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miércoles,
25 de
abril de
2007 |
Crónicas regionales
Los Cardos: modelo de tesón y esfuerzo
La gran fertilidad de las tierras y la actividad del agro forjaron un sello de identidad del pueblo
Luis Emilio Blanco / La Capital
Los Cardos.— El orden, la limpieza y la prolijidad deslumbran en este pueblo, que con algo más de 1.500 habitantes se emplaza en una de las zonas agrarias más productivas del país.
Los Cardos está ubicado en el sur del departamento San Martín, sobre la ruta provincial 13, a unos 150 kilómetros al noroeste de Rosario. Se observa el esmero de los vecinos y autoridades para mantener las viviendas bien cuidadas, con espacios verdes bien ornamentados.
El 90% de las calles están pavimentadas y la comuna asegura que para fin de este año se asfaltarán las restantes y los caminos aledaños.
Apenas llegaron, los primeros pobladores apreciaron las bondades de la tierra de esta zona y la actividad agropecuaria se asentó en la región, estampando un sello de identidad para sus habitantes.
En esa época había unas pocas propiedades pequeñas, pero la actividad estaba centralizada por cuatro grandes estancias: El Cardo, La Santa Catalina, Las Castañas y La Media Legua.
Como muchos otros pueblos del interior, Los Cardos se formó con el paso del ferrocarril: el ramal Central Argentino que unía Cañada de Gómez con la estancia Las Yerbas (distrito Crispi). Según se cuenta, la compañía de origen inglés designó a la estación con el nombre de Los Cardos en honor a la flor nacional de Escocia, del mismo modo que la de Las Rosas por la de Inglaterra y El Trébol por la de Irlanda.
Durante mucho tiempo en el paraje sólo hubo además de la estación ferroviaria un almacén de ramos generales: Otto Bantle y Compañía, que fue cambiando de dueños y anexando servicios hasta formar la Cooperativa Agrícola.
Los primeros colonos fueron italianos, ingleses y yugoslavos, de apellidos Culasso, Gerlero, Depetris, Macardo, Verona, Bruno, Trossero, Constantino, Kovasevich, Boblich, Peronja, Zarich, Busich, Milicich y Yercovich, entre otros.
El pueblo fue fundado en 1928, cuando los hermanos Victoria y Esteban De Lorenzi lotearon y donaron los terrenos para la plaza, la escuela y la iglesia. El trazado de la actual planta urbana comenzó con 28 manzanas.
Los servicios de transporte, correo y comunicaciones se basaron en un excelente tráfico de trenes que demoraban tres horas en unir a la localidad con Rosario y había una buena frecuencia de formaciones.
“Este pueblo se formó con mucho sacrificio, empuje y luchas permanentes por progresar”, definió la ex directora de la escuela Domingo F. Sarmiento, Rosita Anrique de Maiztegui, quien recordó que durante muchos años el lugar se nutrió de energía proveniente de una usina privada.
“Pertenecía a un hombre de apellido Rasero y después la compraron los hermanos Mariani. A las 23.45 daban la señal con un pequeño corte para anunciar que a la medianoche se interrumpía el servicio hasta el día siguiente, salvo cuando había bailes en el pueblo”, relató la docente.
Buenos alumnos. Tanto Rosita como su colega María Angela Argüello de Tommei, directora de la escuela rural Sebastián Gaboto, nacieron en Los Cardos, fueron alumnas del colegio local y llegaron a la dirección. Ambas coincidieron en destacar que el nivel de las instituciones educativas fue siempre muy bueno. “Los alumnos egresados de nuestras escuelas nunca tuvieron inconvenientes a la hora de continuar sus estudios superiores”, remarcaron.
Los pobladores de Los Cardos aseguran que hubo un notable crecimiento en las últimas tres décadas. En abril de 1988 se consiguió la creación de la Escuela de Enseñanza Media Nº 372 gracias al apoyo del entonces senador Hugo Taborda. Hasta el momento los estudiantes debían viajar diariamente a El Trébol o Las Rosas para cursar. La institución comenzó a funcionar en los sótanos del Club Unión y cuatro años más tarde, con el dinero obtenido con lo producido de festivales de doma, carneadas, rifas, venta de pastelitos y empanadas, se comenzó a construir el actual edificio en un terreno donado por Alfonso Tommei.
Las industrias. “Cuando se establecieron, las industrias menguaron el efecto migratorio de los jóvenes hacia las grandes ciudades. Después llegó «El Loco» —como llaman cariñosamente al actual presidente comunal, Carlos Alberto Coppari, quien comanda la comuna desde 1995— y marcó un antes y un después en la vida del pueblo”, afirman.
En 1959 se instaló la filial de Agricultores Federados Argentinos (AFA), una de las instituciones que motorizó la vida del pueblo a través de su planta de acopio y desde 1993 con una aceitera que posee unos 50 empleados y procesa gran cantidad de oleaginosas de la región. En 1994 comenzó a funcionar la firma Ripley, una empresa dedicada a fabricar materiales refractarios para la industria siderúrgica, con filiales en Campana y Salta.
Coppari asumió un gran desafío. En el pueblo no había servicios, las calles eran de tierra y la comuna no gravitaba en decisiones que dieran impulso al pueblo. “Sufríamos el gran problema de no tener nada y estar ubicados entre dos grandes ciudades: El Trébol y Las Rosas. Había muchos que analizaban mudarse y la única forma de contenerlos era brindando nuevos servicios”, explicó Coppari.
Durante su gestión se llevó adelante un plan de pavimentación, se instaló el gas natural en la mayor parte de la planta urbana, se construyó el jardín de infantes y la biblioteca popular Alfonsina Storni, entre otras instituciones. En pocos días más anunciará la construcción de la red domiciliaria de agua potable gratuita para los 550 fronteros, un logro que lo enorgullece por haberlo obtenido personalmente ante el gobierno nacional.
El jefe comunal no hizo magia, tuvo una idea que implementó desde el primer año de gestión y lo ayudó a solventar las obras necesarias para la localidad: sembró con soja unas 60 hectáreas de banquinas. “No era raro pasar por la ruta 13 y ver a un tipo lleno de tierra sembrando hasta el atardecer. Era «El Loco» que le daba sin parar al tractor para sembrar en tiempo y forma”, relató un vecino. Con lo obtenido financió el plan de pavimentación, compró un tractor, una motoniveladora y construyó un nuevo edificio comunal.
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La prolijidad es un ejemplo de dedicación en el embellecimiento de la localidad.
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