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 domingo, 29 de octubre de 2006  
Villa Gesell y Mar de las Pampas: un oasis junto al mar
Ruido y tranquilidad,arena y bosques buscan el equilibrio justo en las extensas playas de la costa bonaerense

Ariel Etcheverry / La Capital

El guardaparques Pablo Domínguez, un rosarino que de chiquito se enamoró de Villa Gesell y que ya lleva 30 años viviendo allí, anuncia: "Prepárense para disfrutar porque la naturaleza nos espera". El grupo que lo sigue toma todos los recaudos necesarios para conjurar los efectos del sol en un día que invita para la caminata.

El viento suave, pero persistente se escurre entre pinos, acacias, álamos y cipreses. La trepada por la monumental duna parece eterna y algunos se quedan sin aliento y se entierran en la arena hasta los tobillos. Pero una vez en la cima el esfuerzo físico que supuso sortear semejante accidente natural deja lugar a la sensación de placer.

De frente se descubre la inmensidad de una playa limpia de balnearios, libre de infraestructuras, virgen para disfrutar del sol, la arena y el agua sin ningún factor contaminante. Atrás, Mar de las Pampas, un pueblo que depende del municipio de Gesell (a unos 670 kilómetros de Rosario), enclavado en medio de un bosque creado por el hombre con la forestación de un millón de especies arbóreas, con un puñado de habitantes que se proponen día a día transformarlo en una "ciudad sin prisa", o ciudad calma o si quiere ciudad lenta (Ver aparte).

Un lugar donde ir a pasar unos días de descanso implique adaptarse a un ritmo de vida completamente diferente al que se tiene no sólo en las grandes urbes sino también en otros puntos turísticos de la costa bonaerense.

Es un sitio donde el visitante encontrará tranquilidad en un ambiente natural único, a pocos kilómetros del centro urbano como Gesell. Los moradores promueven para la próxima temporada de verano directamente un rotundo NO (así, con mayúsculas) a los ruidos de vehículos, a la circulación indiscriminada de cuatriciclos, a la publicidad en la vía pública, a la música amplificada en espacios públicos, a las promociones, a la cartelería promocional, a la instalación de antenas de radio, televisión o telefonía celular.

La implementación de ese estilo de vida conlleva para los habitantes algunas dificultades, pero el sentimiento arraigado en la zona es que sólo eso permitirá preservar el lugar tal cual está. A pesar del gran crecimiento urbanístico que tuvo Mar de las Pampas hoy por hoy, el 70 por ciento de sus bosques fueron declarados espacios "no construibles".

Durante la caminata, Domínguez brinda una pormenorizada explicación de la importancia de conservar esas inmensas extensiones de arena, fundamentalmente de los médanos que sirven de protección natural de los vientos que provienen del mar. También de cómo modifican drásticamente las condiciones naturales del lugar la construcción indiscriminada de balnearios, paradores y todo tipo de emprendimiento comercial.

Por eso desde el año pasado se estableció que la playa de Mar de las Pampas permanecerá virgen de edificaciones. Habrá un solo balneario, levantado en base a pilotes de madera, que será desarmado una vez que finalice la temporada.

"La idea es que los servicios para los turistas se brinden detrás de la gran duna y que la playa quede complemente libre. Que la gente pueda clavar su sombrilla, tirarse en la arena y disfrutar", dice parado sobre los restos de lo que fue la última construcción de cemento en la arena. Después de caminar varias cuadras a orillas del agua, la travesía vuelve a lo que sería el "irregular" casco urbano de Mar de las Pampas. Los caminantes toman entonces contacto directo con el caprichoso trazado de calles que se internan en el tupido bosque.

"Se buscó no alterar los senderos que se habían formado naturalmente. Las calles son sinuosas porque se taló lo menos posibles. Por eso al recién llegado le cuesta ubicarse y hasta suele perderse en el bosque hasta que empieza a conocer", señala a La Capital uno de los emprendedores turísticos de Mar de las Pampas.

El paseo es una buena oportunidad para ver in situ el titánico trabajo que hicieron los primeros habitantes del lugar en la década del 20 cuando sembraron de árboles europeos y norteamericanos los médanos. Esas plantas y la condición natural y excepcional de encontrar agua dulce a escasos metros de la superficie hicieron que casi 70 años después un lugar complemente inhóspito se transformara en un paraíso para ir de vacaciones.

Además de las distintas especies de árboles, durante la recorrida uno se encontrará con las típicas construcciones donde predominan los resorts y cabañas levantadas a base de madera y piedra. El alojamiento en el lugar es de excelente categoría.

En la inmensa mayoría de los lugares, el visitante encontrará todos los detalles y confort que puede tener en la ciudad, desde casas con sala de pool hasta baños con hidromasajes. "Al turista hay que brindarle todos los servicios. Recibimos visitantes de lugares muy lejanos que quieren tener todas las comodidades de su casa", remarca la dueña de un apart.

