo, pero se lo voy a contar sólo a la jueza”.

   Cuando tuvo esa oportunidad, contó: “...en la noche, luego de haber estado con mis padres, tomé el palo de amasar y me dirigí al dormitorio de mis padres. Sin control alguno les apliqué golpes en la cabeza dejándolos heridos en la cama, luego fui a la cocina, lavé en la pileta el palo que estaba lleno de sangre, desordené toda la casa como para fingir que habían entrado a robar y me até y amordacé a una silla y desde ese lugar pedí auxilio. Estuve yo sola, no intervino ninguna persona, esto lo hice por problemas de dinero, quería tener todo para mí...” .



Contradicciones. Para Carbone, esa confesión es “un elemento incriminante que en tal carácter se presume verídico”. Y se aferra a las contradicciones que la mujer expuso a lo largo del juicio: la presencia de ladrones y la confesión de su autoría; la demanda de plata y joyas por parte de los maleantes y los anillos de oro que tanto ella como su madre tenían al momento de ser halladas; la descripción que la mujer hizo de su vida confusa y los antecedentes por el robo a una vecina y la agresión a un proveedor de la fábrica de su padre; la denuncia del robo del dinero que había en la casa y la demanda del padre a un amigo para que le preste dinero; la falta de lesiones que Vilma presentaba al ser hallada y la violencia ejercida sobre los cuerpos de sus padres. Y se pregunta el juez para concluir “¿Porque a ella la dejan viva si se convirtió en testigo privilegiada del crimen de sus padres?”.
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Vilma tiene 57 años. Hasta 2004 daba clases en su casa y ayudaba a su padre en una fábrica.

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