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domingo,
14 de
enero de
2007 |
[Lecturas]
Después del tsunami
Novela. "Sólo te quiero como amigo", de Dani Umpi. Interzona. Buenos Aires, 2006, 256 páginas, $ 25
DIego Colombia
Dani Umpi es el nombre artístico de Daniel Umpiérrez, un treintañero nacido en la localidad de Tacuarembó, Uruguay, y residente en Montevideo desde que iniciara sus estudios universitarios en Publicidad y Comunicación Artística-Recreativa, allá por los años noventa. Cantante, compositor, artista plástico, Umpi irrumpió en el mundo literario con poemas en sobrecitos comercializados de manera independiente y una primera novela publicada por la entonces sorprendente Eloísa Cartonera, que se agotó al poco tiempo.
“Sólo te quiero como amigo” es su tercera novela editada en Buenos Aires, y confirma, entre tanta espectacularidad —interviene en fiestas electrónicas, muestras colectivas, perfomances varias—, su íntima y solitaria vena de escritor. Aún más, con su último libro parece acercarse a algunos de sus artistas admirados, como Marilyn Manson o César Aira. Sus canciones, puestas y textos vienen elaborando un mundo singular, en el que la frivolidad, la cursilería y el melodrama son tratados con una lúcida conciencia compositiva, un humor a veces corrosivo, y un espíritu lúdico que resulta poco común en nuestro medio.
A pesar de la visibilidad de la que goza en ambas capitales del Río de la Plata, su nombre no ha sido ni siquiera mencionado cada vez que un crítico literario se propuso repasar los últimos años de narrativa local, a la sombra de Puig y los géneros populares, con quienes su obra, sin embargo, establece una evidente familiaridad. Es curioso, además, si se coteja la calidad de su escritura con la de muchos de los que sí recibieron un poco de atención valorativa.
“Sólo te quiero como amigo” narra el tembladeral emotivo que un mediocre empleado de “una fábrica de parásitos” experimenta a partir de la separación de Juanjo, su pareja. La narración seguirá la lógica desquiciada de quien sufre el abandono e intenta, por todos los medios —teóricos y prácticos—, superar el dolor de ya no ser. Para ello, se lanza a la reconstrucción arqueológica de la relación, en busca de los atisbos que sin duda preanunciaron la catástrofe y no fueron claramente advertidos en su momento. Los electrodomésticos, utensilios y el mobiliario del departamento compartido se convierten, con humor y patetismo casi simultáneos, en los restos sobrevivientes del cataclismo. Luego, con el paso del tiempo, pierden su dramaticidad para el protagonista, cuando su imagen se compara con la de los pescaditos y otras extrañas especies marinas que los científicos juntaban tras el tsunami.
En un mismo impulso desesperado por dejar el pasado atrás, asistirá a discotecas donde el caos emocional en el que vive el protagonista se representa teatral y colectivamente como en “La máscara de la muerte roja” de Poe. Así, el vestuario, la danza, la música y el decorado exhiben y propician la resolución de los conflictos de la historia.
Siguiendo las figuraciones de una prestigiosa crítica porteña, podría reconocerse en la novela cierta impronta “etnográfica”, a partir de sus referencias a una cotidianeidad gay, con sus tics, clichés y lugares comunes. Sin embargo, la novela hace desfilar gestos y acciones excesivas, sentimientos que contrastan hiperbólicamente, y una profusión de objetos cursis y situaciones banales, que parecen arrancarle a las lógicas del melodrama sus restos de sentido menos visibles y boicotean cualquier rígida pretensión documental.
Al mismo tiempo, la narración logra con el uso de fraseos de tira televisiva, posturas y ademanes propios de la moda y yeites publicitarios, la expresión de una ternura y una fina sensualidad que parecían expulsadas de esas formas. Como si fueran fichas de un rompecabezas que Umpi sabe recomponer a su antojo, para que el cuadro completo se salve del tedio y el vacío.
El narrador apela a su subjetividad extremada e inestable para contar el modo en que el amor se levanta y derrumba. Pero en su pintura ciclotímica del mundo no estará solo: intervienen su hermana y su ex suegra, quienes intentarán apuntalarlo emocionalmente, e intervendrán en esa resolución de género que es “el triunfo empresarial” de Gonzalo, su nuevo compañero. De este modo, plantas, bichitos y personas sufren extirpaciones o son inoculadas en el laboratorio de las pasiones del que parece ocuparse la novela.
Pájaros y seres humanos que se guían por la ciega evidencia del corazón comparten los intentos por construir nidos seguros, acogedores y cálidos, como metáforas del encuentro amoroso. Los mismos que se derrumban ante imprevistos temporales, y que hay que volver a levantar, luego, en medio de una absoluta fragilidad.
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Fotos
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Umpi escribe, interviene en muestras y actúa en performances.
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