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miércoles,
29 de
noviembre de
2006 |
Ratzinger, a prueba y con pies de plomo
Ankara. - El Papa Benedicto XVI lleva la tensión marcada en el rostro, su sonrisa se ha vuelto seca, dura. Con cuidado, casi con timidez, el religioso se detiene antes de entrar en el mausoleo de Ataturk en Ankara mientras un representante de protocolo le da las últimas instrucciones. Esta vez, el Papa no quiere cometer ni el más mínimo error. Sabe que las cámaras de todo el mundo están dirigidas hacia él. Después de sus desafortunadas palabras sobre el islam y la violencia, hay mucho en juego en su viaje a Turquía. "Ratzinger a prueba", resumía un periódico de Roma.
En las últimas semanas, Joseph Ratzinger ha bajado de peso y su rostro se ve más delgado. No hay duda de que fueron tiempos difíciles para él. Ya en el avión de camino a Ankara intentó distender los ánimos subrayando que la suya no es una visita política sino espiritual. Sin embargo, sus declaraciones a los periodistas son sólo una expresión de deseo, porque desde hace décadas que un viaje del Papa no está tan cargado de elementos políticos.
"Ratzinger llega a un país en el que nadie lo quiere", comenta el vaticanista italiano Marco Politi. Algunos observadores están sorprendidos incluso de que Benedicto XVI haya mantenido el viaje de cuatro días pese a todo.
Ya la llegada al aeropuerto fue diferente de otras veces: las fuerzas de seguridad rodearon con armas pesadas el avión, una imagen nada agradable. Normalmente, la policía intenta de hecho ser más bien discreta en estas situaciones.
Sólo a último momento el premier turco, Recep Tayyip Erdogan, se manifestó dispuesto a ver al Papa. A su llegada al aeropuerto, se dirigió hacia él y le estrechó la mano, un gesto que en Ankara es considerado una deferencia. "Eso dice más sobre las relaciones entre Turquía y el Vaticano que miles de analistas", consideró un teólogo en Roma. Erdogan se manifestó dispuesto al encuentro sólo porque sabe que el tratamiento al Papa es una especie de "prueba de fuego en cuestiones de libertad religiosa para el ingreso a la UE", opinó un observador.
El punto culminante de su primera jornada en Turquía fue el encuentro con el presidente del Departamento de Asuntos Religiosos del país, Ali Bardakoglu, el hombre que en septiembre pasado calificó de "belicosas y provocadoras" las palabras del Papa sobre el islam y la violencia.
Mentalidad de cruzado
Desde entonces se habla en Ankara de "mentalidad de cruzado", una definición de las peores que puede haber en el mundo islámico. Como respuesta, Benedicto XVI se comportó más conciliador que nunca y subrayó que cristianos y musulmanes creen en un "único Dios" y tienen muchas cosas en común. No es poco viniendo de quien, como ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se dedicaba a analizar y establecer las diferencias entre las religiones y entre las tendencias teológicas.
La palabra "violencia" no se mencionó ni una vez en su primer día de visita después de las críticas por su "discurso de Ratisbona". Un año y medio después de alcanzar la Silla de Pedro, Ratzinger ha aprendido que como Papa a veces hay que callar, comentó un experto vaticano.
Y eso incluso cuando los demás no lo hacen, pues Bardakoglu no eludió el tema y criticó la "islamofobia" creciente en el mundo, con una alusión clara a los dichos de Benedicto XVI. Sin pelos en la lengua, le recordó que los dirigentes religiosos del mundo deberían concentrarse en "resolver juntos los problemas de la humanidad, sin intentar comprobar la superioridad de la propia fe" o perder tiempo con debates sobre cuestiones teológicas. (DPA)
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