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 domingo, 11 de marzo de 2007  
Italia: Siena a corazon abierto
Una ciudad algo desordenada pero que invita a conocer una importante arquitectura e historia

Daniel Molini

Pocos kilómetros separan Siena de Florencia, un recorrido breve para ser apurado, en teoría, en un tiempo corto. Sin embargo, la costumbre recomienda no traducir esa unidad —la de tiempo— a la de distancia, por cuanto en esta zona de Italia la práctica está reñida con la teoría. Si la geografía fuese un organismo, los problemas circulatorios que padecen algunos sectores de la Toscana la mantendrían en cuidados intensivos.

Los carteles de señalización confunden más que ilustran. Emplazados de forma caprichosa cambian de altura, de forma o de tamaño, y aparecen unas veces a la derecha de la calzada, otras a la izquierda o en sitios insospechados.

Ante tal indisciplina normativa los vehículos bailan su propia música indecisa, con requiebros entre carriles, exhalando vientos que amenazan la franquicia del seguro y transformando el desplazamiento en una actividad para valientes. Finalmente, con el espíritu caldeado, el viajero encuentra un anuncio salvador, rubricado con una flecha que promete: Siena centro.

Y hacia él se dirige, raudo y satisfecho por la cercanía del destino, dispuesto a atravesar las murallas que defienden la ciudad con el objeto de acceder a la plaza con mayúscula, y absorberla poco a poco, a modo de mágica poción que le permita digerir los malos tragos de la carretera.

Cientos de turistas, ociosos y observadores, parecen empeñados en la misma práctica, sugiriendo algún acontecimiento especial, pero los lugareños aclaran: “Nada extraordinario, esta plaza siempre está repleta. Excepto durante las fiestas del Palio; entonces hay mucha más gente”.

No cabe duda de que la Plaza del Campo, considerada — no sólo por la literatura impresa en la región— como una de las más bonitas del mundo, convoca a visitantes con fuerza inusitada.


Un gigante en el centro
A diferencia de otros espacios abiertos está levemente inclinada, como si fuese un enorme patio de butacas con forma de abanico, cuyo “escenario” estaría situado en el Palacio Público, sede del Ayuntamiento, dotado de una célebre torre de casi 100 metros de altura, la torre del Mangia, desde la cual se puede ver una excelente perspectiva. El edificio, originario del siglo XIII, necesitó cientos de años para ser concluido e incorpora en su estructura mármoles y ladrillos que le confieren una atractiva singularidad. En el interior se muestran frescos importantes y relieves originales de la Fuente Gaia, tallados en mármol de Carrara por Jacopo della Quercia. La fuente, casi siempre oculta por admiradores, se puede visitar en la parte alta. Emplazada sobre tres colinas, Siena se fue conformando como urbe a base de barrios o distritos, 17 en total, que dos veces por año dirimen sus “rivalidades” en la citada Plaza del Campo reconvertida a hipódromo improvisado.

Se trata de una tradicional carrera de caballos que mezcla fiesta y competición, colores, alegría y rivalidad, mantenida desde tiempos inmemoriales con el fin de conseguir el Palio, preciado trofeo conocido también como Drappellone.

Las multitudes aguardan horas para animar a sus “contrade” preferidos, a favor de una pasión que se renueva cada 2 de julio (Palio di Provenzano) y 16 agosto (Palio dell´ Assunta). Extraordinarios monumentos —además del Palacio Público— conforman los límites de la plaza, destacando, en el extremo opuesto, el Palacio Sansedoni.

La Catedral, dedicada la Virgen de Assunta —patrona de Siena— y considerada como una de las expresiones artísticas máximas de la Edad Media, ocupa la parte más prominente de una colina. Iniciada en los albores del segundo milenio, forma parte del complejo catedralicio, junto al Museo de la Obras de la Catedral, el Batisterio, el “Facciatone” y la Cripta. En ella destaca, como en muchas otras iglesias de la Toscana, una maravillosa policromía de mármoles. Obra de Nicola y Giovanni Pisano, la fachada integra recursos arquitectónicos que parecen enfatizar la grandeza interior, donde estalla el asombro de un suelo único, donde la piedra se hace dibujo. Esa maravilla, conseguida con técnicas dignas de miniaturistas, es un tesoro que se preserva celosamente, y por ese motivo sólo se muestra desde finales de agosto hasta mediados de octubre, manteniéndose cubiertos el resto del año.
Cuna de escultores
El Batisterio de San Juan Bautista exhibe —entre otros portentos— una Fuente Bautismal de mármol, bronce y esmalte realizada por escultores sobresalientes: Donatello, Lorenzo Ghiberti, y Jacopo Della Quercia.

En el Museo de las Obras de la Catedral se conservan obras tan valiosas como la “Maestá” o Virgen en Majestad de Duccio, el retablo mas grande de la Edad Media, o la vidriera circular que originariamente se encontraba en el ojo absidal de la catedral, o relicarios y objetos litúrgicos.

Al final de la visita del museo se abre un camino que lleva al “Facciatone” estructura destinada a ser, en el siglo XIV, una prolongación de la catedral que nunca se llegó a realizar, quizás por culpa de la peste o la derrota de la ciudad ante Florencia. Desde sus alturas se aprecia una vista privilegiada de murallas, edificios medievales, torres e iglesias. No se agota fácilmente la historia en Siena, sus calles serpenteantes y empedradas —como Via Banchi di Sopra o Vía di Citta— ofrecen edificios de inspiración gótica o renacentista. Un ejemplo es el Palacio Salimbeni, situado en la plaza del mismo nombre y ocupado por una entidad de ahorro centenaria. Su frontis derrocha creatividad a base de ojivas, columnas y ladrillos. No muy lejos está el Palacio Piccolomini, o la Logia de los Mercaderes y más arriba, en otra colina, la iglesia de San Domenico, con un interior repleto de frescos que describen la vida de Santa Catalina.

La Puerta Camollia, una de las tantas que regalan el “peaje” a la muralla, incorpora un antiguo texto latino que dice, aproximadamente: “Siena te abre su corazón más que esta puerta”. Si se tiene suerte uno puede leerlo al entrar, teniendo la certeza de que la salir, después de tantos regalos al espíritu y los sentidos, los corazones abiertos serán dos.


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La torre del Mangia con sus más de 100 metros de altura domina el escenario en la plaza céntrica de Siena.


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