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domingo,
11 de
marzo de
2007 |
Terapias: la simpleza de Edward Bach
Fiel custodia del trabajo del creador de la terapia floral, Judy Howard defiende los principios de método
Aurelio Alvarez
Judy Ramsell Howard, fideicomisaria del Centro Bach en Mount Vernon, Oxfordshire, Inglaterra (hogar y lugar de trabajo del doctor Edward Bach durante los últimos años de su vida), es enfermera, visitadora de salud y partera. Fue entrenada por su padre, John Ramsell, colaborador de Nora Weeks —una de las personas más allegadas en los últimos años de Bach— en la manufactura de las tinturas madre. Pionera de los cursos para practitioners (profesionales), también fue involucrándose en el resto de las actividades de la institución. En la actualidad imparte los mencionados cursos en el Reino Unido y escribió los libros “Esencias florales para niños”, “Esencias florales para mujeres”, “El ABC de los remedios florales” y “Remedios florales de Bach para animales”. Tiene dos hijos y vive en Warborough. Invitada por el Congreso Nacional de Terapia Floral, realizado en Benalmádena, Málaga, Howard expuso sobre tradición y trabajo del Centro Bach.
— ¿Se mantiene intacto el trabajo de Bach, o el paso del tiempo ha provocado que el método haya sufrido transformaciones que lo puedan haber enriquecido o tergiversado?
— El doctor Bach quería que el sistema fuera simple, sencillo y fácil de usar para que toda la gente lo pudiera utilizar, y eso es lo que fue y sigue siendo. A pesar de que los tiempos han cambiado y sufrimos diferentes situaciones de estrés que antes no existían, porque la tecnología no era lo que es actualmente, los remedios continúan enfocados hacia los estados emocionales, independientemente de los contextos o factores externos. Los sentimientos humanos son los mismos y, por tanto, el método también, mientras la vida, el ser humano, sigan en el mundo. No hay que cambiarlo porque la naturaleza humana tampoco cambia.
— Actualmente existen, además de las Flores de Bach, otros sistemas florales (de California, de Australia, de Argentina). ¿Las flores de Bach han significado algo tan trascendente que otros se animan a poner un sello local a lo que Bach concibió como un aporte universal?
— Desde los tiempos del doctor Bach existen métodos con otras plantas en todo el mundo. Y hay una teoría acerca de que las plantas locales son mejores para la gente del lugar. Hay tantas y la naturaleza provee tanta ayuda que, por supuesto, hay algunas que tienen poderes curativos. Pero los 38 remedios constituyen un sistema sencillo para usarse en un modo simple y cubre absolutamente todo lo que un ser humano pueda sentir, razón por la cual no hay nada que añadir al sistema Bach porque es completo. La gente puede elegir, pero, por ser un sistema completo, está disponible para todos. Sería muy complicado si tuviéramos que adicionar más sistemas. En los 70 años que lleva el Centro Bach en la terapia floral nunca ha encontrado un caso que no haya podido solucionar. Y muchas veces se nos pregunta si el doctor Bach hubiera vivido más, podría haber descubierto más remedios; precisamente en el año que murió él dijo que su trabajo estaba completo, que así debería permanecer y es lo que hace el Centro Bach.
— Se ha dicho que la terapia floral no es una medicina, sino otra cosa?
— Depende de qué concepto de medicina partimos. Al sistema floral no lo podemos ver de la manera ortodoxa o con un análisis científico, por lo menos hasta ahora. Realmente se habla en un sentido de curar que toca el espíritu y el ser, y que nos ayuda a promover la autocuración. No viene de la medicina tradicional, es la energía de la vida la que encuentras en las flores que resume nuestra fuerza vital. Es una medicina como si fuera el sonido del mar, una bella música o cualquier cosa que nos guste y nos haga sentir bien. Es un método de curación. Así lo decía el doctor Bach.
— ¿Quien da las flores debe ser una persona formada académicamente y preparada espiritualmente, o un simple recetador?
— El doctor Bach quería que nos ayudáramos realmente. Que, como individuos, usáramos los remedios de manera autónoma porque nosotros somos los que mejor nos conocemos. Pero cuando alguien tiene dificultad en elegir estos remedios acude a un practitioner (profesional). El Centro Bach ofrece entrenamientos para que estas personas que quieren ayudar a los demás entiendan cómo funcionan, ya que serán facilitadores. Los practitioner no prescriben nunca, sino que ayudan a entender cómo los remedios pueden auxiliar a los demás. No somos maestros y cualquier persona lo puede hacer. Bach lo único que pedía es que la gente lo haga con toda compasión y entendimiento. El sistema es libre para que lo conozca y lo use todo el mundo. Lo único que necesitamos es realmente poder entrenarnos para que los demás sepan cómo se usa y formar una red en la que unos a otros se ayuden.
— ¿Estás de acuerdo con la propuesta de llevar las flores al campo social, pensar “floralmente” en lo cotidiano?
— Por supuesto que cualquiera que pueda aplicar ese pensamiento y la filosofía del doctor Bach a su vida, finalmente también lo hará a su sociedad, y eso se convertiría en un mundo ideal. El compartirlo con cada persona sería maravilloso, si es que llega ese día, pero también está en cada uno de nosotros participar, y si cada uno se une a otro y vamos juntándonos muchos, puede que muy pronto lo alcancemos.
— ¿Qué observas en la gente cuando llega al Centro Bach?
— La gente se sorprende de lo pequeño que es. Creen que es un lugar muy grande, con campos de flores, y realmente se trata de una casa pequeña con su jardín. Lo que sí sienten es un sitio muy tranquilo, con una atmósfera llena de paz, y a los visitantes les gusta estar en el estudio del doctor Bach, que todavía tiene su mobiliario original. Pero también vienen para conocer el jardín, oír los pájaros, porque toda esa sencillez que representa los une con el doctor Bach.
— ¿Hablas con las flores?
— Si tomas las flores, son ellas las que se comunican contigo.
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