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 domingo, 29 de octubre de 2006  
La rica elite rusa descubre otro capricho: la navegación deportiva

Heleen van Geest

El paisaje es gris, el sol se asoma por entre las nubes por unas pocas semanas al año y los ríos se congelan en el invierno, pero Moscú está emergiendo como una de las capitales de navegación deportiva más improbables del mundo.

Para la adinerada elite de la ciudad, un Bentley, un BMW o un Hummer es un juguete pasado de moda y una lancha es el último accesorio que se debe poseer.

Guillaume Vorstelman, quien dirige una compañía que comercializa yates americanos de lujo, dijo que el mercado ruso estaba creciendo tan rápido que él vendió cinco veces más embarcaciones que el año pasado.

"Los botes están de moda en este momento", dijo en una entrevista. "Mucha gente que se compra un yate nunca lo usa, pero puede decir «tengo un bote»".

En el Crocus Yacht Club, sobre el río Moskva, Misha, un hombre de negocios de 62 años, estaba considerando comprar una costosa embarcación.

"Ya tengo un yate en realidad, pero quiero uno más grande y más moderno", dijo.

Si bien muchos de los 142 millones de rusos viven apenas por sobre la línea de pobreza, los altos precios mundiales del petróleo y del metal le han traído enormes riquezas a una elite de "nuevos rusos". Ellos tienen pocas inhibiciones acerca de desplegar su dinero.


Compradores compulsivos
Durante la conversación con Vorstelman, un hombre ruso con anteojos envolventes ayudó a que tres mujeres en tacos altos y sosteniendo carteras de diseñador subieran a un bote de gran velocidad.

Las mujeres se acomodaron en las simples sillas de la proa del bote y el hombre permaneció tras el timón jugando con los controles.

"Ellos quieren los mejores y más rápidos botes que puedas imaginarte. Algunos botes que no hemos vendido en ninguna otra parte los estamos vendiendo aquí en Moscú", dijo Vorstelman. Y, a su juicio, los clientes rusos con compradores compulsivos.

"Cuando hablas de un bote de mucha potencia, digamos que por un valor de medio millón de dólares, puedes venderlo en un abrir y cerrar de ojos", agregó.

Andrei Boyko ha estado comercializando yates por cinco años y dijo que las ventas se han duplicado año tras año. En los últimos 12 meses ha vendido 178 embarcaciones.

"Es mucho, incluso para los niveles europeos", añadió Boyko.

Detrás de él pasa navegando una lancha y su estela mece a un hombre que estaba pescando en un bote de goma.

El río Moskva, la principal ruta fluvial de la ciudad, zigzaguea por Moscú, pero la capital rusa está a cientos de kilómetros del mar y la mayoría del yachting se realiza en las vías fluviales boscosas de las afueras de la urbe.

Boyko es también propietario de un exclusivo club de yates a una hora de auto de la capital rusa. Dice que los socios normalmente usan sus embarcaciones para ir a un restaurante o a un club de la rivera en los fines de semana.

Ellos quieren llegar en los últimos modelos occidentales, si bien las marcas rusas han comenzado a aparecer.

Un grupo de comerciantes decidió que mientras más grande era mejor para los ricos de Rusia y montó una compañía en 2003 para construir botes a motor.

Usando el nombre del holandés que le enseñaba cómo construir barcos al zar ruso Pedro el Grande hace 3000 años, Timmerman es la primera compañía rusa en fabricar yates de lujo.

"Nos dimos cuenta de que podemos hacer muy buenos y exclusivos súper yates de la más alta calidad por un precio que es 20 ó 30 por ciento más bajo que en Occidente", dice Vladimir Shchelin, director de ventas de Timmerman Yachts.

"Queremos atraer a todos los clientes que están actualmente comprándoles a compañías occidentales", agregó.

Timmerman por ahora ha completado cinco yates y tiene cinco más en construcción. El más grande mide 45 metros, está opulentamente equipado y cuesta 15 millones de euros, unos 19 millones de dólares. (Reuters)
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Las embarcaciones de placer son el nuevo objeto de deseo.


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