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 domingo, 29 de octubre de 2006  
Interiores: vida resuelta

Jorge Besso

No recuerdo en qué circunstancia social me topé una vez más con esa frase hecha, esa expresión idiomática tan contundente que en ocasiones se dice de alguien. Se trata casi siempre de un otro que anda por la vida no sólo con las cosas claras, sino también resueltas, en definitiva un ser con la vida resuelta. Dicho de otro modo, alguien que está hecho. Verdaderamente impresionante y semejante ser humano, o quizás humanoide que de ser cierto que tiene la vida hecha, para qué va a tomarse el trabajo de circular sin tener nada que resolver.

Seguramente en este punto viene a la mente un alguien con la vida resuelta y por lo tanto con todo el tiempo del mundo para disfrutar, una suerte de ideal top y donde un top como Bill Gate puede ir eligiendo cada día, semana o mes en qué paraíso vivir. Pero en tal caso sería un ser sin domicilio real, una suerte de habitante del cielo antes de tiempo, y para colmo con bastantes dificultades para compartir una cena, una película, una discusión o una cama con cualquiera de los habitantes del infierno terráqueo. Es decir un ser que tendría tanto que se habría quedado sin otro, o sea sin alguien con quien compartir un éxito o un fracaso.

Con toda probabilidad sería el único ser existente en tal condición aparentemente paradisíaca, y para colmo hoy por hoy no existen demasiadas posibilidades intermedias ya que ahora o se está en el cielo o en la tierra, dado que al Vaticano se le ha dado por actualizarse y ha decidido que el purgatorio no existe.

Lo cierto es que no deja de ser un sueño bastante común, tanto por su frecuencia como por su mediana calidad, la ilusión o acaso el objetivo de tener la vida hecha que vendría a ser la mejor definición de lo que significa la vida resuelta: una suerte de presente continuo, sin obligaciones, ni horarios, con la posibilidad de viajar en cualquier circunstancia sin tener que hacer números.

Es verdad que existe una versión ligth de semejante ilusión colectiva, que al igual que las comidas ligeras y los postres livianos, se nutre de los mismos componentes pero con los ingredientes rebajados. Sería el caso de una vida resuelta pero con obligaciones no estresantes, horarios manejables, algunas rentas que alejan cualquier sobresalto, pero todavía sin la posibilidad de manejar la agenda a piacere, o menos aún de tirarla. De todas maneras la cuestión tiene al menos una doble dificultad:

u En primer lugar no es fácil llegar a tener la vida resuelta, tanto sea en la versión fuerte como en la versión ligera.

u En segundo lugar en caso de lograr cualquiera de los dos modelos básicos de vida resuelta, no es del todo seguro que se esté en condiciones psíquicas de poder manejar el logro.

Finalmente después de tanto esfuerzo, incluso después de haber tenido la suerte a favor para lograr el objetivo, habrá que ver si se tienen los recursos personales para poder disfrutarlo. Conviene en estos casos no estancarse en la obviedad de que con toda seguridad una vez logrado, fundamentalmente alcanzado los recursos económicos para tan ansiado proyecto final, no cabe ya ninguna duda que empezará el verdadero disfrute de la vida como premio a una existencia con más logros que fallos.

Sin embargo, en materia de disfrutar nada resulta realmente obvio, pues no son pocas las ocasiones que cuando está todo para que alguien sea muy feliz viene el diablo y mete la cola, como dice el dicho popular, y el disfrute queda para otra oportunidad. De paso, habría que ver por qué va a ser precisamente el diablo el que venga a arruinar la fiesta, cuando es justamente el demonio el impulsor de placeres que nos vedan el camino al cielo. Sea como sea, la vida del humano es una tarea que con la ayuda de Dios, o con el sabotaje del diablo (también puede ser a la inversa) está en definitiva en las manos de cada cual.

Finalmente puede que la vida nunca esté resuelta del todo y ahí se pueda encontrar otra de las grandes diferencias con relación a nuestros hermanos biológicos de la escala general de lo viviente, en tanto y en cuanto los animales tienen en términos generales la vida resuelta desde el vamos, y salvo catástrofes naturales o sociales todo transcurre según lo establecido por y para la especie. En definitiva que no hay demasiadas diferencias entre el primero y el ultimo día.

En cambio se puede pensar al humano como un ser inacabado, y en este sentido más como un proyecto que como un producto. Que al mismo tiempo sea un proyecto que tenga proyectos habla tanto de la complejidad como de la creatividad. Pensar al individuo como un proyecto en cierto sentido equivale a pensar a la sociedad, y a las sociedades, también como un proyecto tan inacabado como perfeccionable, y es precisamente esta condición humana del humano la que todos los dogmas quieren ocultar o borrar con los variados fundamentalismos que recorren el planeta.

Por una cuestión de redundancia los dogmas gustan, no sólo especialmente, sino únicamente a los que son dogmáticos y que además practican el dogmatismo. Es decir que se trata de individuos que en la hipótesis de que vayan a predicar, predican siempre lo que hay que decir, sin olvidarse de combatir lo distinto. Seres de huella que transitan por el cauce correcto que en el mejor de los casos podrán ser pastores, o de lo contrario formarán parte del rebaño, pero que en principio nunca serán un "caso" pues siempre tendrán respuestas a todas las preguntas.

En suma los dogmas y sus fundamentalismos ofrecen una vida resuelta antes de que alguien nazca, y de yapa también para después de muerto. Entre un extremo y otro transcurrió una vida sin existencia.
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