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 sábado, 26 de mayo de 2007  
Horacio Belgich: “Ante la segregación, la escuela tiene que generar la noción del nosotros”
Para el psicólogo, la integración escolar es posible si se acepta la idea de diversidad

Marcela Isaías / La Capital

Recuperar la palabra en las aulas parece ser el paso necesario para pensar en una escuela inclusiva. Al menos esta es una certeza para Horacio Belgich, psicólogo, que ejerce su profesión en ámbitos de la educación y ha dictado cursos y conferencias para docentes.

En esta idea de recuperar la palabra Belgich se anima a darle una tarea a la escuela: construir la noción del nosotros, en un mundo donde la segregación es el signo.

Belgich es autor de numerosos libros, entre ellos “Orden y desorden escolar”, “Escuela, violencia y niñez” y “Niños en integración escolar” de Homo Sapiens. De la misma editorial está a punto de publicar un libro sobre diversidad e integración. También la editorial colombiana Kinesis reeditó un texto publicado hace varios años y que trata sobre “Sujetos con capacidades diferentes”.

—¿Por dónde pasa la angustia de la infancia hoy?

—Hay que partir de una realidad: la diversidad que presenta la infancia. Hay toda una serie de signos que caracterizan a la infancia en estos momentos: los cambios culturales, tecnológicos, las transformaciones en las familias, las representaciones sobre lo que cada uno siente, por ejemplo, respecto del futuro. Este es un tiempo de incertidumbre muy grande, esto angustia a adultos y a niños. Es entonces que se detectan niños deprimidos, angustiados, compulsivos, violentos y violentados. Lamentablemente no hay una oferta curativa de la sociedad y de la escuela a estos niños.

—¿Eso significa que no hay espacios para escucharlos en la casa y en la escuela?

—Se trata de eso: que a veces los adultos prefieren no escuchar esto, no ver. Cuando uno habla con los niños y, en especial con los adolescentes, lo que esencialmente describen es una relación de soledad. En mi trabajo en instituciones lo que más aparece cuando se habla de la relación padres e hijos es el decir “no estamos juntos”. Esto además tiene una relación muy directa con el abandono temprano de la escolaridad. Combatir la violencia social implica abrir las escuelas, tener criterios más flexibles y pensar en otro orden escolar.

—¿Cómo se abren espacios en las escuelas para escuchar a los chicos?

—Esa es una de las tareas educativas actuales. Hay que redefinir qué significa educar. Entiendo que educar es abrir esos espacios para que los chicos se sientan escuchados y para que puedan escucharse a sí mismos. Porque si el signo de nuestra época es la fragmentación, la rivalidad, la segregación por la diferencia, la escuela como institución tiene que generar esta noción del nosotros, del nosotros inclusivo. El adulto tiene que trabajar con cada grupo para generar esta noción, porque es a partir de la misma que el grupo puede cuidarse a sí mismo y trabajar sobre las diferencias.

—¿Qué posibilidades reales tienen hoy los chicos de ser incluidos en la escuela?

—Hay intentos muy valiosos. Pero hay obstáculos que no terminan de resolverse, por ejemplo las concepciones que entienden calidad educativa como sinónimo de cantidad de contenidos, en lugar de comprender que cada niño debe ser evaluado por el esfuerzo que hace. Pasa que la escuela aún defiende cierto ideal de niño o niña imaginado que es el que quiere tener, pero difiere de la realidad.

   —¿Cuál es el niño imaginado por la escuela?

   —Un niño obediente, que aprende lo que se le enseña, que está callado mientras el adulto habla, que no opina Y el niño real es el que necesita ser escuchado, escucharse a sí mismo, a sus compañeros, y por qué no también participar en el gobierno de la escuela.

—¿Y qué margen queda para los chicos que tienen ciertas discapacidades?

—El esfuerzo es mayor. Un obstáculo fuerte es cierto imaginario que hace que este niño aparezca como un cuerpo extraño en la escuela, ya sea por sus características físicas o por otro tipo de manifestaciones. No se lo puede integrar justamente por su diferencia. Es que para la escuela lo que difiere de manera manifiesta debe estar afuera o encerrado. Y si el chico no se integra psicoafectivamente no podrá aprender. La primera tarea para integrar a un niño es hacer le un lugar en la escuela.

—Y en esto pesa la actitud de aceptación o rechazo que tenga el docente...

—De alguna manera el docente es el espejo en el cual el grupo se mira. Si el maestro tiene una actitud de apertura, de paciencia, de esperar al niño, seguro que el grupo mira estos gestos y termina aceptándolo.

—Ahora, ¿esto se aprende en un curso de capacitación?

—No, tiene que ver con la sensibilidad. Cada vez que puedo planteo que en los profesorados debieran darse terapias grupales como lugar para reconocer los miedos y fantasías volcadas sobre el otro. La mejor herramienta que tiene un adulto que enseña son sus propios sentimientos, miedos, y si no trabajo sobre esto puede resultar una herramienta fallida.


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El educador Belgich asegura que hay que abrir espacios para escuchar a los chicos y adolescentes.

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