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 domingo, 11 de marzo de 2007  
[Lecturas]
Detrás de la máscara
Novela. "Las bufonas", de Alma Maritano. Colihue, Buenos Aires, 2006, 216 páginas, $20

Marta Ortíz

La construcción minuciosa de esta novela demuestra cómo una imagen, en este caso derivada de la crónica policial y percibida a través de los medios, puede transformarse en obsesión e imponerse por su propio peso a las otras imágenes que acosan al escritor.

Un narrador omnisapiente maneja aquí todos los hilos, mueve narradores y narrados y entremezcla sutilmente las tramas. No obstante, acepta ciertas lagunas en su información y repone o permite a sus personajes conjeturar y rellenar oquedades. Entre las voces, destaca la de Valeria Martelli, egresada de Letras y escritora, quien se deja atrapar por las circunstancias que rodearon al crimen de la trabajadora sexual Sandra Cabrera, el 27 de enero de 2004, historia que va modelando junto a otra que también escribe: la novela del escritor maduro y la joven estudiante.

Sandra-personaje, desde la tumba, en el sueño y en la vigilia, instruye a Valeria. Esgrime y defiende su derecho a ser contada: “Contame. Contá de mí, hablá de mí.” Y aconseja: “yo para vivir trato de flotar, pero si escribiera, ni loca con los pétalos que flotan, me entendés, negrita. Vos no sé, pero yo escribiría con la mierda del fondo”. Y Alma Maritano, camuflada tras la pluma de Valeria, recoge el guante y aborda el buceo en ese mar de fondo corrupto. Elige documentarse y el camino de la denuncia: “Hay dos maneras de apuntar. Con una matás. Con la otra dejás testimonio”.

Relata entonces la cruda, espinosa vida de Sandra, la meretriz que el texto define como rebelde y díscola; mujer que se asumió dirigente y como tal exigió derogar los artículos que penalizan la prostitución en el anacrónico Código de Faltas, cuya utilidad se mide sólo en lo inagotable de los sobornos que engendra. Mujer que desde la secretaría de Ammar (Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina), se atrevió a desafiar a los proxenetas asociados con los políticos de turno. “Si yo escribiera, escribiría sobre ella. Por qué. No sé, a lo mejor porque es mujer, después porque no es cualquier mujer, es una mujer interesante”, afirma la joven estudiante en la novela de Valeria.

Cada capítulo o parte, de las once que integran “Las bufonas”, se inicia con un texto en itálica que corresponde a otro nivel de lenguaje y que no integra la trama central, pero que acompaña sus movimientos, la refleja y la refracta. Discurso que apela a contenidos mitológicos, históricos, filosóficos, literarios; de tono irónico, paródico o sarcástico, expone, entre otras cuestiones relacionadas, el juego-asedio-rodeo nocturno que desnuda la comercialización del deseo, el despliegue de seducción noche a noche abierto en torno a la figura de la trabajadora sexual.

La interjección “evohé”, alusión al grito de las bacantes aclamando a Baco, se reitera insistente en el primero de esos textos; una bacante, por extensión, es una mujer “descocada, ebria y lúbrica”, según la RAE. Palabra cargada de connotaciones lúdicas y lúbricas que, recordemos, utilizó Cortázar en “Rayuela” para expresar un estado emocional inexpresable. Se crea entonces, a partir de un lenguaje hiperbólico, un efecto revelador.

El texto se resignifica a partir de múltiples epígrafes. El registro es abarcador: escritores, directores y actores de cine, así como parlamentos de películas y letras de canciones, expresan una sabiduría colectiva largamente sedimentada, en diálogo constante con el relato. Los acápites tangueros espejan la vida segada que el texto devuelve. “Y así aprendí que hay que fingir para vivir decentemente”, dice la letra de “Madreselva”; “Me la paso fingiendo. Mintiendo si querés. Pero es la única forma de sobrevivir en el pantano”, dirá Sandra.

Es poniéndola en palabras como se comprende mejor la experiencia, y esta afirmación puede leerse como hipótesis y clave de lectura de “Las bufonas”: “Lo que pasa es que al hablar de ella, de ellas, Valeria siente que también habla de sí” Sin duda la necesidad de entender los móviles de lo aberrante fue el origen de la investigación, de las entrevistas a las compañeras de Sandra que reinstalaron su voz, de la reconstrucción de la “mujer” detrás de la máscara. Una trama valiente entre lo testimonial y lo imaginado que, más allá de cualquier invención repone “lo imaginable”. El crimen continúa impune, pero en estas páginas se oye clara la voz de la víctima. Expande el eco de una campanada que no cesa: “Vos no te olvides, negra... Vos acordate que quedan otras [...] se van a tener que enfrentar a nosotras, las bufonas, no van a tener más remedio”.
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