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 jueves, 28 de diciembre de 2006  
Viajeros del Tiempo

La jefatura política no se come vigilantes. La jefatura política del Rosario, con el plausible fin de probar al público el correcto proceder de su administración; o sea, para demostrar la honrada inversión de los dineros fiscales en el pago de vigilancia; o, si se quiere más claro, con el objeto de probar que están todos los que cobran y cobran los que están; o si se quiere más claro todavía y para decirlo en el lenguaje común de este género de asuntos: con el fin de evidenciar que no se come vigilantes, ha dispuesto que en lo sucesivo el pago se haga ante el público, de modo que todo el mundo pueda ver y constatar que el dinero se invierte en lo que manda la ley. Esto responde al deseo de que no haya la más mínima duda respecto al manejo de los fondos policiales, pero a nadie se le ha ocurrido pensar que el señor coronel Hernández haga negocio con los sueldos de los vigilantes haciendo que figuren en las listas de revista agentes imaginarios, o que con esos recursos se sostenga a individuos que han prestado servicios de carácter privado o político pero no de agentes. De todos modos, y colocándonos en el lado más razonable y prudente de pensar de que no existe malversación de caudales y de que este coronel es un perfecto caballero, nos parece que al menos peca de ingenuo. Porque, ¿puede ser ésta una prueba contundente de que los vigilantes son todos los que deben ser y de que cobran todos los que deben cobrar? El buen público que tenga la ingenuidad de ir a presenciar ese pago, aunque más no sea por la novedad del espectáculo, sólo verá que a cada individuo de tropa se le entrega un sobre cerrado que supone con dinero adentro... y no verá ni sabrá otra cosa. Este inocente procedimiento no puede convencer a nadie de nada. El público, por bueno, crédulo y manso que parezca, no lo es tanto como para tragarse fácilmente adoquines confundiéndolos con las hostias sagradas.

Carta de lectores de 1904: "El entarugado es una burla para el vecindario". Dícese que cuanto más se machaca, mejor sentada queda una cosa, y tratándose de un piso lo lógico es que el machaconeo lo deje cada vez mejor. Pero sucede con esto de la pavimentación del Rosario todo lo contrario: cuanto más se machaca, peor asentado queda, como bien lo expresa esta carta que a continuación publicamos: "Señor director de La Capital. Quisiera saber qué medidas va a tomar la Intendencia respecto a la malísima construcción del entarugado en las calles Maipú y San Martín. Cuando la Intendencia ordena una obra pública, no consulta a los propietarios si están de acuerdo o si pueden costearla: la manda a hacer y punto, y después sabe Dios los apuros en que nos vemos para pagar la parte que nos toca. Pero si impone estos sacrificios en nombre del progreso público, que bien venido sea, justo es también que gaste el mismo celo para que no nos den gato por liebre. Muy bien estábamos nosotros con el adoquinado de granito si nos iban a salir con este pésimo entarugado de madera. ¿Es que no comprenden que eso no durará ocho días? ¿Permitirá el intendente que continúe esta obra que le cuesta al vecindario un ojo de la cara y que no sirve para nada? ¿La oficina de obras que inspecciona los trabajos le pondrá el visto bueno?

Investigación y realización Guillermo Zinni ©

La Capital 1900/1905
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