Entre los sitios más tradicionales de Mar de las Pampas caben destacarse Calomoresca, Cuatrocasas, Ruma Moraira, Mapuche y Lemu Cuyen. Las tarifas de alojamiento incluyen servicio de mucama y en algunos casos desayuno. Por una semana, en un lugar para cuatro personas, se calcula que las tarifas rondarán los tres mil pesos en temporada alta. A la hora del almuerzo Aike Malem es una tentadora opción para probar exquisiteces polacas a base de pastas y pescados. Otra opción es Ona Refugio y Nativa, especialistas en pastas y pizzas, además de los consabidos asados a la estaca.


Faro Querandí
Un punto imperdible de la Villa es la Reserva Natural Municipal Faro Querandí. Ubicada al sur del partido de Villa Gessel, se puede acceder en vehículos de doble tracción por el pie de la duna, con precaución de circular por las huellas.

Es la muestra actual del paisaje original de Villa Gessel, antes de que fuera forestado. Desde Mar de las Pampas se sale en un camión gigante 4 por 4 y tras unos 20 minutos de travesía por la playa se llega a una zona de médanos ideales para la práctica del sunboard. Consiste en subirse a unos monoesquíes similares a los utilizados en la nieve y simplemente dejarse deslizar por la arena.

Luego de destilar adrenalina, el viaje se reanuda y entonces sí, a los pocos minutos, se llega al Faro Querandí, punto central de la reserva. Se trata de unas torres construidas por la Armada Argentina a lo largo de toda la costa argentina. Actualmente, el Faro sigue cumpliendo su función como cada noche desde 1922 y los visitantes pueden acceder a la punta y contemplar el bellísimo paisaje de las 5.757 hectáreas de dunas con que cuenta la reserva. Un condimento extra a los 50 metros de altura, la sensación causada por la oscilación propia del edificio.

Un paseo por Villa Gessel, que ofrece otras variantes además del sol y el mar, permite conocer el casco histórico de la ciudad y sus tradicionales casas de te, donde se pueden probar las exquisiteces en repostería. Pero también una mención aparte merecen las travesías en cuatriciclos y cabalgatas por los médanos.

Un punto de partida para el visitante puede ser la casa de Carlos Idaho Gesell, pionero en la zona y fundador de la ciudad. Dueño de una fábrica de muebles infantiles, don Carlos compró varias hectáreas para plantar árboles y así abastecerse de materia prima. El 14 de diciembre de 1931 comenzó a construir su casa, hoy transformada en museo, conocida como "la casa de las cuatro puertas", pues posee una puerta de acceso orientada hacia cada punto cardinal.


La Golondrina
El circuito incluye la visita de la primera casa construida por Gesell dedicada al turismo, La Golondrina, levantada en 1941. Ese año llegó el primer turista, Emilio Stark, quien recomendó con entusiasmo el lugar y así dio pie al lema con que se suele promocionar la ciudad: "El balneario que se recomienda de amigo a amigo".

El paseo, en el que se conocen los primeros edificios de la ciudad, es una buena oportunidad para tener una aproximación de lo que significó vivir en aquellos años en un lugar tan inhóspito. Es recomendable la muestra de fotos que se exhibe en la segunda casa de Gesell, levantada en 1952, hoy transformada en centro cultural.

Mientras se espera la caída del sol, salir a surcar las dunas en poderosos cuatriciclos es un programa más que tentador. Los novatos pueden utilizar un modelo sin caja de cambios, es decir que funciona sólo con acelerador y frenos de mano. La travesía arranca en el Complejo Pueblo Límite, en la zona norte de Gesell.

Primero se atraviesa un sector de senderos de bosque, donde los principiantes -siempre supervisados por expertos- realizan maniobras para interiorizarse con sus máquinas para luego sí salir a los médanos. Un atardecer en ese paisaje desolado, que por momentos recuerda a la saga de Star War, es digno de contemplarlo, aunque sea por unos minutos con el motor apagado.

Muy cerca de allí, La peregrina ofrece cabalgatas. Las más buscadas son las nocturnas con luna llena, donde los jinetes luego de un paseo por un monte de pinos salen a la playa con la única ayuda de la luz del astro. Otro paseo interesante es al faro Querandí, donde se pernocta en carpas.

El término "ciudad sin prisa" o "ciudad lenta", al cual la localidad de Mar de las Pampas adhiere desde este año, se acuñó en 1986 en Italia cuando el periodista y sociólogo Carlo Pertini impulsó una protesta por la instalación de un local de comidas rápidas en la Plaza de España en Roma, que alteraba drásticamente el paisaje del lugar.

La campaña, que en principio se focalizó en rescatar el hábito de comer bien en contraposición con las cadenas fat food, se expandió poco después al resto de actividades cotidianas. Así surgió lo de Slow citys, un concepto que promueve el cambio del ritmo de vida en los centros urbanos, bajando los índices de contaminación sonora y visual, entre otras medidas que tienden a una "atmósfera amigable".
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Caballos de mar. Las cabalgatas por las playas abiertas de Villa Gessel ya son un clásico para disfrutar en familia durante el verano.



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