Año CXXXVII Nº 49353
La Ciudad
Política
Economía
Opinión
La Región
Información Gral
Escenario
El Mundo
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Ovación


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 07/01
Mujer 07/01
Economía 07/01
Señales 07/01
Educación 30/12
La Escuela en Foco 30/12
Autos 28/12
Salud 27/12
Página Solidaria 27/12
Estilo 16/12

contacto

servicios
Institucional


 sábado, 13 de enero de 2007  
Reflexiones - Etimología de la vida cotidiana
A

Samuel Wolpin

"Cuando tenemos ocasión de emplear conocimientos adquiridos por la lectura, siempre lamentamos haber leído poco" (proverbio chino). El viejo diario La Razón, cuando salía en tamaño sábana, se caracterizaba, entre otras cosas, por utilizar con bastante frecuencia titulares como "¡Ah!" y "¡Oh!". Por supuesto, todo el mundo se iba de boca primero sobre esos artículos y luego posaba su vista sobre los titulares habituales: "Falta de quórum en Diputados" o "La inflación ya está en tres dígitos". Yo quería tributarle un modesto homenaje de lector a los tituleros de ese diario, pero una vez que puse el que tiene esta nota, me di cuenta que algo tenía que escribir. Entonces se me ocurrió hacerlo usando palabras que empiezan con "a".

Aterir significa enfriar; por lo tanto es una redundancia decir "aterido de frío", pues no se puede estar aterido de calor. Otro sinónimo de frío es álgido. ¿Por qué será que lo asociamos con el concepto de dificultad y decimos "una situación álgida" para dar a entender un momento crítico?

Dos palabras que no poseen singular son albricias y añicos. Por más que sea una sola copa, se hace añicos si cae al piso; pero no diga "¡Albricia, eso trae suerte!", porque las albricias en estos casos son muchas.

Acre quiere decir picante. El superlativo es acérrimo. ¿Me puede alguien explicar qué quiere decir lo que varias veces hemos oído: "los tiranos son acérrimos enemigos de la democracia"?

El acto de sacar algo a tomar aire es aeración, no aereación, y la persona que nació en una aeronave, cuando esta volaba, es un aeronato.

El que se instruyó a sí mismo, si es un varón será un autodidacto -autodidactas son las mujeres-; en cambio, el lugar donde se siembran las semillas para transplantar luego los brotes a otro sitio es siempre el femenino almáciga -del árabe almascaba, capa de tierra- y no el inexistente almácigo en versión masculina.

Siempre sustituimos alegría o algarabía o algazara, pero estas palabras derivan del árabe al-harabiya y al-gazara, respectivamente, que no implican otra cosa que confusión o desorden.

Apóstrofe y apóstrofo poseen la misma raíz -del griego apo, separación, y strephó, volver-; apóstrofe es cortar un relato para intercalar un discurso orientado hacia otra persona; por ejemplo, cuando el abogado deja de dirigirse al juez para hacerlo al demandante o al acusado. Apóstrofo es el signo ortográfico (") que suele reemplazar a una vocal o a varias letras: p"q" bailen los muchachos.

Todos estos ejemplos no tienen otro objetivo que demostrar que la costumbre en el empleo incorrecto de una expresión idiomática posee más fuerza que lo señalado por el diccionario. No obstante, aunque sigamos usando estos términos como veníamos haciéndolo, conviene que lo sepamos: somos unos mal hablados. Y, como afirmó Platón en el "Fedón", "hablar impropiamente no sólo es cometer una falta en lo que se dice, sino causar un mal a las almas".
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados