|
domingo,
03 de
diciembre de
2006 |
Transporte. Cumple 45 años la única de las seis líneas de troles que sobrevive
La K, un orgullo con antenas que resiste
En los 70, el cableado llegó a tener 70 kilómetros y cubría la ciudad de punta a punta. Hoy quedan solamente 20
Eugenia Langone / La Capital
Hoy hace 45 años que la primera unidad de la línea K, un flamante coche italiano, inició su primer viaje tomando el recorrido este-oeste de la ciudad. Fue en la esquina de Avellaneda y Mendoza, frente al mítico bar La Capilla que, junto a los trolebuses, se convirtieron en verdaderos sobrevivientes de estas cuatro décadas. La K es la única línea -de las seis que existieron en la ciudad- que resistió no sólo el paso del tiempo, sino también las crisis económicas, los ajustes, las privatizaciones e incluso los turbulentos días del Rosariazo que terminó con 11 unidades de la flota municipal destruidas. Ahora, en el aniversario de su primer recorrido, desde el municipio irán al rescate de esa historia a través de imágenes. Para que los grandes recuerden y los chicos sepan que la K formó parte de la red de trolebuses que, en los años 60 y 70, se extendió a lo largo de más de 70 kilómetros, y que conformó la columna vertebral del sistema de transporte municipal.
Desde mañana, y como parte de este cumpleaños, los pasajeros del trole recibirán folletos con información sobre la historia de la línea. Además habrá distribución en puntos clave del recorrido, como las Cuatro Plazas, Echesortu y el Centro Universitario Rosario (La Siberia).
Pero además los usuarios se encontrarán con dos museos móviles que instalará la Sociedad del Estado Municipal para el Transporte Urbano de Rosario (Semtur). El primero se distribuirá sobre cada uno de los 20 coches de la K. Son paneles montados sobre las ventanillas con fotografías y las fechas más relevantes de la historia de esta línea. El segundo se montará con más de 20 fotografías históricas en el hall de la Terminal de Omnibus Mariano Moreno.
La idea de que llegaran a Rosario trolebuses provenientes de Alemania fabricados en 1953 fue del rosarino Alejandro Gómez, que para 1958 era vicepresidente de la Nación. En julio de ese mismo año comenzaron a llegar las unidades MAN -que ya estaban en funcionamiento en Buenos Aires- y se almacenaron en un terreno de Corrientes y Rioja, hasta que el 24 de mayo de 1959 se inauguró oficialmente el servicio de trolebuses en la ciudad.
El acto fue en la plaza Sarmiento y no faltó nadie: ni el entonces gobernador Carlos Sylvestre Begnis ni el intendente Cándido Carballo. Se trató de lanzamiento de la línea G que con cinco coches y a un precio de 1,70 pesos moneda nacional recorrería el trayecto que va desde la plaza hasta San Martín y Saavedra.
El sistema creció y las décadas del 60 y el 70 fueron sus años de oro. En abril del 60 se largó la línea H que hacía el recorrido hacia el norte de la ciudad llegando hasta el control de Granadero Baigorria y a la que le sumaron después el refuerzo de la I que llegaba a plaza Alberdi. Y se compraron a Italia unidades Fiat-Alfa Romeo-CGE que entraron en servicio para la línea J, que ya en el 61 se fusionó con la G para crear la también mítica línea M que funcionó hasta 1984.
En diciembre de 1961 fue el turno de la K, que con unidades Fiat llegó para absorber el trayecto este-oeste que por aquel entonces realizaban los tranvías 13, 14 y 20. La mañana del 3 de diciembre la línea largó su primer viaje desde la esquina de Avellaneda y Mendoza, donde se reunieron cientos de personas. Tal era la demanda que incluso en los años siguientes se reforzó su recorrido con la línea L que llegaba hasta Paraná y 9 de Julio.
Ese fue el mejor momento del sistema, cuando, hasta fines de los años 60 y con seis líneas, unos 70 coches cubrían 72 kilómetros de la ciudad hacia los cuatro puntos cardinales. Incluso había proyectos para instalar nuevas líneas, pero nunca llegaron. A partir de allí comenzó la debacle, con ajustes ante el déficit económico y los días del Rosariazo que en septiembre de 1969 significaron un gran golpe para la red que terminó con la mitad de su flota destruida (ver aparte). Y a partir de allí, la crisis y la privatización terminaron definitivamente con el sistema.
El primer ajuste se realizó en septiembre de 1967 a través de un decreto municipal que implementaba reformas en la entonces Dirección General de Trolebuses ante la "necesidad de ajustar la estructura a normas convenientes de racionalización administrativa y técnica" con el objetivo claro de "conseguir el equilibrio económico-financiero".
La crisis se agravó en 1979. En plena dictadura militar se decidió entregar el servicio a manos privadas. El acuerdo era que la firma adjudicataria, Martín Fierro, prestaría el servicio y pagaría al municipio 720 millones de pesos por la compra del material y las instalaciones, además de casi siete millones de pesos mensuales como alquiler de un galpón.
Pero el servicio se siguió deteriorando. Hubo idas y venidas, compras de coches a la Unión Soviética, fusión de líneas e intervención del municipio. Pero la privatización terminó en juicio (ver aparte) y las líneas fueron desapareciendo. La M resistió hasta 1984, incluso funcionando con microbuses gasoleros. Y sólo quedó la K, que sobrevivió a la crisis energética de 1988 funcionando a GNC, a las auditorías de la gestión municipal que terminó en la caducidad de la concesión de Martín Fierro, a las licitación que siguió y a su regreso a la órbita municipal a través de la Semtur.
enviar nota por e-mail
|
|
Fotos
|
|
El mítico bar La Capilla, testigo del primer viaje de la K
|
|
|