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sábado,
13 de
enero de
2007 |
Viajeros del tiempo
Guillermo Zinni / La Capital
El último gladiador, o la muerte de Evaristo Carriego
En otros tiempos, no muy lejanos pero de costumbres bien diferentes a la de estos días en que vivimos andando el camino del progreso, los diarios argentinos se hubieran vestido de luto en homenaje de duelo por la muerte de Evaristo Carriego, ocurrido inesperadamente en Buenos Aires, si bien su avanzada edad dejaba presentir un fin cercano. Con él desaparece el último gladiador de una generación de periodistas que se caracterizó por la virilidad de sus almas templadas y que se prodigaban con generosidad en bien de los ciudadanos y de la nación. Arrogante hasta ser soberbio, a Carriego no lo doblegaron ni las amenazas de los fuertes ni los halagos de los poderosos. Murió viejo y pobre, quizá más pobre que muchos de los que lo antecedieron, pero su obra en la prensa nacional podría formar centenares de volúmenes de escritura sana y vigorosa. Asiduo colaborador de La Capital, esta imprenta ha tenido la triste satisfacción de publicar recientemente su última producción inédita, escrita especialmente para este diario.
Nota: El periodista entrerriano Evaristo Carriego, fallecido el 2 de enero de 1908, era el abuelo del poeta homónimo nacido en Paraná el 7 de mayo de 1883. El conocido autor de "Misas herejes" murió también en la Capital Federal el 13 de octubre de 1912, a los 29 años de edad, y apenas cuatro después que se abuelo. Los Carriego habrían emigrado a Buenos Aires a fines de 1890. Más datos sobre este tema pueden encontrarse en la obra "Evaristo Carriego", de Jorge Luis Borges, publicada en 1930.
Petiso, malo y con la ñata rota. El dueño de una de las principales casas de comercio de Salto Grande es una persona muy ligera para levantar la mano a su contrincante, pero como es muy petiso y no alcanza a pegar donde él quiere, cuando el otro le contesta resulta que sale como rata por tirante. Ya hemos perdido la cuenta de todas las veces que ha querido pelearse y sale aporreado. Hace poco se agarró en una acalorada disputa con un chanchero y salió una vez más con la ñata rota. Después se supo que todo había empezado porque el comerciante le reclamaba al chanchero una deuda, pero la que en realidad ya había sido cancelada hacía tiempo.
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