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domingo,
05 de
noviembre de
2006 |
Muchos quieren
otra oportunidad
para la izquierda
Managua. - A un par de cuadras del reluciente palacio de gobierno de Nicaragua, Rosa Galán comparte dentro de una sucia choza con dos hijas su cama de metal que tiene cartones en lugar de colchón. Ellas forman una de los cientos de familias que habitan en refugios de madera y láminas dentro de húmedos cascarones de lo que alguna vez fueron ostentosos edificios que se derrumbaron con un terremoto en 1972 y que nunca fueron reconstruidos.
Galán gana tres dólares diarios lavando ropa con agua de un camión cisterna municipal. Como muchos pobres nicaragüenses, Galán votará por el izquierdista Daniel Ortega. "Espero que Daniel gane... si no gana, nada cambiará", dijo Galán, de 42 años, cuyos ingresos no le permiten ampliar su alimentación más allá de arroz, frijoles y un pedazo de pollo. "Quisiera tener un colchón o una televisión para mis hijas, pero no me queda nada al terminar la semana", agregó.
Pero muchos en Nicaragua podrían envidiar los ingresos de Galán y su humilde hogar, una muestra de la profunda pobreza, un tema central en los comicios presidenciales. Después de 16 años de presidentes derechistas que reemplazaron en 1990 al gobierno marxista liderado por Ortega, ocho de cada 10 nicaragüenses viven con dos dólares diarios o menos. Y muchos de ellos quieren darle a la izquierda otra oportunidad.
La guerra civil, malas administraciones y un embargo comercial de EEUU aplastaron el sueño sandinista con un derramamiento de sangre y un colapso económico en la década de 1980. Ahora, los sondeos de opinión dan a Ortega una buena oportunidad de regresar al poder después de que fue sacado de la silla presidencial por los votantes cansados de la guerra que decidieron apostar a gobiernos conservadores.
Viejos combatientes sandinistas dijeron que ya libre de la guerra, Ortega podría reparar años de fracasos capitalistas con subsidios y préstamos para campesinos, que ahora son ayudados con fertilizante de bajo costo y combustible que envía el presidente venezolano, Hugo Chávez, un cercano aliado.
Analistas dicen que Ortega podría luchar aún por implementar costosos programas sociales, pero disidentes sandinistas afirman que ahora es más bien un político hambriento de poder.
Con un crecimiento económico de un 4% el año pasado y una estimación privada de una tasa de desempleo del 24%, economistas dicen que incluso las mejores políticas sociales tardarían décadas en incrementar los niveles de vida.
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